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Humanizar la vida, la respuesta

No hubo lugar a la intervención del ser humano en las operaciones bursátiles para poder valorar el impacto de cada uno de esos entontecimientos por separado

Cuando las decisiones las toman las computadoras, el ser humano pierde. La aparición de una nueva cepa de virus que afecta el sistema respiratorio, la guerra de precios del petróleo entre Rusia y Arabia Saudita y al excesivo endeudamiento global, sobre todo de la llamada ‘deuda soberana’, provocaron que el sistema financiero mundial, manejado a base de algoritmos diseñados para operar automáticamente en segundos, provocaran la caída de las bolsas y confusión en las monedas, aumentadas por los medios.

No hubo lugar a la intervención del ser humano en las operaciones bursátiles para poder valorar el impacto de cada uno de esos entontecimientos por separado. La realidad es que la brutal caída de Wall Street y del resto de las bolsas del planeta se debió, precisamente, a la ausencia de humanos en el proceso: una maquina vende cuando se produce un acontecimiento inesperado. Vende una velocidad tal que el mercado se hunde antes de que reguladores y gobiernos puedan intervenir para frenar el pánico.

Humanizar la vida, la respuesta

De buena o de mala fe, los medios han contribuido a potenciar el poder del miedo, de tal suerte que el mundo vive en estos momentos un clima de angustia y de zozobra del cual sacan raja los intereses de toda índole: sociales, políticos, económicos, sectarios o marginales. Las redes sociales, las plataformas y las aplicaciones virtuales no han contribuido a informar con certeza y claridad, dejando de servir a la gran tarea de serenar los ánimos y paliar los efectos. No estimulan lo mejor de hombre; sino, lo peor. 

Pocos fueron los que trasmitieron el mensaje del Papa Francisco cuando pidió, durante la Asamblea Plenaria de la Pontificia Academia para la Vida, el pasado 28 de febrero, a expertos en tecnología informática y a los miembros de la propia institución, trabajar juntos para desarrollar los principios de una ‘algor-ética’. Algo que lleve a los sistemas cibernéticos a decidir por el beneficio mayor para la humanidad en vez de la mayor utilidad de las empresas que cotizan en las bolsas de valores, utilidad como sea.

Otro gallo estaría cantando en este momento si los algoritmos estuvieran imbuidos de un sentido real y humano de la vida, en lugar de la máxima ganancia en el menor tiempo posible, a costa de lo que sea, incluyendo la destrucción del planeta y la desaparición de la vida humana en el mismo. A las máquinas y a sus dueños poco les puede importar que el virus mate a pocos o muchos; que los que sobrevivan ya no tendrán trabajo ni forma de solventar sus necesidades básicas; que la encomia mundial quiebre. No les importa porque están diseñadas para encontrar la oportunidad de especular y de medrar a placer.

Frente a los más destacados empresarios del ramo, el Papa agregó que: “La innovación digital afecta a todos los aspectos de la vida, tanto personales como sociales. Incide en la forma en que entendemos el mundo y también a nosotros mismos. Está cada vez más presente en los negocios e incluso en las decisiones humanas, por lo que la forma en que pensamos y actuamos está cambiando. La galaxia digital, la inteligencia artificial, se encuentra al centro del cambio de época que estamos atravesando”.

Tirándose a fondo, dijo a los asistentes, entre los que se encontraban el presidente del Parlamento Europeo, David Sassoli; el director general de la FAO, Dongyu Qu; el presidente de Microsoft, Brad Smith; y el vicepresidente ejecutivo de IBM, John Kelly III, que: “Las decisiones, incluso las más importantes, como las de los campos médico, económico o social, son hoy el resultado de la voluntad humana y de una serie de contribuciones algorítmicas, y alertó además sobre los graves riesgos para las sociedades ya que de las pistas digitales difundidas en Internet, “los algoritmos extraen datos que le permiten controlar los hábitos mentales y relacionales, con fines comerciales o políticos, a menudo sin nuestro conocimiento”. Todavía no sucedía la crisis derivadas de la toma de decisiones algorítmicas.

De todas las crisis del mundo moderno se han obtenido lecciones importantes que han contribuido a mejorar la vida del hombre; habría que ver si de ésta también. Los estragos del capitalismo feroz han provocado el cambio climático por la indiscriminada expansión industrial, el exacerbado consumismo y la irracional concentración de la riqueza; con la afectación al medio ambiente, el desquiciamiento de los ciclos que propician la producción alimentaria y, como consecuencia, la hambruna y la migración.

Las máquinas, por muy inteligentes que sean, no saben que con sus decisiones inhumanas pueden ocasionar que en un momento dado no haya quien les dé mantenimiento; el ser humano sí lo sabe.