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Paz y diálogo

El próximo 7 de febrero habrá de llevarse a cabo la Conferencia Internacional de Montevideo, durante la cual se analizarán las alternativas para alcanzar un desenlace pacífico al conflicto que vive Venezuela, donde poderosos intereses van por la creación de una situación caótica que permita la intervención militar extranjera. Con mucho desparpajo y enorme liviandad, tirios y troyanos echan su gato a retozar pronunciándose en favor de alguna de las partes.

Disque uno es el presidente; que no, que el otro. Tantas y tan encontradas opiniones han logrado que el asunto se convierta en la comidilla de todas las reuniones de amigos, de familiares, de políticos, profesionales, diplomáticas, etc. Hasta en la cena con tamales por el Día de la Candelaria el tema de Venezuela dominó la plática; unos a favor de una inmediata invasión de una fuerza multinacional para derrocar a fulano y poner en la presidencia a zutano.

Paz y diálogo

Opinar, lo que se dice opinar, es muy fácil. Como dice el breviario de la filosofía autóctona: los mexicanos de lengua se comen un plato. Si; pero, hablar con sentido y sensatez exige algo mucho más profundo. Con respecto de lo que acontece en Venezuela en estos días, la realidad es que la humanidad se está jugando su futuro y no es por razones altruistas o nobles; sino por oscuros intereses que tienen que ver con el dominio absoluto con en que han soñado tantos.

Las dos mayores potencias: Estados Unidos y Rusia, han renunciado al Tratado de Control de Armas Nucleares y ésta última asegura que incorporará cohetes supersónicos a su arsenales.

Ya no importan Maduro o Guaidó, ni las razones de Estado para ir por el dominio político; lo que interesa es que Venezuela puede ser la chispa que desate un conflicto bélico de cuando menos imprevisibles consecuencias. Maduro asegura contar con las fuerzas armadas y el otro está en espera de que los enormes y poderosos contingentes que se han venido preparando desde hace más de una década, pongan en práctica lo que han aprendido y utilicen los arsenales que se han puesto a su disposición para avasallar costas, planicies y selvas en donde hay una enorme riqueza natural que se ha convertido en la manzana de la discordia.   

Con ayuda de las redes cibernéticas y de las fake news difundidas por medios a modo, el caso se ha decantado en favor de la insurrección, mientras la parte institucional se atrinchera y convoca a la gente a afrontar a quienes vienen de fuera con los cuchillos desenvainados. El peligro de la confrontación crece y se agiganta, de tal manera que va perdiendo interés la pregunta de quién tiene la razón, porque no se trata de razonamientos sino de intereses.

Las presiones que se han venido dando son tantas y tan potentes, que Humberto Capriles, el líder histórico de la oposición venezolana y dos veces candidatos a la presidencia, quien recientemente había descalificado rotundamente a la Asamblea Nacional por su desacato al Poder Judicial, y que había desconocido y denunciado a Guaidó como un oportunista sin ningún merecimiento y, lo que es peor, sin ningún conocimiento del acontecer político, ayer abrazó al autoproclamado presidente encargado y hasta es posible que le haya dado un beso en señal de sometimiento y complicidad. Debieron ser muy poderosas las razones para ello.

En cambio, simpatizantes espontáneos de Juan, como varias de las naciones europeas, que se pronunciaron siguiendo la voz del amo, ayer mismo rectificaron y condicionaron el reconocimiento a una serie de medidas que tienen que ver con el respeto al estado de derecho y al orden constitucional dentro de la República Bolivariana y en el conglomerado de las naciones civilizadas. Más que reconocer al régimen de facto, respaldan a la Asamblea Nacional.

En estas circunstancias de amagos, tensiones y retórica incendiaria, cobra mayor dimensiones la postura que han asumido México y Uruguay, en el entendido de que la diplomacia no es la mejor alternativa; sino la única. Ojalá que más naciones se sumen a la iniciativa de la Conferencia Internacional de Montevideo y que más personas comunes y corrientes logren entender que en la guerra no hay vencedores ni vencidos, sino víctimas y victimarios, porque los conflictos se hacen para sacar algún beneficio. ¿Cómo olvidar a aquel vicepresidente que dijo que destruirían a un país para después reconstruirlo, sin negar que él seria el contratista?

Algún tardo dijo por ahí que la Doctrina Estrada y que la política exterior de México eran un mito; que no había tal. Que con su pan se lo coma, porque Benito Juárez no fue designado El Benemérito de las Américas ni Lázaro Cárdenas es considerado un héroe español ni don Gilberto Bosques fue galardonado ni don Alfonso García Robles recibió el Premio Nobel de la Paz de gratis.   

Todos ello fueron adalides de la paz y el diálogo.