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¿Por qué si ya me divorcié no puedo avanzar?

Ya saben que a mí me gusta mucho hacer analogías o comparaciones de lo que nos sucede en la vida con temas de nutrición. Me llama mucho la atención como muchas personas se pueden quejar e incluso sufrir por el tema de su peso, sin embargo, me doy cuenta de que después de su dosis de auto lamentación, necesitan una dosis de consuelo y se embutan una bolsa de papas fritas. ¿Cómo? Hace un momento vomitabas furia y frustración por tu peso y cinco minutos después estás atascándote 270 calorías en una bolsa de frituras. 

Dice que quiere perder peso, que desea sentir más ligero su cuerpo y hace todo lo contrario para lograrlo. Cuando veo estas conductas (quejarse y no hacer nada para cambiar) me queda claro que su peso le duele lo suficiente como para quejarse, pero no le duele lo suficiente como para hacer algo al respecto. #Anótele ¿Me expliqué? 

¿Por qué si ya me divorcié no puedo avanzar?

¿Qué tiene que ver el tema del sobre peso con el divorcio? Les diré algo. En muchas ocasiones observo lo mismo en el consultorio. Personas que no pueden “superar” su divorcio, sufren amargamente y sienten que no pueden avanzar en la vida. Su deseo más profundo es poder “dejar atrás” el tema de su divorcio, pero no pueden dejar de estar hablando de su ex. Ya sea para bien o para mal. Están al pendiente de cada movimiento, de las publicaciones en redes sociales y se siguen descomponiendo por las interpretaciones fatalistas que le dan a cada comentario o decisión de su ex. 

Supongamos que después de veinte años de matrimonio, por alguna razón muy lamentable (digamos una infidelidad) y después de haber intentado rescatar el matrimonio y no lograrlo, llega el divorcio como desenlace. Naturalmente y por los años compartidos, el proceso de duelo podría durar hasta dos años. Sin embargo, han pasado casi cinco años y siente que sólo ha dado pasos miniatura, es decir, que se sigue descomponiendo periódicamente por el tema del divorcio. 

Yo haría la siguiente pregunta: “¿Te gustaría que el tema de tu divorcio se terminara de morir?” La respuesta siempre es un decidido: “¡Sí!” De inmediato les pregunto: “¿Y qué tanto sigues alimentado el recuerdo para que no muera?” Ahora la respuesta es un silencio sepulcral. 

“Para que una herida sane, es necesario dejarla de tocar.” Créanme, mientras sigan rascándole a la costra, jamás podrá cicatrizar. Otro de los obstáculos a los que me enfrento en el proceso de recuperación es que para ellos “superar” el divorcio es tener amnesia. Eso es imposible. No se trata de tener amnesia, sino de colocar el recuerdo en lugar que no te descomponga y para lograr eso, es necesario un periodo de gracia donde después del divorcio tengas solamente el contacto mínimo necesario con tu ex. Sé que eso se complica cuando hay hijos, sin embargo, no estoy diciendo que no haya contacto, sino únicamente el indispensable. 

Después, sucede algo muy peculiar. Siguen mi recomendación y aunque dejan de ver a su ex, no pueden dejar de preguntar acerca de lo que hace o deja de hacer y prácticamente se vuelve el tema central de su vida. ¿Se dan cuenta lo difícil o imposible que resulta si no sueltan “el tema”? Cada vez que hablas, investigas o permites a los demás que te “informen,” lo que estás haciendo es alimentar ese dolor y en este caso, tu ex no es el responsable de tu dolor. 

Otra variante es cuando tienes un ex del infierno y se la pasa complicándoles la vida y la de sus hijos. Ahí el tenor es diferente, sé que el proceso se complica, no obstante, es una realidad que tu ex tiene fronteras, es decir, hay espacios y momentos donde ese personaje no tiene acceso. Y también es una realidad que tu ex puede hacerte “perradas,” pero de ti depende tu reacción. Es imposible apagar fuego con fuego. Créanme que los hijos se descomponen más por la forma en cómo se divorcian y como se llevan después del divorcio, que por el divorcio mismo. Necesitas gobernarte y tomar las riendas de tu vida. Te reto a un experimento de cuarenta días sin investigar, ni hablar de tu ex y después de cuarenta días comprárteme cómo te sientes. No digo que ya no dolerá, pero te aseguro (y te lo firmo) que será menos o por lo menos diferente. Entre más distancia razonable pongas y te hagas cargo de tu vida, más progresivo será tu avance. Nos leemos la próxima semana. 

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