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Arcabuz sin pólvora

El país y los paisanos acaban de vivir una importante jornada que es, a la vez, una gran lección sobre congruencia política y sentido ideológico. La Presidencia de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados fue ganada por el Partido Revolucionario Institucional. De esta manera, se cumplió con el acuerdo que establece que cada año se tiene que rotar el cargo, el cual fue ocupado a partir de la Integración, en 2018, por Morena, primera fuerza política, luego el PAN, la segunda y ahora por la tercera.

El caso vino a resultar tan sorprendente que los paniaguados de la oposición no tuvieron nada qué decir. Como es bien sabido, la Ley Orgánica del Congreso General de los Estados Unidos Mexicanos facilita el cambio de integración de los diputados al grupo parlamentario que mejor acomode a la encomienda de representar digna y cabalmente los intereses de los ciudadanos de su distrito, aunque haya llegado a la curul por un partido político con una propuesta ideológica determinada. Para que estos cambios se puedan llevar a cabo basta que el coordinador de los grupos, del que sale y al que entre, lo comuniquen a la Presidencia.

Arcabuz sin pólvora

En el Párrafo Segundo, del Artículo 27 de la ley, se expresa que: "Durante el ejercicio de la Legislatura, el Coordinador del Grupo Parlamentario comunicará a la Mesa Directiva las modificaciones que ocurran en la integración de su Grupo. Con base en las comunicaciones de los Coordinadores de los Grupos Parlamentarios, el Presidente de la Cámara llevará el registro del número de integrantes de cada uno de ellos y sus modificaciones. Dicho número será actualizado en forma permanente y servirá para los cómputos que se realizan por el sistema de voto ponderado". Hasta ahí, no había problema alguno.

Si acaso, se recordaba el desaseado trabajo que realizaron los dinosaurios de la política salinista, Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa Patrón para sacar adelante las iniciativas presidenciales que desde Los Pinos les ordenaban, sin importar quién fuera su principal ocupante. Eran mercenarios prestos a cumplir las órdenes de quien mejor les pagara, dándose una vida de lujos y extravagancias que jamás hubieran podido tener con un trabajo decente. Llegaron a inventar absurdos tan extremos como aquel de los tiempos parlamentarios, que no corresponden al tiempo medido en el planeta.

A principios del mes pesado, la integración de la Cámara por grupos estaba de la siguiente forma: Morena, con 255 diputados; PAN, con 78; PRI, con 46; PT, con 42; Movimiento Ciudadano, con 27; Partido Encuentro Social, con 24; PVEM, con 13; PRD, con 12; sin partido, 3; para dar un total de 500. Pero, vino a suceder que el PT pidió prestados 4 a Morena, para quedar con 46 y 251, respectivamente, con la posibilidad de disputar la Presidencia al PRI, por empate en tercer lugar; nomás que el PRI pidió otros cuatro al PRD, para ajustar 50 y así seguir siendo la tercera fuerza política de la Cámara baja.

Estatutariamente no hay ninguna acción ilegal en estos enroques. Puede alegarse como se hizo siempre con Beltrones y Gamboa, que no se violaban las leyes vigentes, aunque sí había muchas dudas en torno a la legitimidad de las acciones. Ahora estaba en juego la Presidencia de la Mesa Directiva; antes eran asuntos de mayor envergadura, siempre tendientes a respaldar las acciones del Ejecutivo en su afán de entregar el país a los intereses de la plutocracia universal representada por las empresas transnacionales.

Cuando el país está sumergido en un gran debate entre las fuerzas sociales, políticas y económicas que purgan por llevar el viento de cola a sus intereses personales y de camarilla, unos en favor de la recuperación de la justicia social, que no es otra cosa que el pago justo por el trabajo decente; otros por mantener el estado de cosas que les beneficia y que ha permitido la concentración de la riqueza en unas cuantas manos tan estériles como inútiles, porque jamás han arreglado ni un café con leche ni han producido nada que les sea de servicio a sí mismos y a los demás, no cabe esas acciones de agandalle.

Ciertamente que hay una cierta afinidad ideológica entre los partidos que se prestaron diputados para engrosar sus grupos; pero, también hay matices que impiden llevar a cabo acciones que riñen con las mejores prácticas parlamentarias. El Partido del Trabajo ha venido a resultar más papista que el Papa, en tanto que Morena es un partido con un sentido práctico que a final de cuentas habrá de conducir a la meta de justicia social. El PRI es un partido con indefiniciones internas que lo acercan y lo alejan del PRD, un partido que nació con ideología de izquierda; pero que pronto cayó en manos de filibusteros.

El presidente de la República, que conoce a fondo a los cuatro partidos políticos y a sus dirigentes, pidió que: "De acuerdo al reglamento, el primer año, la Presidencia del Congreso corresponde al partido que obtiene más votos o más escaños, que tiene más diputados. En el segundo año para quien obtiene el segundo lugar, y correspondía al PAN, pues se quería modificar el reglamento y como se tiene la mayoría se puede, pero no se debe, porque la política es un imperativo ético, entonces si está establecido de que para el tercer año es el que obtuvo el tercer sitio, así debe de ser y se debe de respetar".

El cambio de partido político y el canje de grupo parlamentario en una situación coyuntural, tiene un nombre surgido de la masa popular. Se le llama chapulineo y aunque puede ser legal, porque está contenido en el estatuto rector de la Cámara, no resulta legítimo desde la perspectiva de la convicción y la responsabilidad política. Puede que no haya coincidencia con la dirigencia partidista o grupal, o que en determinado momento, la congruencia moral impida apoyar alguna iniciativa; pero, chapulinear, no.

Cuando la motivación viene a resultar un cálculo para la obtención inmediata de beneficios particulares, la cosa cambia. Es como si en un campeonato deportivo, un equipo prestara a sus jugadores para que puedan derrotar a un contrincante con el cual no se desea competir. La percepción de truculencia y de vuelta al pasado que se desea dejar atrás, era muy fuerte. Nada hubiera justificado un despojo tan poco moral.

Fue por ello que el resultado final dejó sin pólvora a los arcabuces que esperaban cebarse con el trabuco que planeaba el PT.