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¿Qué tiene la espada?

Las fuentes inagotables de sabiduría provenientes de las culturas clásicas, en especial para los arropados por la civilización occidental, la greco-romana; siguen siendo una ancha vía para llegar al conocimiento de las cosas en momentos en que las acciones de los hombres siembran la confusión. La República, de Platón, continúa aportando la más elevada reflexión acerca de la conducta de los seres humanos y de sus gobiernos.

Dice, en sus páginas postreras, que: “-Y esas mismas cosas [aparecen] quebradas o derechas, según se las miren dentro o fuera del agua, cóncavas o convexas siguiendo otra ilusión visual producida por los colores, y es evidente que todo eso produce cierta turbación en nuestra alma; y a esa debilidad de nuestra naturaleza, la pintura sombreada, el arte del charlatán y cien otras invenciones por el estilo no cesan de aplicar las ilusiones de la magia. -Es verdad. -¿Acaso no se descubrieron contra esos convenientes remedios en la medida, el número y el peso, de manera que lo que prevalece en nosotros no es la apariencia variable de la grandeza o pequeñez, de cantidad o de peso, sino la facultad que cuenta, mide y pesa?”. Esto es, la ley, no la apariencia.

¿Qué tiene la espada?

El título pregunta: ¿qué tiene la espada? La respuesta es que, a diferencia de los tan mexicanos machetes, las espadas tienen un doble filo. Los historiadores de Roma se ocupan mucho de la gran ventaja que dio la espada a las tropas romanas que ocuparon todo el mundo conocido de aquellas épocas; pero, lo importante en este momento es notar que, como dijo Newton, a toda acción corresponde una reacción igual y opuesta.

Si el gobierno de Andrés Manuel López Obrador atendió y aceptó el planteamiento de los gobernadores para que sus delegados no participen en temas relacionados con la seguridad de los estados y que: “Se concentrarán en las tareas que el Presidente les ha encomendado de supervisión de los programas sociales”, no deben los mandatarios sentirse satisfechos, porque la experiencia política del presidente los puso en un brete.

Al rechazar el Plan Nacional de Paz y Seguridad 2018-2024, los ejecutivos estatales se están convirtiendo en los chivos expiatorios que habrán de cargar con el paquete en caso de que no resulte tan exitoso como espera y demanda la comunidad nacional; pero, además, tendrán que asumir la responsabilidad que les corresponde en cuanto a la obligación de brindar seguridad en vidas y bienes a los habitantes de sus entidades.

Cada difunto ya no podrá cargarse a la cuenta del Ejecutivo federal; sino que, estará en el cómputo de cada estado. La responsabilidad que asumió en Presidente, de conocer al detalle todo lo ocurrido en el territorio nacional en materia de seguridad y, a partir de ello, fijar responsabilidades y tomar medidas, se trasladará a los gobernadores, que tendrán que dar buenas cuentas.

En el primer párrafo de la presentación del Plan, se dice: “La seguridad de la gente es un factor esencial del bienestar y la razón primordial de la existencia del poder público: el pacto básico entre éste y la población consiste en que la segunda delega su seguridad en autoridades constituidas, las cuales adquieren el compromiso de garantizar la vida, la integridad física y el patrimonio de los individuos. Para ello están dotadas de facultades e instrumentos como leyes y reglamentos, organismos de procuración e impartición de justicia y el uso exclusivo de la fuerza pública. Cuando las instituciones son incapaces de utilizar adecuadamente tales potestades y herramientas y fallan en su responsabilidad de preservar la vida, la integridad y la propiedad de las personas y las poblaciones, entra en crisis su primera razón de ser, se debilita el acuerdo que articula las instituciones a la sociedad, se degrada la calidad de vida y se pone en peligro la existencia misma del Estado”. No, pos sí.