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La profesión

Fue amor a primera vista. La sencilla elegancia de su porte discreto, ¡oh! Quién sabe si era bella; pero, de lo que no hay duda es que era encantadora. Jovencita de sonrisa fácil y trato amable, logró que aquel chiquillo mocoso la amara con todo su corazón y que quisiera estar a su lado más tiempo; escucharla, sentir su presencia que emanaba perfumes nuevos y misteriosos. Ese chiquillo y 30 más, quedaron prendados, y ya no pudieron escapar del embrujo que ocurría cada mañana.

La señorita Talamantes quedó guardada en el recuerdo para siempre; fue la primera maestra de aquel grupo de alumnos que ingresaron al primer año de primaria; unos con experiencia en el jardín de niños, otros, no. Indudablemente que su entrega y dedicación inspiraron en todos los que estuvieron bajo su magisterio a seguir en la escuela y encontrar en el conocimiento de los tres grandes campos de la cultura humana, arte, ciencia y moral, un camino de vida plena y productiva.

La profesión

Otras maestras y maestros vinieron después. La seño Aby, el profesor Antonino, los Martínez Tristán, la profesora Tamez y la querida y admirada Emma Godoy, maestra de temple y de grandes luces. Aníbal Pérez González, María J. González, don Juan Granados, los Cadena. En fin, muchos y muy buenos maestros que han sembrado en los niños y jóvenes del país y de la región los hábitos, habilidades, destrezas, aptitudes, actitudes y conocimientos que les permiten ser útiles a sí y a otros.

Por ser la más conocida y la que mayor trascendencia tuvo en la vida nacional, habría que citar a la maestra Godoy cuando hablaba del magisterio: "La finalidad suprema de todo hombre es el Amor. Se vive para amar. ¡Qué dulce meta! Pero el amor se expresa en el servicio. Vocación humana es servir. Nacimos para ello. Del servicio no se exime a nadie, ni por su edad ni por su condición. Servir siempre, servir a todos. Hay una frase definitiva: "Quien no vive para servir, no sirve para vivir"... Nuestros último servicio será el de enseñar cómo se debe morir". Emma murió sirviendo.

Emma se graduó de maestra en la Escuela Normal Superior e hizo el doctorado de Filosofía en la Sorbona de Paris, Francia. Educada en colegios confesionales, aseguró: "Donde realmente me volví sumamente católica fue nada menos que en la más alta institución del comunismo en México: la Normal Superior. No se podía aguantar tantas retahílas de tonterías. Indignante, indignante. Grite, vociferé en clase. Estuve inaguantable. Intensifique la lectura y medite hasta agotarme. Mis profesores acabaron amándome en invitándome insistentemente al partido comunista...".

No podía Emma, como muchos de los maestros mencionados o no, aceptar la concepción del magisterio como un trabajo; más bien, lo entendían como una profesión y, en los casos más dramáticos, que no fue el de ella, como un apostolado. El Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación no nació con ese nombre y menos con el concepto del maestro como un trabajador. Fue originalmente llamado Sindicato Mexicano de Maestros y Trabajadores de la Educación.

Vinieron los tiempos oscuros de la demagogia y, luego, los de la tragedia nacional, en los que la educación se convirtió en refugio de derechohabientes sin más obligación que seguir obedientes las instrucciones del pastor. Los maestros humildes, pero revestidos de una gran dignidad; los educadores que abrieron los surcos del alma nacional para forjar ciudadanos responsables y horrados, fueron arrochelados por una mafia perversa encabezada por la efigie de la corrupción.

La Cuarta Transformación no puede cuajar sin que antes se rescate a la educación y que se establezca perfectamente que nadie ni nada puede estar por encima del derecho de los niños a recibir una educación de calidad, en que, como dice el Artículo Tercero constitucional, puedan desarrollarse armónicamente todas las facultades del individuo. Ninguna persona en su juicio puede reclamar derechos que lesionen lo más importantes que tiene México: sus niños y jóvenes.

Durante la mayor parte del siglo XX México tuvo un lugar preponderante en el acontecer mundial, que llegó a su culmen con los tres Premios Nobel, gracias al profesionalismo y la entrega de los maestros que siempre pusieron por delante el cumplimiento de sus obligaciones, antes que el reclamo de derechos.