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¿Salto al pasado?

Definido el Sistema Político Mexicano como un exitoso modelo que permitió al país un crecimiento del producto interno bruto de entre 6 y 7 por ciento con paz, estabilidad y desarrollo, basado en tres premisas: democracia con justicia social, economía mixta con rectoría del Estado y nacionalismo revolucionario, cabe preguntar si es posible un retorno a ese sistema que ha sido definido en países avanzados como la Tercera Vía.

¿Sería conveniente para México volver a sus orígenes? ¿Resulta posible en la segunda década del siglo XXI? ¿Se vislumbran las condiciones internas y externas para ello? No hay que ir muy lejos para encontrar respuestas aceptablemente razonables; de hecho, los signos de los tiempos van en ese sentido. Las naciones promotoras del proyecto neoliberal: el Reino Unido de la Gran Bretaña y los Estados Unidos corren en reversa.

¿Salto al pasado?

En principio, el Brexit votado por los británicos, que vino a significar la primera señal de la moda proteccionista de los países avanzados, dejando de lado el proyecto de una Unión Europea; luego, el fácil acceso a la presidencia de los Estados Unidos de Donald Trump, un magnate que ha operado una reforma fiscal altamente proteccionista con el empeño de ‘hacer grande a América’. Del otro lado la asunción de Sánchez en España.

¿Qué significa la democracia con justicia social? Simplemente el libre desarrollo de las fuerzas productivas en un Estado de derecho, en que se equilibren los beneficios de la producción. Quizá la definición más acertada resulte la de Morelos, cuando escribió: “Que como la buena Ley es superior a todo hombre, las que dicte nuestro Congreso deben ser tales, que obliguen a constancia y patriotismo, moderen la opulencia y la indigencia; y de tal suerte se aumente el jornal del pobre, que mejore sus costumbres, alejando la ignorancia, la rapiña y el hurto”. ¿Quién puede oponerse a esa imperativo?

La economía mixta con rectoría del Estado se aplica por sí misma, en cuanto que la rectoría económica del Estado debe garantizar que el desarrollo económico del país sea integral; pues, ese desarrollo debe alcanzar a todas las clases sociales, así como al sector público y al sector privado. La democracia es el régimen de gobierno por el que el pueblo participa en las decisiones de gobierno, por medio de sus representantes.

Así, La Constitución establece que el desarrollo económico se logrará mediante el fomento del crecimiento económico y el empleo, así como de una justa distribución del ingreso y la riqueza. De igual modo, se establece un sistema de economía mixta en el cual la rectoría económica corresponde al Estado y las actividades económicas y productivas se realizan con la concurrencia de los sectores público, social y privado.

Por lo que hace al nacionalismo revolucionario, no puede considerarse anacrónico el modelo, toda vez que se aplica en los casos en que todos los integrantes de una sociedad tienen las mismas oportunidades de realizarse personal y socialmente con identidad propia y autonomía económica. Es decir, que en el marco de su libertad personal, con las condiciones que se les ofrece, pueden hacer lo mejor de su vida en sus lugares de origen. El Estado y la sociedad deben procurar que exista igualdad de oportunidades para que, en el marco de su propia familia y comunidad, los individuos puedan desarrollar todas sus facultades y acceder a los valores culturales que los van a identificar como pueblos en el concierto de las naciones.

En el Sistema Político Mexicano, derivado de la Revolución Mexicana y de la Constitución de 1917, con énfasis en el Artículo 27, el nacionalismo revolucionario se desprende directamente del movimiento armado y su legado constitucional; pero, su alcance va más allá y tiene que ver con cualquier proyecto que asuma como premisa fundamental el ser humano como centro de todos los afanes del quehacer político.

¿Cabe dar ese brinco al modelo revolucionario?