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Un camino virgen

En el verano de 1919, el farmacéutico León Camino Galicia aceptó la regencia de la Almonacid de Zorita (Guadalajara), donde adoptaría el nombre literario definitivo de León Felipe y escribiría parte de su primer libro, editado un año después con el título Versos y oraciones de un caminante, bien acogido por la crítica. De 1920 y 1922, trabajó en hospitales de la Guinea Ecuatorial.

"Nadie fue ayer,/ ni va hoy,/ ni irá mañana/ hacia Dios/ por este mismo camino/ que yo voy. Para cada hombre guarda/ un rayo nuevo de luz el sol.../ y un camino virgen/ Dios".

Un camino virgen

De la costa ecuatorial africana, León Felipe fue atraído por el halo misterioso del país que había hecho la primera revolución social del siglo XX, en donde ya residían dos de sus hermanas y, por tanto, decide trasladarse a México donde imparte clases en la Escuela de Verano de la Universidad Nacional. Ahí conoció a Berta Gamboa, profesora de español. Se casaron en 1923, en Nueva York.

"Deshaced ese verso. Quitadle los caireles de la rima,/ el metro, la cadencia/ y hasta la idea misma. Aventad las palabras,/ y si después queda algo todavía,/ eso/ será la poesía".

En Estados Unidos entró en contacto con Federico García Lorca y otros poetas exiliados de España, retomando su actividad literaria. De ahí se fue a Panamá y, al estallar la Guerra Civil Española vuelve a Madrid, donde criticó la división de las organizaciones republicanas. A finales de 1937 fue a París y luego de retorno a México, donde se convierte en referente obligado del exilio español.

"Poesía,/ tristeza honda y ambición del alma,/ ¿cuándo te darás a todos ... a todos,/ al príncipe y al paria,/ a todos .../ sin ritmo y sin palabras? Sistema, poeta, sistema. Empieza por contar las piedras,/ luego contarás las estrellas".

Con motivo del cincuentenario de su muerte, escribió Arturo del Villar: "Su poesía es autobiográfica, escritura de un republicano 'español del éxodo y del llanto', como dice el título de un poemario impreso en México en 1939. En el exilio está compuesta y publicada la mayor parte de su obra, por lo que resulta el tema general de su lírica. En el largo exilio de 1939 a 1968 siguió combatiendo a la dictadura, denunciando la perversión del régimen impuesto por la fuerza de las armas al pueblo español, y clamando por su libertad. Pero lo hizo desde su sentimiento personal, sin dejarse condicionar por las consignas de los partidos políticos. Tanto en política como en poética León Felipe fue independiente. Debido a ello, según aseguró al presentar ese libro: "Un poema es un testamento sin compromisos con nadie y donde no hay disputas con el canónigo ni con el corregidor. Donde no hay política. A la hora de la muerte no hay política. Ni polémica tampoco. Polémica ¿contra quién? Como no sea contra Dios... Porque delante del poeta no están más que el Misterio, la Tragedia y Dios".

"Poeta,/ ni de tu corazón,/ ni de tu pensamiento,/ ni del horno divino de Vulcano/ han salido tus alas. Entre todos los hombres las labraron/ y entre todos los hombres en los huesos/ de tus costillas las hincaron. La mano más humilde/ te ha clavado/ un ensueño.../ una pluma de amor en el costado".

León Felipe, con humildad, reconoce que sus versos vienen de Dios; que sus palabras son las palabras del Señor que les da forma y sustento para enviar a los hombres su mensaje de amor y de entendimiento. Pero, también son el testimonio de una época, cuando el demonio se apodera de Europa y cae la República española y los países son avasallados por la fuerza de las supremacías.

"No andes errante.../ y busca tu camino./ -Dejadme-. Ya vendrá un viento fuerte/ que me lleve a mi sitio".

Asentado definitivamente en México, escribiendo (Llamadme publicano), traduciendo y adaptando cuentos literarios para guiones de televisión. El ciervo y ¡Oh, este viejo y roto violín!, fueron las dos últimas grandes obras que escribió antes de su fallecimiento, el 18 de septiembre de 1968. Sin embargo, habría que decir que su obra y su recuerdo permanece como un obligado acervo de su época; de la época en que México recibió el talento y la aportación de tantos españoles que vinieron a enriquecer la cultura nacional con sus dotes magníficas en todos los campos de la cultura humana. 

"Yo no soy el filósofo. El filósofo dice: Pienso... luego existo. Yo digo: Lloro, grito, aúllo, blasfemo... luego existo. Creo que la Filosofía arranca del primer juicio. La Poesía, del primer lamento. No sé cuál fue la palabra primera que dijo el primer filósofo del mundo. La que dijo el primer poeta fue: ¡Ay! ¡Ay!