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Es cosa de allá

Las rabietas del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, son asuntos de aquel país y de sus paisanos. Cualquier cosa que diga o haga, corresponde a los ciudadanos de allá juzgarla y, luego, tomar las medidas adecuadas a sus propios intereses. Decir que va a cerrar la frontera no debe preocupar a los mexicanos, sino a los americanos por cuanto esa decisión, además de ser anticonstitucional, provocaría severos daños a una economía que apenas está saliendo del caos.

Quizá en otros tiempos, con otros gobiernos más flexibles, los terribles anatemas que lanza sobre México pudieron hacer mella; pero, en las actuales circunstancias, fuera del círculo de traidores que sigue sin entender el mensaje del cerro de Las Campanas, a pocos les quitan el sueño. Puede decir y hacer lo que guste y mande, nomás que guarde la distancia y se mantenga dentro de su territorio. Anda por ahí un viejo y conocido refrán que dice que "a palabras necias, oídos sordos".

Es cosa de allá

Ayer mismo, en la ciudad de McAllen, un exitoso empresario de origen mexicano dijo que él y muchos de los hombres de empresa venidos del sur votaron por Trump porque en los negocios no hay consideraciones étnicas, sino intereses que cuidar y consideraron que siendo Donald un genio de los negocios, iban a ser tiempos de vacas gordas para la iniciativa privada, especialmente las empresas pequeñas y medianas; pero que, ya en la presidencia, todo ha sido ir cuesta arriba.

El desencanto que ha provocado el presidente, dijo el declarante, es tanto que ya en el mismo Partido Republicano tiene una oposición cerrada y seguramente que en las elecciones del próximo año será otro el candidato de ese partido que aparezca en la boleta en la elección presidencial. 

Por lo pronto, aseguró una buena parte de los votos que obtuvo en el Valle del sur de Texas, están en entredicho y no es seguro que le puedan favorecer en la próxima contienda por la reelección.

Se refirió además a las declaraciones que hizo e mandatario en el sentido de: "Los demócratas nos  han dado las leyes migratorias más débiles del Mundo. México tiene las más fuertes y ganan más de 100 mil millones al año de Estados Unidos. El Congreso debe cambiar nuestras débiles leyes migratorias ya y México debe detener el ingreso de ilegales a los Estados Unidos... a través de su país y nuestra frontera sur. México durante años ha hecho una fortuna con Estados Unidos".

Es posible que el presidente tenga razón en cuanto a los deberes de los congresistas de Estados Unidos, donde la ley permite solicitar asilo, sin que pueda negarse, a todo aquel que llegue a territorio americano; pero, nada tiene que decir de lo que otros países deban o puedan hacer con respecto a las leyes que los rigen. Desde tiempos inmemoriales, México ha sido tierra de refugio para perseguidos y desterrados de sus propios lares. Desde su independencia México es destino.

Igual africanos que chinos, holandeses y malayos han encontrado en México un lugar donde vivir y trabajar para ser hombres libres y dignos. No puede, entonces, el presidente de otro país decir lo que aquí debe hacerse, por más consideraciones que merezca de sus homólogos locales. El problema está allá, allá que se resuelve, sin involucrar a terceros y menos con amenazas burdas.

Que el cierre de la frontera afectaría a muchos mexicanos, indudablemente; pero, con el lápiz en la mano podrían sacarse los números y balances para ver quiénes serían los más perjudicados con una medida tan descabellada. Y, con eso, si ahora ya hay quien reniega del voto que le otorgó, no sería remoto que creciera el repudio en los lugares donde antes había sido recibido con simpatía. Seguramente que el presidente Trump ya ha hecho sus cálculos y, con bases a sus declaraciones, es posible que considere que le conviene cambiar Texas por Florida. Ora que si lo que dijo en el Lago Okeechobee, es sólo una bravata: "Si México no detiene inmediatamente toda la inmigración ilegal que viene hacia Estados Unidos por nuestra frontera sur, voy a cerrar la frontera, o partes amplias de la frontera, la siguiente semana", pues, entonces, su palabra ira perdiendo credibilidad.

No han faltado voces que dicen que alguien muy cercano al gobierno de los Estados Unidos es quien está promoviendo la integración de caravanas de migrantes centroamericanos para que se internen en territorio mexicano y busquen llegar a la frontera donde se le ofrece apoyo para conseguir asilo. Habría que ver qué tanto hay de verdad en estas afirmaciones que, cuando menos, tienen algún sentido lógico, porque las migraciones hasta hace pocos meses era harto silenciosas. 

No puede descartarse la posibilidad de que se busquen medios para presionar el nuevo gobierno mexicano para que se alinee a las políticas del norte y apoye decisiones que tienen que ver con el futuro de la América Latina, para lo cual, como ocurrió durante el Segundo Imperio, cuenta con la simpatía de los apátridas.