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Un tema a debate

La ignorancia siempre ha sido uno de los más eficaces generadores de miedo. No sólo se teme lo que se conoce; sino que se teme más lo que no se entiende, como ha venido a ser el caso del trabajo y de la migración. A principios de este siglo, se aceptaba, aunque fuera ilegal, el ingreso de mexicanos que iban a Estados Unidos a trabajar y luego regresaban a México, e igual la solicitud de asilo permanente de africanos, asiáticos y centro y sudamericanos que huían de la violencia.

Ocasionalmente se dan a la prensa casos de figuras relevantes de la política, el espectáculo o las ciencias, que tenían a su servicio trabajadores indocumentados y no pasó nada. Si hubiera que señalar a un ganador de esta situación, serían los vecinos del norte, que disponían de mano de obra barata y oportuna, que, además, pagaba impuestos, descontados de sus salarios, sin recibir beneficios. La contribución de los migrantes a la economía de EU fue notable. Así era hasta 2001.

Un tema a debate

A partir de entonces, se han venido implementando una serie de medidas con enfoque diverso cuyo objetivo es cerrar las fronteras del que hasta hace poco era el país más abierto del planeta, definido como la tierra de oportunidades. Estas se encaminaron inicialmente en el combate al terrorismo, que, inclusive, llegó a afectar a los propios norteamericanos por medidas extremas de la administración pública. Se acrecentaron las acciones para evitar el cruce fronterizo de ilegales.

Además, se intensificaron las tareas de las corporaciones que tienen que ver con la migración para sacar del país a los trabajadores que no tuvieran documentos de residencia o permisos laborales, lo que afecto a los obreros; pero, también a los patrones que debieron pagar más por los mismos servicios. Paralelamente, se exigió al gobierno de México endurecer las acciones de su Instituto Nacional de Migración para evitar que más mexicanos o extranjeros llegaran a la frontera.

Las tensiones empezaban a aflojarse, cuando vino el quiebre del sistema financiero y con ello la crisis del 2008, en que la clase media quedó atrapada entre deudas impagables y el desempleo. Un buen número de norteamericanos quedó en la bancarrota y no pocos en la calle, viviendo en tiendas de campaña en plazas públicas y estadios deportivos. Se dijo entonces que había que cerrar la puerta a trabajadores indocumentados del sur, que llegaban a ocupar los pocos puestos.

Superada la contingencia, durante el gobierno del presidente Obama de dio la voz de alarma de que en el 2012, se gastaron unos 18 mil millones de dólares en programas de inmigración y control de aduanas, lo que se consideró un gran despilfarro, pues eran un presupuesto superior al de varias agencias de seguridad juntas; pero, sin decir que la mayor parte de esos fondos fueron para dar atención a solicitud de ingreso del turismo proveniente de todo el planeta; no por los ilegales.

Sin embargo, no puede dejar de reconocerse que el costo de la migración indocumentada ha ido en aumento; no necesariamente porque sea mayor el flujo de los migrantes, sino por las muchas y a veces inentendibles complicaciones que han surgido en las leyes migratorios de los Estados Unidos, que lejos de simplificar y regular los trámites, lo han embrollado y con ello aumentan las cargas y presiones para el propio sistema que debe construir más cárceles y tener más personal.

El problema se ha tornado tan agudo, sin llegar a la crisis, que los gobiernos amigos han aceptado adoptar medidas que contravienen sus propias leyes y tradiciones; sin embargo, parece no bastar y cada día se ciernen más amenazas. En este momento, pende, como espada de Damocles, el cierre de la frontera que prometió el presidente Donald Trump para esta semana y que los voceros de su gobierno dijeron que era en serio. No parece la administración federal entender lo que pasa.

Pueden no querer la migración ilegal; pero, es necesaria mientras no se modifiquen las leyes de migración. Poca credibilidad tiene la idea de que por México pueden ingresar terroristas, que por su propia naturaleza utilizan otros medios. NI México ni los mexicanos desangran la economía del vecino del norte; en todo caso, las remesas son dinero que ya ganaron, y muy duro, los obreros mexicanos. Los trabajos para los mexicanos, ni los más necesitados de allá los quieren. Son infinitamente más los mexicanos que van de turistas, a gastar allá, que los que buscan trabajo.