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Los obstáculos

Un artículo publicado en el Washington Post sobre la economía estadounidense, dice que, sin reformas fiscales de fondo, no habrá recuperación y agrega que la opción es muy simple: “O recesión o guerra”. Si eso ocurre con el vecino en uno de sus mejores momentos, ¿qué puede esperarse en el Anáhuac, donde los problemas se esconden o se niega con el mayor desparpajo? Aquí, los asuntos fiscales son la punta del iceberg.

El desorden fiscal y las bajas recaudaciones son temas obligados en todos los foros en que se tratan los problemas de México. Recién, el Fondo Monetario Internacional dio a conocer un informe titulado ‘Las perspectivas de México’, en el que se explica cómo todos los pronósticos de crecimiento se estrellan en una realidad que se obstina en desmentir los coros triunfales que se entonan mientras la gente pide pan y no le dan.

Los obstáculos

Asegura que “México debería reforzar la recaudación de impuestos: El país se destaca entre otros similares de América Latina y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) por su baja proporción de impuestos recaudados, que restringe el gasto público. México podría invertir más en infraestructura pública —un rubro desatendido— si mejora la recaudación, cierra las lagunas que permiten la elusión fiscal e imprime mayor eficiencia al gasto”. Lo dice un organismo que sabe.

Para apuntalas estas afirmaciones, enseña una serie de graficas en las que demuestra que la proporción de los ingresos tributarios en comparación con el Producto Interno Bruto en México es de 13.42%, en tanto que el promedio de los mismos en la América Latina es de 18% y entre los países miembros de la Organización Mundial del Comercio es de 24 por ciento. Además, la inversión en infraestructura es bajísima.

A partir de esta falla en la economía nacional, se originan otros problemas como son los de un bajo crecimiento, que se propone en términos modestos; pero que, siempre acaba por debajo de las cifras planteadas, con afectaciones directas que nulifican sus afectos, ya sea por alta inflación y por las inexplicables y absurdas tasas de referencia.

El propio Fondo, asegura que el crecimiento fue de 2,1% en 2017 y será 1,9% en 2018.

Con el agravante de que los beneficios de ese crecimiento se concentran en muy pocas manos, los bancos, los magnates y las empresas dominantes, tienen niveles de expansión de dos dígitos, mientras los estándares de vida de quienes sólo tienen sus manos para llevar la gorda a la casa, descienden con el aval de las autoridades que han determinado por mandato legal, que una persona puede comer tres veces al día con los 88 pesos que gana por jornada laboral de ocho horas en condiciones precarias.

En el mismo informe del FMI se indica que la pobreza aflige a más del 40 por ciento de la población de México. La desigualdad, medida por medio del coeficiente de Gini (un coeficiente igual a 0 representa igualdad perfecta), sigue rondando el 0,5, frente a un promedio de 0,3 en los países de la OCDE. La pobreza y la desigualdad, que se observa de muchas y muy distintas maneras, golpeando con mayor rudeza a las mujeres y a las etnias que han permanecido al margen de todos los avances de la vida moderna.

En ningún informe que se refiera a este país puede faltar el tema de la corrupción, que tiene un alto costo. “Fortalecer el estado de Derecho y combatir la corrupción deben ser prioridades para México. La lucha contra la corrupción incrementaría la productividad al promover la inversión en las empresas más productivas y al reducir la búsqueda de ventajas económicas. Por lo tanto, la rápida implementación de todos los componentes de los planes anticorrupción a nivel nacional y estatal es esencial para elevar el crecimiento potencial”. Eso que se entiende en todo el planeta, aquí no.

Nomás para dar una idea de lo que señala el FMI, ayer mismo el Inegi, a través de la Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental 2017, indica que el costo total de la corrupción en México fue de 7 mil 218 millones de pesos durante 2017, lo que equivale a 2 mil 273 pesos por cada mexicano. Eso, con ser tan grave, no es lo peor.

Lo peor es que la corrupción crece y se fortalece, dado que la tasa de prevalencia de corrupción pasó de 12 mil 590 víctimas por cada 100 mil habitantes en 2015, a 14 mil 635 en 2017; mientras que la incidencia pasó de 30 mil 97 actos de corrupción por cada 100 mil habitantes a 25 mil 541 en 2017. Así, ¿cómo?