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La Filantropía

No hay truco, no hay maña, no hay letra chiquita

Los textos bíblicos mencionan en torno a la pasión y muerte de Jesucristo a un “hombre rico (Mt 27,57) y miembro ilustre del sanedrín (Mc 15,43; Lc 23,50), quién tenía un sepulcro nuevo cavado en la roca, cerca del Gólgota, en Jerusalén. En los momentos crueles de la crucifixión no teme dar la cara y pide a Pilatos el cuerpo de Jesús.

Concedido el permiso por el prefecto, descuelga al crucificado, lo envuelve en una sábana limpia y, con ayuda de Nicodemo, va a depositar a Jesús en el sepulcro de su propiedad”.

La Filantropía

Esta mención de un hombre rico siguiendo los pasos de el Salvador, aparentemente choca con la furia con que Jesús corrió a los mercaderes del templo, donde estaban ejerciendo sus actividades comerciales con la anuencia de las autoridades eclesiásticas y civiles; sin embargo, si se toma en cuenta la idea de Platón, de que un hombre puede ser rico, bueno y feliz si se enriquece de manera lícita y recta, y utiliza su dinero en bien propio y de los demás, entonces el asunto se aclara y cobra una inusitada dimensión.

Por ello, la andanada de críticas que se han hecho a la iniciativa de los integrantes del organismo que se ha denominado a sí mismo Millonarios por la Humanidad, trasluce aviesos intereses y una muy mala leche. Se ha llegado al absurdo de argumentar que ¿Qué ha pasado? ¿De golpe estas personas se han vuelto desprendidas y solidarias? Nada de eso. Simplemente lo que están haciendo es desviar la responsabilidad de la crisis a los políticos, a los gobernantes; lavarse las manos. Lo que nos están diciendo realmente estos empresarios multimillonarios es lo siguiente: “Yo quise y quiero pagar más impuestos, ahora si los políticos no me cobran, allá ellos”. Para decirlo eso hay que tener un magín muy percudido.

Porque, finalmente, el organismo envió una carta al Grupo de los 20 países más desarrollados, para pedir que los gobiernos les cobren más impuestos, que ellos tienen mucho dinero para ayudar con las consecuencias de la pandemia y que la beneficencia no es suficiente, o que no es el camino adecuado. Dicen, por ejemplo: “Nosotros, los millonarios abajo firmantes, pedimos a nuestros gobiernos que eleven los impuestos a personas como nosotros. Inmediatamente. Sustancialmente. Permanentemente”.

No hay truco, no hay maña, no hay letra chiquita. El texto que ya ha sido publicado en este espacio en ocasiones anteriores, es pulcro y terso desde el punto de vista argumentativo y esta sustentados en una realidad objetiva y fácilmente observable. Simplemente, hacen falta más recursos para que el gobierno a través de sus diferentes instancias, provea de lo necesario a quienes luchan contra o son víctimas del nuevo flagelo que tiene en vilo a la humanidad, y para emprender la recuperación. Dinero que ellos tienen en abundancia.

Puede que exista alguno de los firmantes que haya hecho su fortuna esquilmando a los demás; pero, el grueso de los millonarios firmantes tiene un largo historial de trabajo, empeño y dedicación a sus empresas para llevarlas a niveles muy altos sin necesidad de quitar el pan de la boca a nadie. En este mismo momento, puede decirse que son empresarios que cumplen religiosamente sus compromisos fiscales, que retribuyen justamente a sus trabajadores, que operan competitivamente en el mercado.

Ejemplos de hombres así, hay muchos. Deben destacarse los ejemplos de Henry Ford que produjo el automóvil más vendido en la historia de la humanidad a precios muy bajos, con requerimientos de mantenimiento muy simples, pagando a sus trabajadores cinco dólares más que sus competidores en plena recesión y que dedicó una parte importante de su fortuna a crear escuela en los países del tercer mundo. El gran astro de la cinematografía hollywoodense, Paul Newman, que dedicó su fortuna a crear escuelas y teatros para actores nóveles y, después de fallecido sigue sosteniendo escuelas de educación especial.

Y, qué decir de Manoj Bhargava quien ha destinado el 99% de su gran fortuna a crear empresas que ayuden a la gente en condiciones precarias fabricando, por ejemplo, la “Free Electric Machine” (máquina de electricidad gratis), una bicicleta que genera 24 horas de energía eléctrica con solo pedalear durante 60 minutos; un sistema mecánico para para reducir el esfuerzo cardíaco y prevenir enfermedades como el infarto, la diabetes, la hipertensión, la demencia o el cáncer; y el “Rain Maker” (hacedor de lluvia), una máquina del tamaño de un coche pequeño capaz de generar miles de litros de agua potable por hora, a partir de agua del mar. “A diferencia de otros sistemas desalinizadores, este recicla su propia energía calorífica, lo que lo convierte en increíblemente limpio y eficiente”.

Eso es tener sentido de la riqueza y de la filantropía.