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Dinero, mucho dinero

En las últimas tres décadas, se han dado los más grandes atracos y, según el senador demócrata y quizá candidato a la presidencia de los Estados Unidos, Bernie Sanders, viene otro empellón en contra de la economía popular. Es posible que muy pocos de los aborígenes recuerden ese gran robo a la nación, que siguen pagando todos los que aquí viven y trabajan, que fue el Fobaproa, disque para proteger a los ahorradores; pero, en realidad fue para beneficiar a bancos y dueños.

El Fondo Bancario de Protección al Ahorro fue creado en 1990 por Carlos Salinas y en 1998 fue sustituido por el IPAB, Instituto para la Protección al Ahorro Bancario, la misma gata nomás que revolcada. La creación del Fobaproa ha sido uno de acontecimientos políticos y financieros más escandalosos de la historia mexicana porque el poder político ha salvado de sus malos manejos a la banca, a costa de los contribuyentes mexicanos. E, igual otros rescates, como el carretero.

Dinero, mucho dinero

Pero, no solamente en México. La Reserva Federal de EU decidió evitar la quiebra de American International Group (AIG) en el 2008, inyectando a esa casa aseguradora, la mayor del mundo, 85.000 millones de dólares que requería para impedir su derrumbe. El banco central americano se hizo, de esta suerte, del 79,9% del capital de la sociedad, que pasó a ser entidad estatal a costa de los contribuyentes, no para que ganen, sino para que pierdan como ocurrió con los aborígenes.

Precisamente, a raíz de estos descalabros, la canciller alemana, Angela Merkel, sugirió, durante la reunión del G20 del año siguiente, que todos los actores de los mercados financieros y todos sus productos deben someterse a control y regulación. "Los detalles tienen que ser definidos y tienen que formar parte del plan de acción. Todo tiene que cambiar". Pues sí; pero, nada ha cambiado.

El sistema financiero sigue tan frágil como al inicio de la centuria, protegido por el poder político.

La canciller, una dama extraordinaria, de grandes luces, ya se va y el poder del dinero sigue creciendo en detrimento de la calidad der vida de las personas. Otro político que puede llegar a la presidencia de la nación más poderosa del orbe, entiende y señala que un nuevo fraude bancario está en puerta y que con ello se debilita la economía que de por sí en graves aprietos. En México los bancos se privatizaron luego de ser saneados con dinero público; en otros países fue al revés.

En Inglaterra, la nacionalización de los bancos con problemas en 2008 fue una de las claves que explican por qué la banca británica salió relativamente bien parada de la crisis financiera, a pesar de que Reino Unido sufrió la peor crisis bancaria de todos los socios de la UE, con la única excepción de Irlanda. Con las aguas ya más calmadas, el actual Gobierno ha decidido que la banca separe sus actividades de banca comercial y banca de negocios. Tras de un año de debate, la propuesta de ley ha sido anunciada hoy en el Parlamento en el tradicional Discurso de la Reina.

Después de ello, vino la separación de la Unión Europea con el propósito de no contaminar su economía con los descalabros de otros países. A final de cuestas, viene a resultar que unos pocos se benefician del esfuerzo de muchos, que, cuando menos desde que volvió el sistema neoliberal, han tenido que cargar con el peso de deudas crecientes.

México está en el camino de la recuperación de lo que fue su más notable logro, la justicia social, que no es otra cosa que la adecuada retribución del trabajo y el pleno disfrute de sus logros. Seguramente que falta mucho y que las nuevas generaciones no entiendan cabalmente de qué se trata; pero, la marcha ya comenzó. Con el agregado de que se ha entendido en el vecino país y que también se ha expande por el viejo continente, en donde el poder del dinero debe ceder espacio al poder de la gente.

La Organización de las Naciones Unidas ha establecido el 20 de febrero el Día Mundial de la Justicia Social como una forma de conmemorar y velar por este valor social fundamental. Lo que alienta la esperanza de volver a situar al ser humano por encima del dinero, aunque sea mucho.