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Víctima de la mediocridad

Los primeros diez años de su carrera estuvieron dedicados a la tragedia, esto es, a lo que la gente llama teatro serio

México perdió ayer a uno de sus grandes retratistas, quien elevó la comedia satírica a los niveles del arte y vivió en carne propia la censura de los poderosos, la pichicatería de los empresarios y el cierre de espacios a la crítica con sentido agudo. Héctor Suárez fue un comediante de altos vuelos al nivel de Votorio Gassman (El Profeta) y Mel Brooks (La loca historia del mundo). Incursionó con éxito en el teatro, el cine, la televisión y el teatro de revista. Como los grandes de la escena, escribía sus libretos.

Nació el 21 de octubre de 1938: “Inicié en esto por accidente, yo tenía otros planes en mi vida. Iba a pasar el primer año de superior en el Politécnico; pero un día la novia de mi hermano Sergio, que era española, llegó a la casa y como ella hacía teatro, me pidió que le ayudara a ensayar una obra que se llamaba Los Muertos. Quedó tan complacida que me dijo que debería de ser actor. Yo le contesté que estaba loca; pero, después de fastidiarme dos meses me convenció y llegué a la clase de Carlos Ancira de oyente, en 1958, en la Academia Andrés Soler”. De ahí ‘pa´l’ real, se entregó por entero a la actuación.

Víctima de la mediocridad

Los primeros diez años de su carrera estuvieron dedicados a la tragedia, esto es, a lo que la gente llama teatro serio. Bajo la tutela del maestro Ancira, alternó con personalidades como Alejandro Jodorowsky, Alfonso Aráu, Susana Alexander y Héctor Bonilla. Montó obras de autores de mucha complejidad: Kafka, Ionesco y Strindberg, y tomó clases de pantomima con el gran mimo francés Marcel Marceau. En los 70, incursionó en el cine haciendo papeles secundarios al lado de grandes figuras de la pantalla.

Fue en los 80s cuando se consolida en papeles memorables y películas importantes dentro del cine mexicano, como Lagunilla mi barrio, El Milusos y Mecánica nacional, junto a elencos de primera línea, como Manolo Fábregas, Lucha Villa, Sara García, Gloria Marín y otras grades figuras. El actor trágico sede su lugar a un gran comediante de mucha sensibilidad, gran dominio corporal y notable habilidad para la improvisación de acuerdo a la circunstancia en cada una de las escenas. Inauguró una nueva era.

Reunió en su persona al crítico mordaz, al comediante fino, al actor recio y al personaje tierno. Por ello no fue raro que la televisión le abriera las puertas, primero con programas intrascendentes, y luego con la gran oportunidad de hacer ¿Qué nos pasa?, una sátira cotidiana que alcanzó los más altos niveles de popularidad por su propuesta fresca, original y certera. Sus personajes se volvieron clásicos de las artes escénicas nacionales: el negro Tomás, Ciriaco (el No hay), el Flanagan, Don Rigoletto, Doña Soyla, etc.

¿Qué nos pasa? tuvo dos exitosas temporadas; la primera de 1985 a 1987. El fin de este temporada fue a consecuencia de las críticas que hizo al gobierno de Miguel de la Madrid por la pobre y tardía respuesta que tuvo ante los estragos provocados por los temblores en la Ciudad de México. La segunda, de 1998 al 2000, terminó porque la administración de Televisa le exigía que recortar el presupuesto de sus sketches para tener un mayor margen de utilidad; él se negó a sacrificar la calidad por la utilidad.

Sostuvo siempre que: “La comedia es en serio. La comedia si no se hace en serio, no es comedia. Todo lo demás es chabacano; pero la verdadera comedia, es en serio. La raíz de la comedia es la pena ajena, que es risible, mientras le pasen cosas a otra persona y a ti no, te vas a morir de la risa”. Abundó en el sentido de que reírse de una situación difícil que le pasa a otra persona no es burlarse; sino traer a la escena el testimonio de una tragedia personal, que muchas veces se convierte en tragedia social al callarla. 

Con respecto de sus personajes, señaló que: “No se podía hacer un personaje a tontas y a locas, cada personaje tenía una misión, ¿qué te puedo decir? Por hablar en voz alta, El No Hay-Ciriaco. Ciriaco, es un hombre que es poliomielítico; tiene poliomielitis, por eso su dificultad para andar, para expresarse; entonces, tienes que pensar ¿qué pensamientos tendrá ese hombre?, ¿qué periódico lee?, ¿come carne?, ¿qué come?, ¿frijoles?, ¿en dónde duerme?, ¿cuánta ropa tiene?”. Llevas la atención a un drama personal.

Luego de sus grandes éxitos, Héctor Suárez se refugió en el teatro donde podía expresar libremente sus inquietudes y llevar sus propuestas a un público que le siguió siendo fiel, precisamente por su rebeldía en contra de un sistema que no respondía a las expectativas de un pueblo que jamás se dobló ante la tragedia.

El 4 de septiembre de 2015, le fue detectado un cáncer de vejiga que, finalmente, lo llevó a la tumba, ayer. Este es un caso más de un actor que pudo haber dado más al arte escénico; pero que fue víctima de la mediocridad.