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¡Otra vez!

(Con afecto y respeto a don Javier Nava)

Una vez más, México se sitúa a la vanguardia de los movimientos progresistas del planeta y marca los rumbos de la política económica para darle un sentido humanista y racional. Los embates desestabilizadores de dentro y de fuera, no han mellado un ápice la voluntad del pueblo mexicano para recuperar la grandeza del Anáhuac en los tres grandes movimientos en que se luchó por la libertad, la razón y la justicia, con un gobierno sensible que va con todo contra la corrupción.

El triunfo de Alberto Fernández en Argentina y la reelección de Evo Morales en Bolivia, así como la cancelación de las medidas neoliberales en Chile, son una muestra de que el régimen de la Cuarta Transformación ha hecho posible el despertar de los pueblos de la América indiana para recobrar la esencia solidaria que hizo posible el florecimiento de las grandes culturas prehispánicas en las que el hombre estaba situado al centro del universo y, a partir de ahí se hacía cargo del mismo.

¡Otra vez!

México y Argentina fueron los campos experimentales del neoliberalismo latinoamericano y colonialista con Carlos Salinas y Carlos Menem; aquel sigue gozando de una colosal fortuna aderezada con las maldiciones de un pueblo esclavizado y puesto al servicio del gran capital; el otro fue encarcelado por corrupto y apenas sobrevive buscando una oportunidad para colarse a los primeros planos. En ambos casos, no habrá forma de que puedan lavar sus grandes culpas.

Vale recordar en este momento las aladas palabras del líder de la oposición francesa, Jean Luc Mélenchon, cuando dijo durante su visita a México que: “Las fuerzas de izquierda en el mundo necesita el éxito de la Cuarta Transformación en México, porque si no, de nuevo van a decir que no se puede cambiar nada. Estamos en un momento clave de la historia y en este momento surge el caso mexicano: una cosa increíble, nunca vista en otra parte del mundo, un proceso de revolución ciudadana”. Además, recomendó a los aborígenes cuidar que este proceso fructifique.

No es la primera vez que el Anáhuac encabeza los movimientos mundiales progresistas. Durante la Independencia, abolió la esclavitud, de tal suerte que un esclavo, por el simple hecho de pisar suelo mexicano, se convertía en hombre libre; creo al Estado mexicano sobre leyes justas que habrían de moderar la indigencia y la opulencia. Durante la Reforma, separó al Estado de la Iglesia, no contra la religión, sino a favor de la máxima bíblica de dar a Dios lo que es de Dios y al Cesar lo que le toca. En la Revolución, la primera revolución social del siglo XX, estableció la justicia social.

En las tres épocas, otros países siguieron los pasos de los mexicanos para hacer posible una convivencia pacífica y armónica que permita el florecimiento de los tres grandes campos de la cultura humana, arte, ciencia y moral. En los tres se destacaron los nativos hasta lograr los tres premios Nobel que son el máximo galardón para quien dedica su vida y sus afanes a servir a sus semejantes, creando altísimos ejemplos de belleza, de verdad y de bondad. Nuevamente, se está a la puerta.

Las plañideras mediáticas han dejado de tener efecto y ya resultan chocantes de tanto inventar mentiras tratando de afectar los avances que tiene el régimen en su denodada lucha en contra de la corrupción. 

Recuerdan a Rigo Tovar cuando rescató uno de los grandes éxitos del Cha-cha-chá, La engañadora: “Pero todo en esta vida se sabe sin siquiera averiguar./  Se he sabido que en sus formas relleno tan solo hay. / Que bobas son las mujeres 

que nos tratan de engañar”. Así es y será.

Múltiples han sido las estrategias que han seguido los enemigos del régimen, esos que estafaban a todo mundo, que no quieren pagar impuestos, que quieren seguir engañando y robando.  En todos los casos han salido con un palmo en la nariz. Los monigotes ineptos y corruptos que se apretaban a dar la batalla, han quedado solos chiflando en la loma, igualito que el triste payaso que crearon en Venezuela, que no junta ni un cuarto para dominó y se autoproclamó presidente.

Ha llegado el tiempo de que se haga realidad la promesa de un gobierno al servicio del pueblo, y que la política sea un instrumento para servir, no para hacerse de mula a la mala, como acontecía.