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En plata limpia

La tontería de achacar al régimen de la Cuarta Transformación su defenestración, es absurda

En la mayoría de los medios nacionales y extranjeros se cuestiona la renuncia de Eduardo Medina Mora a una magistratura en la Suprema Corte. El punto focal es la ausencia de una explicación puntual y creíble al respecto. Se dice que como miembro del máximo tribunal, estaba obligado a sustentar su decisión y que, aún más, el Senado estaba comprometido a exigir su comparecencia para ser cuestionado a cabalidad. Hay razón en esos alegatos; pero la bolita quedó en otro lado.

El uso del poder público para perpetrar todo tipo de desaguisados y hacerse de mula a la mala era, y en algunos lugares aún lo es, una práctica común y cotidiana. En los días que corren, varios de los que gozaron de las mieles de la corrupción se rasgan les vestiduras disque por una excesiva concentración del poder que, en realidad, no es. Lo fue cuando, sin importar los mandatos de la ley, los poderes Legislativo y Judicial estaban al servicio del Ejecutivo, como ocurrió con el nombramiento del propio Medina Mora. Sus credenciales eran antípodas de una carrera al servicio de la justicia.

En plata limpia

Entonces, que estuviera inmerso en colosales transas perpetradas desde las posiciones en que lo colocaron los gobiernos neoliberales, no tiene nada de raro. Fueron documentadas y denunciadas en su tiempo. Hasta un libro se escribió de sus andanzas de pillo multiusos. Desde luego, quienes obtuvieron de su desempeño algún beneficio (que debió ser poco, porque es tacaño in extremis), salen ahora a defender lo indefendible. No son muchos, porque, además, siempre fue soberbio.

La tontería de achacar al régimen de la Cuarta Transformación su defenestración, es absurda. Sí existe el claro propósito de acabar con la corrupción (de ahí tanta resistencia y hasta rebeldía de los que siguen creyendo que la política es la vía más fácil para pasar a mejor vida); pero, no de una manera tan poco elegante. Las instancias encargadas de conocer, investigar, denunciar y llevar ante las instancias judiciales a los corruptos y prevaricadores han actuado con total trasparencia. 

Cierto que la Unidad de Inteligencia Financiera de la Secretaría de Hacienda, había abierto una carpeta de investigación que involucraba a Eduardo y varios de sus parientes, socios y amigos; pero, todavía no llegaba a conclusiones firmes ni integraba el paquete de pruebas que impediera que los conjurados pudieran librar la justicia por algún truco legaloide, como ha venido pasando en fechas recientes, en que delincuentes de todo tipo y laya duermen el sueño de los inocentes.

La estrategia de Medina Mora de separarse del cargo de ministro y hacerse ojo de hormiga, tiene que ver con algo más denso y efectivo: el propósito de librar un juicio en los Estados Unidos, quizá no tanto por lavado de dinero obtenido de diversas fuentes en México e inyectado en el sistema bancario del vecino país y otros, por medio de sus influencia como embajador en Gran Bretaña y EU; sino, por la tarea más afín a su naturaleza, que le llevó a hacer larga carrera desde el Cisen con Fox.

Ya se sabe que Medina Mora es y ha sido siempre peón de brega de Carlos Salinas. Fue él, quien, desde el Cisen, auxilió a Carlos Ahumada, siguiendo instrucciones del propio Salinas, Juan Collado y Diego Fernández, para armar la trama de los video-escándalos que tenían el propósito de sacar a Andrés Manuel López Obrador de la carrera presidencial. Su proclividad para el engaño y la estafa, además de su fidelidad al expresidente provocaron su salida fuera del país. Se fue como embajador.    

Se fue porque informaba puntualmente a Salinas de todo lo que hacía el gobierno y sus agencias, especialmente lo relacionado con la delincuencia organizada. De esta manera el exmandatario seguía al frente de las decisiones torales, si no con intervenciones directas, sí moviendo sus cuadros para favorecer siempre a la camarilla que encabeza desde la cena de los 30 de a 25. En el mismo sentido, la renuncia es para evadir la justicia por las filtraciones que hizo de información confidencial obtenida desde su cargo diplomático en Washington a Salinas y a sus contlapaches.

El exministro nunca ha brillado por su inteligencia; sino por su docilidad y afectividad para burlar la ley. Por ello y buscado evadir una orden de arresto con posterior pedido de extradición, mejor se va. Se va con la esperanza de que el fuero lo ampere en su futuro incierto; porque pensión no tendrá.