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Un Barzón global

Asegura un viejo y conocido refrán que 'tanto va en cántaro al agua, que se rompe'. Ahora, los expoliados por el capitalismo salvaje, perdedores consuetudinarios de las crisis recurrentes y las 'medidas, dolorosas; pero, necesarias', han alzado la voz y plantean que la salida de la actual coyuntura económica sea la condonación de la deuda que tienen los países del Tercer Mundo con las potencias económicas y organismos financieros internacionales que están a su servicio y les hacen el caldo gordo.

Antecedentes en la materia hay a pasto, buenos y malos. El ejemplo magnífico e inolvidable es el del primer ministro de Suecia, Olof Palme, quien iba a su trabajo en bicicleta y fue asesinado al salir de una función de cine con su esposa porque, dentro de sus políticas con elevado sentido humano y racional, condonó la deuda de las naciones africanas con su país y determinó destinar un porcentaje del producto interno bruto para financiar proyectos productivos en las naciones que agonizaban de hambre.

Un Barzón global

Si en este momento se consultan las biografiás oficiales de Palme se encuentra que en ellas se habla de su pacifismo, de su condena enérgica a las potencias que libraban la Guerra Fría y las dictaduras del planeta, así como su sólida defensa de los derechos humanos y la libre autodeterminación de los pueblos; pero, no de las acciones que llevaron a liberar a países acogotados por su deuda externa a la liberación y con ello la posibilidad de que pudieran ocuparse en atender las necesidades urgentes de su población.

Pero, ahí está la entrevista que concedió a El País el 28 de octubre de 1985, en la que responde a una pregunta sobre la deuda de los países pobres: "Estoy convencido de que este problema sólo se podrá solucionar con la participación constructiva de los países industriales. Hay que ayudar a poner en marcha las economías del Tercer Mundo, darles poder adquisitivo para que comiencen a solucionar sus problemas. Son países que han estado apoyando el desarrollo de nuestras economías y que, al hacerlo, se han endeudado hasta un límite en el que ya no pueden más. Nuestra posición es que a los países más pobres, como Tanzania y Nicaragua, hay que perdonarles la deuda". Lo dijo y así lo hizo de inmediato.

Caso muy diferente fue el de México con el entonces secretario de Programación y Presupuesto, Carlos Salinas, quien asistió a la Reunión del Cepal en substitución del presidente Miguel de la Madrid y ahí hizo lo necesario para boicotear la moratoria de pagos de la deuda externa de los países de la región que ya no podían soportar una mayor sangría de su economía por la enorme transferencia de recursos que significaba el pago de intereses. Dejarían de pagar en un frente común para racionalizar la deuda.

En números cerrados, un poco más, un poco menos, la deuda externa de México al final de régimen de Luis Echeverría, era de más de cuatro mil millones de dólares; al término de la francachela de José López Portillo, era de casi 20 mil millones de dólares y cuando dejó la presidencia De la Madrid, ya andaba en los 50 mil. México no fue el único país que cayó en el anzuelo de los tiburones del mundo financiero internacional; de hecho, América Latina engordó sus enormes fortunas, como nunca antes.

En la actualidad, varios países con economías fuertes han tomado medidas sensatas y, en lugar de acabar con la gallina de los huevos de oro, han decidido aflojar la coyunda. China es un ejemplo. En el 2018, tomó la decisión de que varios países africanos quedaran eximidos a finales de ese año de las deudas pendientes contraídas en forma de préstamos sin intereses con el gobierno chino. Los países que se beneficiarán de esta medida, serían los menos desarrollados, los más pobres y los más endeudados que mantienen relaciones diplomáticas con China. No puede decirse que el gigante asiático sea un pan de dulce.

Con esos antecedentes, habría que decir que la propuesta del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG), en el sentido de la condonación de la deuda externa soberana de los países de América Latina por parte de FMI y de otros organismos multilaterales (BID, BM, CAF) y el llamado a los acreedores privados internacionales a que acepten un proceso inmediato de reestructuración de la deuda que contemple una mora absoluta de dos años sin intereses, viene a ser como el rocío de la mañana.

En las actuales circunstancias que han venido a demostrar la fragilidad de la naturaleza humana y, de una manera cruel, que nadie está exento de los males que a sí mismo se ha buscado el ser humano al dejarse arrastrar por la codicia y la ambición desmedida, la propuesta es muy buena. Quizá sea la salvación para el hombre y su único hábitat. Falta que la escuchen y que la entiendan los que hasta estas fechas se han mostrado sordo y ciegos al dolor y las desgracias que ha causado su voracidad.

En un texto firmado por Alfredo Serrano Mancilla, Rafael Correa, Álvaro García Linera y Gustavo Petro, expresan: "La Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y Desarrollo prevé una pérdida de ingresos globales de 2 billones de dólares como consecuencia de esta crisis. Y, por su parte, la Organización Internacional del Trabajo estima que 25 millones de empleos en el mundo están en riesgo. Sigue la salida de capitales de los países emergentes; ya está en valor récord: 60.000 millones de dólares en menos de dos meses (Instituto Internacional de Finanzas). Ante tantas dificultades, la condonación de la deuda externa es una acción tan justa como necesaria". De una contundencia imbatible.

Agregan que: "Al igual que ocurriera en otros momentos históricos marcados por grandes catástrofes naturales, como guerras o enfermedades y pandemias, esta es una oportunidad única para evitar que el peso de la deuda sea un escollo aún mayor que añadir al complejo reto de superar este momento social y económico tan crítico".

Por fortuna, Carlos Salinas ya huyó a Irlanda y Carlos Menen sigue librando escaramuza judiciales por sus pillerías; por desgracia, no está Olof Palme y su asesinato sigue impune. La esperanza son los gobiernos democráticos y con sentido humano.