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El virus de la rigidez

López Obrador apela para que los mexicanos le tengan confianza. Los expertos en opinión pública creen que se le ha erosionado por la forma como ha manejado la crisis de salud

Qué sucedía en el mundo ayer entre las 7 y las 8 de la mañana? La Bolsa de Valores en Nueva York arrancaba la jornada con una caída de más de cinco puntos. El peso se cotizaba a 24.11 por dólares. La mezcla del petróleo mexicano caía a 16 dólares el barril. El Banco de Inglaterra anunciaba que inyectaría dinero en forma ilimitada a la economía para evitar su colapso. El presidente Donald Trump anunciaba la suspensión de suspensiones hipotecarias y desalojos hasta abril. El Departamento del Tesoro propuso entregar directamente 500 mil millones de dólares a sus ciudadanos. Estados Unidos y Canadá anunciaron el cierre de su frontera para todo lo que no sea esencial y el comercio. Inglaterra cerró todas sus escuelas, con lo cual se sumó a los 113 países que ya lo han hecho, afectando a 850 millones de menores y jóvenes, para cortar la cadena de contagio del COVID-19. El mundo estaba en un desesperado frenesí buscando cómo enfrentar la pandemia.

¿Qué sucedía en México ayer entre las 7 y las 8 de la mañana? El presidente Andrés Manuel López Obrador, que concentra la atención de la opinión pública cada día en ese horario, inició su comparecencia pública con un reporte amplio sobre el avance de la construcción del aeropuerto en Santa Lucía. Se llevó 57 minutos de su presentación mañanera en ese tema, donde mezcló un poco su tema preferido de la corrupción, el petróleo y, en forma sorpresiva, un anuncio: el Ejército participará a partir del próximo mes en la construcción de dos tramos del Tren Maya. Como colofón, presumió sus amuletos contra el COVID-19: un trébol de cuatro hojas, un billete de dos dólares y un detente, con la oración “Detente enemigo, que el corazón de Jesús está conmigo”.

El virus de la rigidez

Su disociación con la coyuntura se mantiene inalterable. Su rigidez en la narrativa y necesidad de transmitir confianza, no con acciones, sino con palabras, es consistente. La forma inexplicablemente tardía en la estrategia y el uso de mentiras, también es notable. Anunció medidas parciales que servirán de muy poco, como duplicar por adelantado recursos a adultos mayores. Ambiguos como el “apoyos a empresas”, sin mencionar un dato que reforzara el dicho. O mentiras, como decir que no creía que habría problemas de desempleo por la pandemia. Apenas había terminado su comparecencia matutina, cuando Trump anunció que cerrará la frontera con México para todo tráfico no esencial, y Honda dijo que suspendería su producción en México durante una semana, lo que redundará en desempleo al romperse la cadena productiva.

López Obrador apela para que los mexicanos le tengan confianza. Los expertos en opinión pública creen que se le ha erosionado por la forma como ha manejado la crisis de salud. Roy Campos, director de Consulta Mitofsky, dice que el mensaje en sí mismo está bien, pero no ha sabido comunicarlo. Uno de esos mensajes es cuando dice que la fe y a la fortaleza moral sacarán adelante a México. En el mundo terrenal, el Banco de México y la Secretaría de Hacienda tuvieron que subastar, por segunda vez en seis días, dos mil millones de dólares de coberturas cambiarias, pera evitar una mayor devaluación del peso, que inició ayer su jornada arriba de 24 pesos por dólar. La pandemia ha provocado que la depreciación del peso impacte la deuda externa por el equivalente a 4.5% del PIB.

El mundo toma muy en serio la pandemia, desde el punto de vista de salud, y el económico. En este espacio se ha tratado durante varios días la estrategia para enfrentar el COVID-19. Pero ni en ese ángulo de la crisis ha mostrado celeridad en sus acciones, como es la crítica que se le hace en el mundo, ni parece entender la urgencia que existe para atender el impacto económico. Para comprender la dimensión de lo que pasa en la economía, el periódico The New York Times recordó que la inversión total de Estados Unidos en el Plan Marshall, para la reconstrucción de Europa tras la Segunda Guerra Mundial, costó 500 mil millones de dólares, una cifra significativamente inferior al paquete de estímulos de Trump para enfrentar la crisis, de un millón de billones. 

López Obrador no tiene prisa en proponer un paquete de estímulo económico. Los empresarios están de acuerdo en que deje la ortodoxia financiera y que en esta situación extraordinaria tome decisiones extraordinarias, como un déficit fiscal de 0.5%. Tienen en puerta el paquete de inversiones energéticas, que debió ser anunciado el viernes pasado, y que se pospuso, esperarían, para este jueves. Su gobierno necesita dinero. Las inversiones ayudarán enormemente para la reconstrucción de la economía cuando termine la pandemia, pero no basta. Un buen mensaje sería el aplazamiento del Tren Maya y la refinería de Dos Bocas, y usar sus recursos en apoyo a quienes menos tienen.

Varios gobiernos están optando por subsidios directos a quienes menor tienen, porque serán los que más sufran en esta crisis. Los programas sociales no pueden ni deben frenarse. Pero también se requeriría un programa temporal de transferencia directa de recursos para quienes trabajan informalmente. Se trata del 57% de la Población Económicamente Activa, más de 30 millones de personas que producen 23 de cada 100 pesos del PIB. El presidente está consciente de ellos, y por eso no quiere endurecer las medidas de distanciamiento social. Es cierto que si cierra el comercio, ellos no tendrán dinero para sobrevivir. Pero se tiene que tomar esa ruta para frenar el contagio del CODIV-19, subsidiando a esos millones de personas durante los tres meses que se estima dure la pandemia. Para esto se requiere pragmatismo, que lo ha mostrado muchas veces antes salvo ahora que está contagiado por el virus de la rigidez.