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Por la paz, no por la guerra

El gran Benemérito legó a los mexicanos y al mundo su frase histórica de que, “Entre los individuos como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”. Ahora, hay que reconocer que la paz sólo tiene un camino: la justicia. En ambos casos, la paz es el resultado del estado de Derecho en que todas las partes cumplen la parte que les corresponde en la creación de una convivencia armónica de derechos y de deberes.

Ayer, durante las horas aciagas en que fue perturbada la tranquilidad de estos días de recogimiento y reflexión, por las redes sociales se dieron abundantes muestras de la peor expresión que tiene el espíritu de los habitantes de esta comarca. Manifestación de miedo, de odio, de rabia, de inquina, de ofuscación, de aturdimiento, que echa de ver la ausencia de sentido común y de entendimiento del fenómeno de la violencia.

Por la paz, no por la guerra

Ciertamente que es deseo de todos los que en estos rumbos viven y trabajan que haya una tregua para encontrar el hilo que permita desenredar la madeja que se ha vuelto un embrollo; pero, las circunstancias no permiten salidas fáciles, un hay fórmulas mágicas. Es una guerra que no debió empezar; pero que, en las actuales coyunturas debe llevarse hasta su conclusión. Es una guerra que acabará cuando una parte gane.

Mientras eso sucede, lo mejor que puede hacer la ciudadanía es mantenerse alejada, bajo resguardo para su propia protección y con la ecuanimidad necesaria para no echar más gasolina al fuego con expresiones de odio que encienden más las pasiones. Si se tiene conocimiento preciso de lo que viene ocurriendo, que es ininteligible a la luz de la razón, pues es obligación de los que saben hacer que los daños disminuyan.

Si no se sabe lo que pasa, entonces, con mayor razón, es obligado mantenerse ajeno sin exacerbar los ánimos con mensajes, comentarios, opiniones o insultos para los que están enfrascados en la tarea de volver la paz a estas tierras que han sido generosas para quienes llegan con buena voluntad y sanos deseos de progresar. Son muchas las fórmulas que recomiendan no hablar cuando no se tenga algo bueno que decir, que al caso se aplica con acierto, porque el chisme y la maledicencia solo agravan los males.

Opinar sobre los enfrentamientos de grupos de la delincuencia organizada entre sí y contra las corporaciones de seguridad, sin tener un conocimiento pleno, es absurdo, además de ocioso. La obligación de todo ser humano y de todo aquel que se precie de ser un ciudadano de este país, es contribuir a erradicar los males que le aquejan, no hacerlos mayores con denuestos e injurias que demeritan más a quien los profiere.

Por fortuna, junto a las manifestaciones negativas, aparecen mensajes de esperanza, de aliento y de oración pidiendo al Dios bueno que ilumine los corazones de quienes han encontrado en la violencia una forma de vida, para que rectifiquen el camino y se percaten de que sólo con la paz pueden florecer los más altos valores que hacen del ser humano el ser superior; que la felicidad sólo se logra cuando se sirve a los demás.

En este momento del conflicto que nunca debió suceder, es imposible pedir a las fuerzas del orden que abandonen la plaza, que ya no se desplieguen por las calles y carreteras de la región, como es también imposible pedir a quienes están enfrascados en luchas de poder, que terminen con sus acciones que siembran la muerte y el miedo en una comunidad que ha venido a resultar la víctima de políticas equivocadas en la conducción de los destinos de la gran nación mexicana, que fue ejemplo de paz, estabilidad y desarrollo cuando todos sus hijos marcharon unidos por la justicia social. 

La redes sociales son un gran avance tecnológico ideado para bien de la humanidad y es lamentable que se estén usando como un arma para desparramar mensajes de aversión cuando debían ser una cadena de buenos deseos y, quizá, de oración por la paz, como las exhortativas del Papa Francisco, que convoca a todos los hombres de buena voluntad para que sean hermanos de sus hermanos, no lobos feroces.