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¿Qué aroma tiene tu conversación?

Descubre el contenido de su “pH”»

Definitivamente uno de los grandes placeres que hay en la vida es poder disfrutar de una buena charla, no obstante, estoy convencido que las charlas tienen olor, algunas son tan agradables como el aroma de un perfume y en otras ocasiones tan desagradables que literalmente huelen a caño. 

Tu forma de conversar puede ser tan seductora o tan repelente de acuerdo con los temas que decidas platicar y, sobre todo, la forma en cómo decidas abordarlos. Existen personas que literal te drenan después de tener una conversación, así como también, existen quienes además de cautivarte, aportan a tu vida. 

¿Qué aroma tiene tu conversación?

Si notas que con frecuencia las personas con las que interactúas te evitan o que frecuentemente inventan cualquier pretexto para desaparecer cuando te ven, entérate que lo más probable es que tu conversación “apeste”. 

Demos un vistazo a algunos tipos de «conversaciones» que terminan en monólogo de zorrillo por el alto contenido en su “pH”, es decir: “¡Su pinche hedor!”

• “El síndrome de la botellita de jerez (todo lo que digas será al revés.)” 

Hablar mal de alguien que no está presente y que no tiene oportunidad a réplica o espacio para defenderse, es sin duda un acto muy cobarde. Cuando alguien quiere desprestigiar a otra persona es porque al final del día, está se está identificando con algo de lo que está criticando.

• “El síndrome del ‹y sí…›” 

Imagina lo insufrible que resulta conversar con alguien que cuando te comparte sus vivencias o sus planes está imaginado el peor de los escenarios: “Y sí no me llama. Y sí no llego a tiempo. Y sí se descompone. Y sí no le caigo bien. Y sí piensan mal de mí.” ¿Le sigo? Lo más seguro es que conozcas perfectamente el aroma de estas conversaciones ‹pedorras› que literalmente te hacen correr. 

• “El síndrome ‹para dolores el mío›” 

Que frustrante es cuando estás contando alguna anécdota, por ejemplo, cuando te enfermaste y no falta la amistad que te interrumpe diciendo: “No, no, no, para enfermedad la mía.” O si comentas las deudas que traes encima, no falta su comentario de: “No, no, no, para deudas las mías.” Y se vuelve el cuento de nunca acabar. 

Para aplicar “aromaterapia” en tus conversaciones, recuerda poner filtros muy generales y para ello te daré cuatro sencillas recomendaciones:

1. Renuncia a las palabras absolutistas, es decir, evita utilizar estas palabras “siempre, nunca, todo y nada,” en su lugar utiliza frases como “muy a menudo, por lo regular o en ocasiones.” Por ejemplo, “es que nunca me hace caso.” Cámbialo por “por lo regular noto que no me pone atención.” 

2. Procura cuando vayas a hablar “mal” de una persona, resaltar al menos, una cualidad que pueda tener. “Sé que en ocasiones le cuesta trabajo llegar a tiempo, sin embargo, una vez que llega es cuando todos nos ponemos a trabajar. Definitivamente su actitud ante el trabajo es excelente.” 

3. Controla a tu dedo acusador, en otras palabras, evita ser severo con tus juicios, recuerda que siempre hay dos versiones de una misma historia. Un perfecto ejemplo podría ser “definitivamente ella habrá tenido razones de peso para actuar así y, seguramente, algo muy fuerte habrá sucedido para que haya reaccionado de esa manera.”

4. No quieras tener la razón. Recuerda que, a palabras necias, oídos sordos. En ocasiones es preferible no opinar porque sabes que digas lo que digas, la otra persona lo único que desea es hablar mal de ti o de otra persona. En estos casos la frase de “veo lo que ves y entiendo lo que sientes” es una forma neutral de no darle más cuerda a la otra persona y así dejas de colaborar para que no se siga “cilindreando.” 

Con estás sencillas recomendaciones convertirás tu conversación en un agradable elixir para los oídos de cualquiera. Recuerda que el arte de conversar incluye la habilidad para escuchar y ten presente que por algo Dios te dio una boca y dos oídos, para que hables menos y escuches más. Nos leemos pronto ¡y anótele! 

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