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Voto contra la plutocracia

Al principio de la primera alternancia (2002), que nunca cuajó en auténtica transición, se publicó un libro pomposo, llamado ‘Ricas y famosas’, una colección de fotografías de Daniela Rossell, de las mujeres que la plutocracia exhibe como objetos de lujo. Las reacciones fueron de muy variada índole; el criterio común fue que refleja muy bien la excentricidad de los nuevos ricos, su vulgaridad ilimitada, su confusión de la grandeza.

Lorenzo Meyer no se anduvo por las ramas y, con su magistral pluma, señaló que: “La forma en que la artista retrata el mundo de las mujeres de las familias de los ricos mexicanos, le ahorra al estudioso de lo social el trabajo de describir esa especie de isla de la fantasía, de lo brutal e irresponsablemente excesivo, que forma el mundo de parte de la burguesía mexicana. La vida de esas mujeres ricas –que no famosas- de nuestro país se desarrolla en una autentica y moralmente inaceptable isla, cuyo problema no es su exceso de dorados o sirvientes, sino el estar rodeada y alimentada por el mar de la pobreza histórica mexicana”. Así, el escritor pone el dedo en la llaga.

Voto contra la plutocracia

Ahora que se da la segunda alternancia, con muchas esperanzas de que se convierta en una auténtica transición que permita, como aspira el presidente electo, que ocurra la cuarta transformación del México independiente, a partir de la instauración de la República, luego del Primer Imperio Mexicano; su restauración, con la derrota del Segundo Imperio Mexicano y la Revolución Mexicana, con su legado la Constitución, es bueno señalar que no es con discursos y palmaditas como se van a remediar los males.

En México han existido siempre personas y familias ricas, inclusive hay una élite de alta alcurnia; pero, ésta nada tiene que ver con el capitalismo de amigos que se dio en el país a partir de la lotería de Carlos Salinas, en que rifó a las empresas más boyantes del Estado mexicano con una aportación inicial de 25 millones de dólares para poder participar en la puja. Los nuevos ricos, que no han creado ni inventado nada, son tan pobres que sólo tienen dinero, mucho dinero, fortunas colosales harto inexplicables.

Inexplicables porque vienen a suponer disminuir las pensiones, menos jubilados con derecho a pensión, congelación o reducción de los sueldos, pérdida efectiva del valor adquisitivo del salario, desprotección de los asalariados, desempleados, perdida de la vivienda, deterioro de la atención sanitaria, deterioro de la enseñanza, encarecimiento de matrículas universitaria. En fin, que deviene del neoliberalismo, la forma más feroz del capitalismo amafiado con los gobiernos que abjuran de su deber constitucional.

Según el diccionario de la Academia de la Lengua Española, plutocracia significa la preponderancia, el exceso de peso, de los ricos en el gobierno del Estado; pero, eso es en términos generales; en México, Miguel de la Madrid entregó el poder político a los adalides del poder económico y de esta suerte, el gobierno está al servicio de lao ricos. Lo que puede cambiar con el 54 por ciento de los votos emitidos a favor de la transición.

Ahora que los mexicanos votaron contra el modelo neoliberal y la plutocracia, ya no cabe hacer concesiones ni permitir que el capitalismo de amigos siga convirtiendo en ruinas al país y a los paisanos. Se tienen que cambiar los valores egocéntricos por el legado social y solidario de los momentos más sublimes de la historia nacional; si han entendido los potentados, que lo demuestren renunciando a sus privilegios; que sea fácil y rápida la recuperación, que bien puede beneficiarlos en términos razonables.

Bien sabido se tiene que México es el paraíso de los plutócratas y oligarcas y que el camino seguro para enriquecerse o hacerse aún más rico es la política; lo que no sería problema si no fuera porque es a costa la pobreza y la exclusión social de las mayorías. Históricamente, el país ha sido vanguardia en la política solidaria; tiempo es de que lo sea de nuevo.