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Realista y objetivo

Interesante resulta que, en lugar de nuevos impuestos o aumento en las tasas de los actuales, se ha optado por mejorar la recaudación fiscal a través de medios disuasivos

La proyección de la economía mexicana para finales de este año y el próximo, contenidas en el Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación 2021, que prevé una caída del 8 por ciento anualizado en el mes de diciembre y un crecimiento de 4.6 por ciento como proporción del Producto Interno Bruto para el año venidero, tiene un sustento realista afianzado en el comportamiento de las variables económicas internas y objetivo desde las perspectivas globales emanadas del Banco Mundial.

Algunas de las decisiones más importantes son las que tienen que ver con la renuencia a afectar la economía popular con nuevos impuestos o el alza de los vigentes; la indexación de los precios de los bienes y servicios que presta el Estado, esto es que los precios de las gasolinas y demás energéticos no subirán en términos reales, aunque sufrirán los ajustes derivados del impacto inflacionario y, quizá lo más importante, que no habrá de contratarse más deuda que la que demanda la sana operación financiera. 

Realista y objetivo

Como reza el texto del propio documento: “Garantizar un nivel de endeudamiento responsable que favorezca la estabilidad macroeconómica y aumentar la eficiencia y la efectividad del gasto público, priorizando inversión pública en salud e infraestructura, y blindando la red social de protección, la seguridad pública y otros conceptos como educación y cultura, y promover un gasto público austero, efectivo y eficiente”. Precisamente, la inversión en infraestructura es la piedra de toque de las partidas.

Hay que hacer notar que la mayor presión que tiene el gobierno para no elevar el gasto en renglones prioritarios, es la enorme deuda pública que pesa sobre las finanzas nacionales; una deuda que se elevó en un cien por ciento durante el sexenio pasado y cuyo costo ahora gravita sobre todos los mexicanos. En este momento, cada nativo y avecindado debe, por deuda pública, alrededor de 100 mil pesos, pues de dos décadas hacia atrás, los datos oficiales arrojan un incremento de 73 mil 436.28 pesos en el endeudamiento por cada habitante entre 2000 y 2020. Se asegura que la economía creció al 2% anual en ese periodo; sin embargo, el crecimiento de la deuda en promedio anual llega hasta un 8 por ciento, y, lo que es peor, pactada en condiciones altamente lesivas, por la irracional alza de las tasas de interés.

Aquellos fueron los tiempos de lanzar cohetes; ahora llegó el de recoger las varas. Así lo está haciendo la administración pública responsable que resiste las presiones por generar un déficit fiscal y con ello requerir del crédito externo. La situación que se venía manejando con pinzas, obteniendo buenos resultados, se ha visto afectada por la baja en los precios del petróleo y la pandemia, por lo que los requerimientos financieros son mayores, sin mucha tela de dónde cortar. Pero, es una situación general.

Interesante resulta que, en lugar de nuevos impuestos o aumento en las tasas de los actuales, se ha optado por mejorar la recaudación fiscal a través de medios disuasivos. Las grandes empresas que hasta hace poco gozaban de múltiples privilegios fiscales, inclusive devolución de impuestos no pagados, ahora tendrán que aportar su grano de arena para sacar adelante al país y a los paisanos. La elusión, la evasión y la defraudación fiscal dejarán de ser uno de los deportes favoritos para convertirse en delitos graves.

Puntos importantes a destacar son el aumento del 9.2 por ciento al presupuesto del Sector Salud a fin de elevar sustancialmente su capacidad de respuesta a los requerimientos de la población, tanto durante la pandemia y sus secuelas, como cuando se recobre la normalidad. Otra alza importante es el 5.3 por ciento para la inversión en infraestructura porque la construcción, al ser una actividad que se realiza en espacios abiertos con menos posibilidad de que los trabajadores se contagien, abatirá el desempleo.

La objetividad con que fue elaborado el proyecto de presupuesto que ayer entregó el secretario de Hacienda, Arturo Herrera Gutiérrez, a la presidencia de la Cámara de Diputados, se deriva del hecho de que ha venido a resultar más conservador que la proyección que hizo el Banco Mundial sobre el futuro de la economía global y, de manera especial, de la de México, del que dijo que cerraría el año con una caída del PIB de 7.2 por ciento, que lo sitúa por encima del promedio general de 5.2; pero muy cerca de otros países con economías avanzadas, que fueron situados con una contracción del 7 % en este 2020.

La única región del mundo que no llegará a los números negativos será Asia oriental y el Pacífico, cuya contracción será de 0.5, pero que el año próximo tendrán el mayor crecimiento, hasta alcanzar el 6.6%.