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‘1ª, 2ª y 3ª llamada’

*Cuando te conviertes en el papá de tus papás

El tiempo es algo que no podemos detener y de repente volteamos a ver a nuestros padres y descubrimos que hoy día lucen muy distinto y están muy lejos de ser aquellos personajes fuertes, ágiles, decididos y echados pa’ lante que nos criaron. Sin embargo, aunque su aspecto y destrezas han cambiado, hay algo que sigue intacto: su amor incondicional por ti. 

‘1ª, 2ª y 3ª llamada’

Estoy seguro que ver envejecer a nuestros padres a todos nos resulta difícil. Hay sentimientos encontrados porque, por un lado, sentimos una ternura infinita al verlos hasta cierto punto indefensos y, por otro lado, nos invade la nostalgia (que muchas veces es enojo) al ver como se diluye la imagen de aquellos papás fuertes con los que crecimos y que hoy nos toca cuidar. 

Sé que muchos podrían tener historias muy difíciles en su infancia o experiencias donde los papás no les dieron aquello que necesitaban (material o emocionalmente), sin embargo, la vida no te está pidiendo que seas el hijo que ellos merecen, sino el mejor hijo que puedas ser hoy. Vivir en el resentimiento no cambia el pasado, pero la determinación de apoyarlos y entenderlos cambia radicalmente tu presente y tu futuro. 

Incluso, hay quienes hemos tenido padres excepcionales (con defectos y tropiezos obviamente) y aún así, nos desesperamos porque hay días que se hacen del baño, no se quieren tomar la medicina o no quieren comer. Créeme, no lo hacen a propósito ni para fastidiarnos. 

¿Por qué nos duele o asusta tanto? Porque al final del día, su condición nos está avisando anticipadamente su partida y eso nos llena de temor. Es una situación que nos descompone porque nos confronta con nuestra propia adultez a través de su vejez. 

Sé que amas a tus hijos y sé que también te has desesperado con ellos. Lo mismo ocurre con nuestros padres cuando nos toca cuidarlos. Perdonémonos, porque es humano y completamente natural que nos desesperemos y también es natural corregir. Sentimos mucha culpa porque tenemos setecientas veinte actividades y al final del día estamos rendidos. Te diré algo, lo más fácil es no estar, no ver y no procurar. Pero lo más difícil es querer estar y no poder porque ya murieron. 

De todo lo que yo te pueda decirte, lo más valioso es sugerirte que te quedes con la satisfacción del deber cumplido. Haz tu parte, independientemente de cómo haya sido tu historia con ellos. Ellos en su momento hicieron lo mejor que pudieron con el conocimiento y herramientas con las que contaban en ese momento. No es para justificar, sólo para entender y que hoy puedas reconocer que tal vez hoy tú cuentas con más madurez que ellos cuando tenían tu edad. 

Tener la satisfacción del deber cumplido te da la tranquilidad de haber hecho tu parte y no sólo por ellos, porque a través de tus actos tú les estás enseñando a tus hijos cómo ser contigo cuando tú crezcas. No quemes el puente por el que algún día has de pasar y acepta que no es tu culpa que ellos sean mayores y no es culpa de ellos el que no puedan ser como tú quisieras que ellos fueran. 

No se trata de que abandones tu vida y descuides tus responsabilidades, se trata de que en la medida que puedas los integres a tu vida. Ellos sólo quieren que los escuches y que puedas compartir tiempo con ellos. Si hoy día eres una persona independiente y autónoma asegúrate de darle las gracias a tus papás porque hicieron muy bien su trabajo (con todo y los bemoles que hayas atravesado) y hoy día eres alguien que los puede apoyar. 

Cuando llegue la tercera llamada para ellos (porque llegará) quédate con la satisfacción del deber cumplido porque pudiste apoyarlos y acompañarlos siendo el mejor hijo o hija que podías ser independientemente si a tu punto de vista lo merecen o no. Hazle un homenaje a tu humildad y a tu fortaleza, porque no hay mejor almohada que una conciencia tranquila. Nos leemos la próxima semana. #Anótele

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