Editoriales > ANÁLISIS

Recuperar a la familia

La Cuarta Transformación que propone el presidente Andrés Manuel López Obrador, no puede cuajar sin que se recupere el papel de la familia como célula básica de la sociedad. El mismo lo ha señalado: es en el núcleo familiar donde se engendran los valores que hacen al ser humano el ser superior.

A mediados del siglo pasado era lugar común señalar que la mayor fortaleza de México era la familia. Quizá por ello fue que los primeros empeños del capitalismo salvaje fueron el deterioro de la familia y la ruptura del vínculo paterno filial.

Recuperar a la familia

La plutocracia universal, que había provocado dos guerras mundiales y se disputaba la hegemonía del planeta, puso todos sus recursos para demeritar el papel integrador de la familia y así poder conquistas a México sin disparar un tiro y sin gastar en acciones militares. Bastó con una reforma educativa absurda, que trajo al país las teorías pedagógicas de Arnold Toynbee, quien consideraba al nacionalismo uno de los principales enemigos de la civilización,

Con la reforma educativa, las palabras, frases y oraciones ya no fueron tales, sino morfemas, lexemas y gramemas, siguiendo el Método Global de Análisis Estructural en la enseñanza de la lecto-escritura, muy bueno, casi extraordinario, pero totalmente ajeno a la escuela en México. Con ello y con las matemáticas modernas (tengo menos 5), y la idea de que sólo había tres continentes, hicieron que los padres no pudieran entender a sus hijos y que los vástagos pensaran que sus padres eran ignorantes.

De ahí partió la destrucción de la fortaleza de la familia mexicana; luego vinieron los programas de televisión en que los padres, especialmente la madre, son los villanos y no dejan que sus hijos tengan la libertad necesaria para “realizarse”. En el libro “Padres obedientes, hijos tiranos” de Prado E. y Amaya A. se trata sobre los valores que hay en las familias, de cómo han cambiado a medida que pasan los años, y de que el cambio ha sido drástico, como pasar de padres exigentes a otros excesivamente permisivos; como lo plasma en el siguiente párrafo: Antes: Los mismos juguetes para todos (se pelean, pero aprenden a compartir). Padres seguros. Ahora: Cada uno tiene sus propios juguetes (no hay tolerancia, no comparten). Padres inseguros (hay ansiedad en la familia; “mi hijo no me va a querer”).

Las principales funciones de la familia eran: Satisfacer las necesidades básicas del ser humano, tales como: alimentación, habitación, salud, protección, afecto y seguridad; Transmitir a las nuevas generaciones: una lengua y formas de comunicación, conocimientos, costumbres, tradiciones, valores, sentimientos, normas de comportamiento y de relación con los demás, creencias y expectativas para el futuro.

Educar para la vida, es decir, formar a los integrantes de la familia de modo que sean capaces de desarrollarse productivamente como personas, trabajadores, y miembros de una comunidad, a lo largo de toda su vida.

Muchas de tales funciones se complementaban con las de otras agrupaciones: los amigos y otras personas de la comunidad, los grupos que se formaban en las escuelas, centros deportivos, religiosos y culturales, en los lugares de diversión, las organizaciones de participación ciudadana, entre los más importantes.

En la actualidad, las conductas del ser humano, cuando menos en México, están regidas, inexorablemente por los medios masivos de comunicación. Aún quienes no ven televisión, siguen los patrones conductuales que ésta impone. La familia mexicana mantiene precariamente las formalidades; pero, los hábitos, conocimientos, habilidades, destrezas, aptitudes y actitudes de las nuevas generaciones tienen su origen en los “mass media”. Las relaciones interpersonales se dan casi exclusivamente por “celular” o a través de la red.

Recuperar a la familia es parte ineludible del nuevo proyecto de nación.