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El Hombre Nuevo

La reanudación de las actividades escolares ya no puede ser bajo los mismos criterios enciclopedistas, expositivos, de ‘machete’ o coactivos

Una vez más, mientras el mundo se debate en medio de feroces enfrentamientos de diversa índole: entre ciudadanos, de ciudadanos contra gobiernos y entre gobiernos, México está dirimiendo sus diferencias de una manera pacífica, con manifestaciones que ponen en evidencia los propósitos de cada uno de los actores: estén a favor o en contra de quien o quienes consideran que lesionan sus intereses, algunas veces sin que importe si esos intereses son legítimos o corresponden a la realidad que se vive.

El Instituto Nacional Electoral, por mandato constitucional, tuvo a su cargo las actividades relativas a la capacitación y la educación cívica, así como la creación de programas enfocados a estos temas y a la difusión de la cultura democrática; pero, como todo lo que hace esa entelequia costosísima, el resultado es un fracaso rotundo. No se ha avanzado un ápice en la construcción de ciudadanía, siendo un renglón tan importante.

El Hombre Nuevo

Hubiera sido muy bueno que al recibir la encomienda y los recursos (que se repartieron entre los mismos de siempre), el aparato electoral hubiera imbuido en la ciudadanía la consciencia de que la propia vida depende de la cooperación con otras personas; y esto, a la larga, fomenta la participación en la toma de decisiones sociales, la confianza interpersonal, el altruismo, la equidad, el ejercicio del derecho al voto y el interés en la política. Actitudes y valores, como respuesta individual y comunitaria a las tragedias.

No fue así; pero, las circunstancias, indudablemente adversas, han propiciado la rectificación. Quizá ha llegado, durante la época de la postpandemia, la oportunidad singular de construir al hombre nuevo, al mexicano solidario, consciente y participativo que logre superar los obstáculos de ambición, egoísmo e insensibilidad que han sido promovidos por el capitalismo feroz para convertir al ser humano en una máquina de producción de alto rendimiento y bajo costo. Ha llegado la hora de recobrar el humanismo.

Durante la etapa de aislamiento, fueron más evidentes las deficiencias del sistema educativo actual. Los alumnos, de todos los niveles, han quedado hartos de tantas horas perdidas en copiar en el cuaderno páginas y páginas de los libros de texto, o de resolver problemas que no entienden porque en algún momento del proceso inductivo se tronchó el hilo conductor del programa y no hay forma de ir más allá en la comprensión de las relaciones numéricas, las propiedades de las matemáticas y sus abstracciones.

La reanudación de las actividades escolares ya no puede ser bajo los mismos criterios enciclopedistas, expositivos, de ‘machete’ o coactivos. Las circunstancias se presentan propicias para un cambio, y más, para un cambio radical. Para la creación del hombre nuevo bajo los criterios de la cooperación social, a fin de despertar la conciencia y la solidaridad, poder de acceder una sociedad más humana y un mundo mejor, con los valores del México del siglo XX y así contribuir al bien común. 

Cuando en México se dio el frustrado intento de reforma educativa adoptando como eje central el Método Global de Análisis Estructural y las Matemáticas Modernas, en Brasil, Paulo Freire, luego de estudiar la estructura educativa de su país, concluyó que se trataba de una ‘educación domesticadora’ tan profundamente elitista como autoritaria y desvinculada de la realidad. Propuso, en cambio, un sistema formativo con aquellas virtudes que favorecen el crecimiento de los alumnos: Coherencia, Humildad, Atención Activa, Espíritu Crítico, Tolerancia, Rechazo a la Indiferencia, Optimismo y Afectividad. El cual debe conducir a transmitir honestamente las herramientas técnicas debidamente aceptadas para que los alumnos puedan enfrentar la vida profesional y la vida misma con éxito. “Ya no se puede seguir con el método expositivo de cátedra, es necesario crear una nueva experiencia, donde aprender se convierta en una interacción positiva y retadora, con visión de futuro para formar jóvenes con mentalidad abierta, flexible, comprometida con los avances científicos y tecnológicos acordes a la cultura y a la verdad”.

Pocos años después, el psicólogo estadounidense David A. Kolb diseñó, en 1984, un modelo sobre métodos de aprendizaje en el que se teoriza que existen tres grandes agentes que modulan los estilos de aprendizaje de cada persona. Estos tres agentes son la genética, las experiencias vitales y las demandas de nuestro entorno.

Así, creó el Modelo Kolb, que enuncia cuatro fases del proceso de aprendizaje: 1. Experiencia concreta. 2. Observación reflexiva. 3. Conceptualización abstracta. 4. Experimentación activa. Este proceso no es homogéneo, sino que ocurre en diferentes ritmo, de acuerdo a las características de los alumnos: Activos o divergentes; reflexivos o asimiladores; teóricos o convergentes; pragmáticos o acomodadores.

Por ahí puede buscarse el camino que lleve a superar las deficiencias prepandemia.