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La madre de todas las reformas

Atacando la iniquidad del sistema de pensiones, se enfrenta la informalidad y se avanza en la recuperación del poder adquisitivo de los salarios, que siguen siendo bajos, y la cultura del ahorro, actualmente nula

Ninguna persona puede negar, de buena fe y con conocimientos reales, que se ha avanzado mucho en la consolidación de la viabilidad de México como nación soberana y de los mexicanos como objetos y sujetos de pleno derecho; sin embargo, por sus enormes implicaciones verticales y horizontales, la que puede ser considerada la madre de todas las reformas, es la reforma al sistema pensionario mexicano que está en proceso a partir de la iniciativa presentada por el presidente Andrés Manuel López Obrador.

Ha corrido un enorme caudal de tinta tratando el tema del despojo que perpetró Carlos Salinas de la riqueza acumulada durante 50 años de gobiernos revolucionarios con el propósito de crear una bisoña élite plutocrática que sólo ha podido sobrevivir por la corrupción, la complicidad y la impunidad que le permite proteger sus intereses, y no se han acabado al país porque México es muy grande y porque aún existe una fuerte corriente de hombres probos que bregan por restaurar la grandeza de la nación azteca.

La madre de todas las reformas

Los 25 millones de dólares que pagaron a Salinas los actuales ‘empresarios’ que dominan la economía nacional a partir de los monopolios de Estado convertidos en monopolios privados, con las mismas prerrogativas que tenían aquellos dado que su propósito no era generar ganancias para los dueños, sino llevar servicios esenciales a precios bajos a toda la población nacional (la producción de electricidad se privatizó porque las compañías extranjeras exigían garantizar un consumo mínimo para llevarla a las colonias populares o poblaciones rurales), cubrió también el traslado de la plusvalía del trabajo al patrón.

De esta manera, se llevó a cabo la reforma a los sistemas de pensiones de 1997, que pasó de ser un sistema consolidado a uno de cuentas individuales, privatizando las pensiones; pero, no para favorecer al trabajador, sino estimular al sector financiero con la creación de las Administradoras de los Fondos de Retiro, que inicialmente cobraban por manejo de cuenta más de lo que ingresaban los aportantes y que han logrado acumular un universo monetario calculado a los 20 años de vigencia en 2.9 billones de pesos, equivalente al 14.3% del PIB. De estos, 1.3 billones (44%) corresponden a los rendimientos.

Son números bonitos; pero que, ya a ras de tierra significan que un trabajador, cuyas semanas de cotización fueron elevadas a 1,250, se jubila con menos del 20 por ciento de su salario promedio, que puede recibir en una sola exhibición o ser prorrateado para pagar periódicamente (se dijo en su tiempo que el monto de las jubilaciones sería de cuando menos el 70 por ciento de los ingresos salariales; pero, no). 20 o 70 por ciento de 123.22 pesos, actual salario mínimo, son casi 25 o poco más de 86 pesos con los que es imposible que una persona pueda vivir si persiste en la vieja costumbre de comer todos los días.

Se dijo que con el sistema de cuentas individuales, el trabajador podía hacer una fortuna ahorrando parte de sus ingresos para llegar a la edad del retiro como diría Ernesto Cordero, teniendo residencia con alberca, una modesta lanchita para los fines de semana y una cabañita en la playa para el verano. Sólo que, junto con la reforma al sistema de pensiones, vino la precarización de los salarios que fueron un insulto tan inmoral como anticonstitucional que el despreciable emisario de Salinas, presidente de la Comisión Nacional de los Salarios Mínimos, mantuvo durante la etapa neoliberal (88.36 pesos en 2018), de tal forma que quienes iniciaron su vida laboral a partir del 97, han quedado anclados a la miseria.

De ahí la importancia de la reforma que promueve el presidente López Obrador, mediante la cual será posible que los asalariados puedan jubilarse o pensionarse con dignidad cuando cumplan 750 semanas de cotización al SAR, a la edad de 60 años o menos, con un ingreso de cuando menos un 40 por ciento superior al actual. Importante es señalar que las aportaciones a las cuentas de ahorro para el retiro irán del 6.5% actual al 15%, para lo cual se busca que la cuota patronal se incremente del 5.15% al 13.87%.

Por el momento, algunos organismos empresariales, acordes al sentimiento universal de que los ricos asuman un papel más activo en las medidas para enfrentar los embates de la pandemia y las tareas de la recuperación, se han mostrado afines a la idea de modificar el sistema de pensiones, ¿quién sabe si lo seguirán haciendo cuando la reforma les toque el bolsillo, al que parecen cuidar más que la vida misma?

Atacando la iniquidad del sistema de pensiones, se enfrenta la informalidad y se avanza en la recuperación del poder adquisitivo de los salarios, que siguen siendo bajos, y la cultura del ahorro, actualmente nula.