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En defensa propia

Los acontecimientos dentro y fuera del país han prendido los focos de alarma y es imperativo tener una idea precisa de lo que ocurre, en el entendido de que nadie es dueño de la verdad; pero que desde que Aristóteles dio al mundo esa magnífica herramienta que es el juicio y los vericuetos por donde discurre, es posible llegar a conclusiones cercanas a la realidad. México vive una experiencia inédita para recuperar la justicia social y le han brotado enemigos a pasto.

Los mexicanos votaron el primero de julio del año pasado y manifestaron su voluntad de darse un gobierno democrático, honesto y garante del estado de derecho. El día de la toma de posesión se expresó en este espacio que la lucha sería difícil, prolongada y acaso costosa para los mexicanos, pero que no había otro camino para recuperar la grandeza del Anáhuac y los valores que le dieron un lugar preponderante en el concierto de las naciones de aquende y allende los océanos.

En defensa propia

De las primeras escaramuzas: la cancelación de esa obra absurda del NAIM, pozo de corrupción e intereses mezquinos; la renegociación de los bonos en manos de extranjeros para esa obra y el ajuste de los sueldos y salarios de la alta burocracia y la cancelación de los dispendios de la clase dorada, salió avante el nuevo gobierno. Se ha topado con un escollo de colosales dimensiones en el empeño por limpiar de corrupción a la industria petrolera, de la cual el robo de gasolina en los ductos es apenas la punta del tempano. Algunos gobernadores que fallan en su función se rebelan.

Pero, es en asuntos de política exterior donde existen los mayores peligros, algunos auténticas jugadas de tres bandas, como es el caso de los migrantes centroamericanos que utilizan el territorio mexicano para ir a reclamar a los Estados Unidos un derecho que la Constitución de ese país les otorga y el actual gobierno pretende negarles con argucias que son echadas por tierra de inmediato por el Sistema Judicial. Ese tema es de los países vecinos del norte y del sur; no de aquí.

Ayer, el presiente Andrés Manuel López Obrador reiteró su postura, congruente con las mejores prácticas de la política internacional mexicana, de rechazo al intervencionismo en los asuntos de otros estados, refiriendo, de manera específica, a lo que ocurre en Venezuela, donde un joven empresario educado en Estados Unidos, apoyado por poderosos intereses extranjeros, decidió que él era el presidente y ha convocado a sus aliados a llevar a cabo una intervención militar foránea.

Para dejar en claro quién es este joven, se pueden citar las palabras, sensatas e indudablemente muy alejadas de cualquier simpatía por el régimen de Maduro, de  Henrique Capriles. 

El 13 de enero, publicó en su blog una crítica abierta y razonada a la estrategia que perfilaba el presidente de la Asamblea Juan Guaidó: "¿Tienen una respuesta mágica? ¿Siguen creyendo en mesías a quienes siguen a ciegas? ¿O lo que pretenden es usar al Pueblo como carne de cañón, para luego no asumir la responsabilidad sobre el desmán que vendría en consecuencia?".

 No se quedó ahí el líder histórico de la oposición venezolana, luchador social de grandes méritos, aunque en desacuerdo con las acciones del movimiento bolivariano. Luego de la autoproclamación de Juanito dijo: "O simplemente no tienen ni la menor idea de cómo funciona la realidad política mundial o sólo están ahí para sabotear cualquier propuesta concertada por quienes creemos en la unión nacional y en el trabajo político real, que mide táctica y estratégicamente los escenarios".

Con propiedad y acierto se exprersaron los 70 intelectuales encabezados por Naom Chomky, al firmar una carta diciendo: "La realidad es que a pesar de la hiperinflación, la escasez y una profunda depresión, Venezuela sigue siendo un país políticamente polarizado. Los Estados Unidos y sus aliados deben dejar de alentar la violencia presionando por un cambio de régimen violento y extralegal. 

Si la administración Trump y sus aliados continúan su curso imprudente en Venezuela, el resultado más probable será el derramamiento de sangre, el caos y la inestabilidad. 

Estados Unidos debería haber aprendido algo de sus iniciativas de ‘cambio de régimen’ en Irak, Siria, Libia y su larga y violenta historia de patrocinio de ‘cambios de régimen’ en América Latina".