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‘Transforma la culpa en oportunidad’

¿Quién no ha sentido culpa? Te puedo asegurar que todo el mundo. Todos cometemos errores - ¡dímelo a mí! – y sentir culpa es tan natural como respirar. Lo que no es natural es vivir en ella. 

A lo largo de la vida nos enfrentáremos a situaciones en las que invariablemente terminaremos sintiendo una culpa galopante, ya sea por una mala decisión que tomemos, alguna conducta que incomode a alguien más, nos meteremos en algún lío que por abrir la boca de más y seamos imprudentes o simplemente, afectaremos a alguien más (con o sin intención) a través de nuestros actos. Y les diré algo: sentir culpa es una buena noticia, porque de lo contrario seríamos psicópatas; esos personajes desalmados que literal no sienten el menor remordimiento al atropellar emocional o físicamente a los demás. 

‘Transforma la culpa en oportunidad’

La culpa tiene un propósito en nuestras vidas. Sentir culpa puede ser la catapulta a la reflexión y a la introspección. A darnos cuenta de qué es aquello a lo que necesitamos poner atención para corregir nuestros procederes o para replantearnos las prioridades en la vida. 

Veamos y analicemos los siguientes escenarios. Primera situación. Imagina que tu mejor amiga está atravesando por una racha espantosa y anda arrastrando la cobija en su depresión. Tú has estado ahí para ella, la has escuchado y acompañado en su proceso de duelo. Pasan las semanas y te vas con tu esposo a pasar un fin de semana a la playa. De pronto, antes de salir de la ciudad, recibes una llamada de tu amiga que está en histeria total, llorando incontenidamente y necesita de ti. ¿Qué haces? ¿Qué decisión tomas? Por un lado, si te vas a la playa te sientes culpable con tu amiga por haberla dejado a la deriva y, por otro lado, si cancelas el viaje te sientes culpable con tu esposo. ¿Tú qué decidirías? ¡Está cañón! 

Segunda situación. Despidieron a un compañero de tu trabajo por un reporte que tú no revisaste y lo culparon a él, sabiendo que quien cometió el error fuiste tú. Él tiene una carga de responsabilidades económicas mucho más fuerte que la tuya y tú decides guardar silencio. Por supuesto que durante una semana no puedes dormir porque el remordimiento y la culpa te están atormentando. ¿Tú qué harías, confesarías la verdad o protegerías tu trabajo y “reputación”? 

Tercera situación. Desde hace una semana tu hijo adolescente te está pidiendo permiso para ir a un concierto. Tú te has mantenido firme y le has dicho que bajo ninguna circunstancia va a ir a ese concierto. Te insiste tanto, que tú al final terminas por ceder y el chamaco se sale con la suya. Tres horas después, recibes una llamada donde te avisan que tu hijo tuvo un accidente y murió. El mundo se te viene encima y la culpa que sientes equivale a las Cataratas del Niágara y en tu mente no dejas de repetirte: “No debí haberle dado el permiso. Fue mi culpa”.

Te darás cuenta de que en estos tres escenarios la culpa tiene un matiz diferente, no obstante, en cada uno de ellos el resultado es el mismo, una culpa monumental. Sin embargo, en cada una de estas situaciones hay mucho de lo que se puede aprender para crecer. En el caso de la amiga deprimida existe la oportunidad de aprender a diferenciar lo importante de lo urgente; en el caso del despido del compañero se abre la opción de ejercer la honestidad y en el caso del hijo que se accidentó, se presenta el momento para entender que todos llevamos grabada una fecha de caducidad y que nadie mueres antes ni después de esa fecha y como el destino teje las circunstancias para que la fecha se cumpla. 

No conozca a nadie que viviendo en “culpilandia” crezca interiormente, ni fortalezca su espíritu. ¿Sientes culpa? ¡Excelente! Tienes la oportunidad de transformarla en un sinfín de opciones. Humildad, fortaleza, honestidad, congruencia, valentía, honradez, honorabilidad, sabiduría, respeto, justicia. ¿En cuál de estas virtudes quisieras transformar tu culpa? La culpa es la perfecta oportunidad para que a partir de ella puedas crecer. La culpa es la alarma interior que se enciende para avisarte que es momento de reparar el daño que causaste. Y si no es posible disculparte u ofrecer alternativas, entonces también la puedes utilizar como experiencia para irte puliendo hacia el camino de la excelencia. ¡Así es que renuncia a victimilandia! A tomar el toro por los cuernos y decídete ponerle acción a la culpa para transformarla a tu favor. Nos leemos proto y ¡anótele! 

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