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¿Cuánta gente sobra?

¡El planeta no aguanta 7 mil 500 millones de personas! ¡Urge una guerra que permita liberar al planeta de tantas bocas!

Una gran escandalera se armó en el planeta cuando, en 1859, Carlos Darwin publicó su libro Sobre el Origen de las Especies por Medio de la Selección Natural. Quienes más se opusieron a la teoría, fueron los creyentes en la idea cerrada del hombre como creación divina. La consideraron profana por cuanto argumentaba en contra de la fe; Ahora, la ciencia acepta la evolución y la selección natural explica la sobrevivencia.

Su éxito se debió a que, con sus planeamientos daba clara respuesta a los temores que había sembrado clérigo y economista Thomas Robert Malthus con su Ensayo sobre el principio de la población, publicado por primera vez en 1798, en el que afirmaba que la población tiende a crecer en progresión geométrica, mientras que los alimentos sólo aumentan en progresión aritmética, por lo que la población se encuentra siempre limitada por los medios de subsistencia. En algún momento, ya no habría qué comer.

¿Cuánta gente sobra?

Ya para finales del siglo XIX y principios del XX, aparecieron los economistas que no sólo demostraron la irrelevancia de la propuestas de Malthus. Karl Marx llegó más allá al insultarlo y ridiculizarlo pintándolo como despreciable y desvergonzado adulador de las clases burguesas imperantes. Marx dijo que el Maltusianismo era una defensa del capitalismo y por lo tanto, formaba un ataque las doctrinas sociales y a los obreros.

Para los marxistas, no era que la producción alimentaria y de los demás satisfactores fuera insuficiente para cubrir las demandas de la población; sino que, el problema era la mala distribución de la riqueza, entendida ésta como resultado del trabajo, pues en tanto que el capital se llevaba la tajada del león, los obreros subsistían en condiciones precarias. Vinieron las grandes revoluciones sociales del siglo XX y la justicia social.

No ha faltado quien diga que fueron las guerras, tanto mundiales como nacionales y regionales, las que favorecieron la producción, generando un elevado número de empleos con sueldos suficientes para la manutención de las familias. Así mismo señalan al proceso de industrialización derivado de las mismas. Tampoco falta quien diga que con millones de muertos, había menos bocas que alimentar y tanto los alimentos como los demás bienes de consumo general, pudieron alcanzar para todos. 

Pero, no; las guerras desolaron los campos, acabaron con la producción alimentaria, dirigieron la producción industrial y el comercio a la satisfacción de las demandas bélicas. Hubo mucha hambre, abandono y muerte. Un hedor de muerte por doquier. La barbarie se apoderó de muchos países en los que el ser humano se convirtió en el lobo del hombre. Exterminios masivos de gente indefensa por motivos de credo o de raza.

Pocos países escaparon a esos horrores, como México, gracias a la Revolución y a su fruto más preclaro, la Constitución. Pero, como es imposible negar que la historia es cíclica y que se repite de tanto en tanto, ha vuelto el capitalismo salvaje con su rostro feroz de neoliberalismo, esgrimiendo los mismos argumentos de que sobra gente.

¡El planeta no aguanta 7 mil 500 millones de personas! ¡Urge una guerra que permita liberar al planeta de tantas bocas!, claman las voces que el Papa Francisco denuncia cuando dice que: “En varias ocasiones he definido este tiempo como un tiempo de guerra; como una tercera guerra mundial por partes, en la que vemos cotidianamente crímenes atroces, sangrientas masacres y la locura de la destrucción”: los potentados.

La realidad, es que no se trata de sobrepoblación; sino de equidad. De que pare la criminal acumulación de la riqueza a costa de vidas humanas y de la salud del planeta que se contamina despiadadamente de manera tan irreversible que Stephen Hawkins dijo que habría que buscar otro mundo dónde vivir. ¡No falta comida ni espacio; sino justicia!