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Madres, esposas, amigas, hijas, incendiarias

Varios libros recientes de autores chilenos se hacen preguntas sobre las ansiedades y las experiencias de las mujeres, tanto en el país latinoamericano como fuera de él

El colectivo Las Tesis, durante una manifestación en Santiago de Chile, en noviembre de 2020.Madres, esposas, amigas, hijas, incendiarias

Al menos una vez al día pasa alguna ambulancia frente al edificio. Cada vez son más”, anota A. Su amiga N intenta ayudarla a reconstruir una tragedia personal, un accidente dentro de una gran enfermedad llamada Chile que no protege a los más vulnerables, castiga el descontento, sanciona la pobreza y la exclusión en un ejercicio de darwinismo social. “¿Es normal que juntemos dinero para que algunos servicios hospitalarios compren los insumos que no tienen para soportar la crisis? ¿Es normal que se tripliquen algunosprecios? ¿Es normal que los empresarios no pongan el bien común por encima de sus intereses? ¿Es normal que arriesguen a los trabajadores y a toda la sociedad en su beneficio? ¿Es normal que tengamos políticas públicas que no ayuden a los más necesitados?”. Preguntas frecuentes, el nuevo libro de Nona Fernández (Santiago de Chile, 1971), responde implícitamente a estos interrogantes haciendo de la conversación entre dos mujeres una forma de resistencia.

Media docena de libros publicados en Chile en los últimos meses coinciden en plantear preguntas en torno a las ansiedades y experiencias de las mujeres no sólo de ese país. Debimos ser felices, primera novela de Rafaela Lahore (Montevideo, 1985), narra la historia de tres de ellas. Cuando la hija descubre una nota de suicidio de su madre, el pasado comienza a parecer destino y surgen las simetrías. “Mi abuela quería acompañar a mi madre y mi madre la quería acompañar a ella, así que volvieron a convivir después de que mi padre se fue de casa. Ya había sido así: cuando un hombre desaparecía, ellas volvían a juntarse”.

Debimos ser felices recorre un arco que va desde la incomprensión de las causas del sufrimiento de la madre hasta la constatación de que no es la única que tiene una herida: el dolor une a las tres mujeres tanto como el amor que se tienen. “Durante su juventud mi madre garabateó notas de suicidio y las destruyó, porque estaban hechas para no durar, para ser parte de una fantasía que la arrastraba a veces. Una de ellas, sin embargo, sobrevivió en una libreta vieja y cuando décadas después la encontré y se la leí, ella había asumido de tal forma esa parte de sí misma que no pudo alcanzarla la lástima ni la vergüenza”, escribe.

Algo similar sucede en Nostalgia de la madre muerta, de Federico Zurita Hecht (Arica, 1973), la historia de cuatro generaciones de hombres de una misma familia que intentan fijar el recuerdo de la madre y reconciliarse con su pérdida. “Quiero recordar, regresar […] al regazo de mi madre lejos de la muerte”, admite el narrador sólo para descubrir que existe una importante diferencia entre “retener el pasado en el hoy y recordar el pasado desde hoy. Para [su hijo], la madre, que ya no estaba viva, no debía quedar inmutable para que su origen no se desvaneciera. Para él su madre, estando muerta, cambiaría como recuerdo, acorde con la forma en que él mismo cambiara. Lo importante, sabía él y me lo demostraba el mismo día en que su madre moría, era no olvidar”.

No olvidar es lo que se propone también la narradora de Ella estuvo entre nosotros, de Belén Fernández Llanos (Santiago de Chile, 1986), cuya sensibilidad y vocación se desarrollan al tiempo que su madre enferma y muere. Una vez, en un sueño, la madre regresa. “Era tanta nuestra felicidad de volver a verla que preferíamos no indagar en dónde estuvo [pero] a las semanas, ya nadie intentaba comunicarse con ella. Todos […] dejábamos de hablar”, escribe. Pero continúa narrando, en la vigilia. Y aunque no puede recordar la voz de su madre, ya tiene una propia; con ella narra, entre lo íntimo y lo público, el triunfo sobre la enfermedad y la muerte de un sistema de salud que convierte a ambas en negocio, y eso en el momento en que asume la presidencia Ricardo Lagos y parece que “Chile va a cambiar: todos los torturadores van a ir a la cárcel, la salud va a ser prioridad, la educación volverá a ser gratuita y viviremos en un país justo liderado por un presidente verdaderamente de izquierda”.

Lecturas 

Preguntas frecuentes de Nona Fernández.

Debimos ser felices de Rafaela Lahore.

Nostalgia de la madre muerta de Federico Zurita Hecht.

Ella estuvo entre nosotros de Belén Fernández Llanos.

El matrimonio de Marina Mariasch.

Días festivos de Carolina Soto Riveros.

Nosotras, las otras de Viviana Ávila Alfaro.



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