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Buenas cuentas

Que los bienes estén armónicamente distribuidos entre la población y el territorio, de manera que la educación, salud, capital, agua, energía, información, transportes y comunicaciones estén accesibles a todas las personas y se extiendan a todos los espacios urbanos, suburbanos, marginales y rurales

El Segundo Informe de Gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador fue un evento del más puro sentido republicano: simple, realista y objetivo. No hubo aplausos, sino harta atención a las palabras del hombre que se ha echado a cuestas el compromiso de rescatar a México de los graves flagelos que hicieron de un país con justicia social una de las naciones más desiguales y corruptas del planeta. Con López Obrador se cumple la idea de Agustín Yáñez con respecto del México providencial.

El presidente lo dijo: “Estamos enfrentando la crisis económica provocada por la pandemia con una fórmula distinta, peculiar, heterodoxa; diría única en el mundo. Ahora, todos los apoyos y créditos se entregan de manera directa para reactivar la economía de abajo hacia arriba. No se da prioridad a las grandes empresas y bancos. Ahora, por el bien de todos, primero se rescata al pueblo”. Eso ha evitado que que la economía popular se vea afectada en niveles que se observan en otros países, incluso ricos.

Buenas cuentas

Construir de abajo hacia arriba, como mandan las leyes de la física y de la lógica, es el quid de este gobierno y los frutos no se harán esperar. Serán las personas los actores de su propio desarrollo, tanto en los espacios urbanos como en los rurales; que en la sociedad se extiendan los valores: de libertad, igualdad y justicia; del trabajo, la competencia y la solidaridad, y el permanente apoyo a los emprendedores. Que los bienes estén armónicamente distribuidos entre la población y el territorio, de manera que la educación, salud, capital, agua, energía, información, transportes y comunicaciones estén accesibles a todas las personas y se extiendan a todos los espacios urbanos, suburbanos, marginales y rurales. 

Se cubrieron todos los aspectos de la vida institucional dedicada a servir a México y a los mexicanos; pero, desde luego, hay temas que fueron más impactantes, como el hecho de que, con la erradicación de ese pernicioso cáncer de la corrupción que corroe la entrañas de la patria, y “por hacer un gobierno austero, hemos podido ahorrar durante nuestra administración alrededor de 560 mil millones de pesos”. Esos recursos que antes engordaban los bolsillos de los aventureros de la política, hoy sirven a la gente.

Quizá sea pertinente recordar la parte en que informa: “En el mes de agosto, se crearon 93 mil nuevos empleos; el peso se apreció al cotizarse a menos de 22 pesos por dólar, luego de haber estado a más de 25; la mezcla mexicana del petróleo, de cero pasó a 40 dólares por barril; el consumo de productos básicos, en vez de reducirse con la pandemia, aumentó en 9.5 por ciento en términos reales, con relación al año pasado. La recaudación de impuestos se mantuvo prácticamente igual que en 2019. Lo mismo sucedió con la inversión extranjera directa: durante el primer semestre del año llegó a 17 mil 969 millones de dólares, lo mismo que en 2019; la caída de la economía, a pesar del desastre mundial fue de 10.4 por ciento en el semestre, pero aún con la debacle fue menor el daño que nos causó la crisis económica que nos está afectando, que lo que se está registrando en otros países como Italia, España, Francia y Reino Unido”. 

Con el permiso del respetable y aludiendo a una corrida de toros de rabo y oreja, puso las banderillas a las plañideras que llora que lloran por los rincones cuando explicó: “Debo agregar que casi todos los países recurrieron a créditos y aumentaron sus deudas en porcentajes elevadísimos. En contraste, nosotros hemos enfrentado la pandemia y vamos a salir de la crisis económica sin contratar deuda adicional y sin destinar dinero público a ‘rescates’ inmorales, es decir, a quienes no necesitan ser rescatados”.

Un reconocimiento muy especial merece el presidente por su iniciativa de que, otra vez, como Guadalupe Victoria en la Independencia, Juárez en la Reforma y Carranza en la Revolución, ha puesto especial énfasis en la cultura popular. Aquel con la literatura (su cuate del alma era Joaquín Fernández de Lizardi, el Periquillo Sarniento), el otro con los grandes poetas de la Reforma con cuyos versos la gente aprendía a leer (Guillermo Prieto, Ignacio Ramírez, Altamirano, Acuña y demás), éste con el periodismo, el cuento y la novela de la Revolución (Los Flores Magón, Urquizo, Azuela, Nervo).

Cuando la pandemia ha extendido la crisis de la educación, es bueno oír que: “Tal como nos habíamos comprometido y con miras a la conmemoración, el año próximo, de los 700 años de la fundación de Tenochtitlan, de los 500 de la invasión colonial y de los 200 años de la consumación de nuestra Independencia, han comenzado a entrar en imprenta los títulos de la colección ‘21 para el 21’ para ser entregados masivamente a partir del año que viene en ediciones de 100 mil ejemplares, producidos por el Fondo de Cultura Económica y financiados por el Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado, que incluyen obras de Guillermo Prieto, Elena Poniatowska, Octavio Paz, Ermilo Abreu Gómez, Mariano Azuela, Vicente Riva Palacio, Martín Luis Guzmán, José C. Valadés, Luis Villoro, Emilio Carballido, Nellie Campobello, Carlos Monsiváis y Heriberto Frías”.

Un informe bueno por donde se le vea de un gobierno surgido de abajo.