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Lo viejo y lo nuevo

Uno de los aspectos interesantes de la Teoría de la Relatividad de Einstein, es que permite situar el punto de partida en cualquier lugar de espacio y de tiempo. Para las hordas neoliberales lo viejo fue el largo periodo de paz, estabilidad y desarrollo que vivió México durante los gobiernos revolucionarios, especialmente a partir de Lázaro Cárdenas; para el régimen de la Cuarta Transformación lo viejo es el capitalismo salvaje que concentró la riqueza nacional en una cuantas manos tan estériles como inútiles.

Entre lo viejo y lo nuevo media el conflicto eterno del progreso y el conservadurismo. Vistos cada uno por separado, vienen a resultar antagónicos y hasta irreconciliables; pero, alumbrados a la luz de la razón, pueden ser complementarios y concurrentes, como sucedió durante la mayor parte del siglo XX en las tierras del Anáhuac. Se dio el gran contrasentido de que el partido oficial era por igual revolucionario e institucional. Revolucionario en su propuesta de justicia social e institucional por la fuerza de sus organizaciones políticas y sociales; ambos aspectos contemplados en la Constitución Política de 1917. 

Lo viejo y lo nuevo

Cabe señalar que esta circunstancia dio pie para que el país y su longevo partido fueran considerados el fenómeno político más interesante del siglo pasado en todos los ámbitos de estudio de la política, la sociología, la sicología de masas. Las mentes más brillantes en los tres grandes campos de la cultura humana, arte, ciencia y moral, estuvieron en suelo mexicano para conocer y tratar de entender lo que aquí sucedía y por qué las fuerzas militares, económicas y políticas se mantuvieron una sana convivencia.

En los días que corren, vuelve a presentarse el mismo fenómeno y ante el imperativo de cambio para volver al país por la senda del progreso y a los paisanos por los rumbos de justicia social, hacen su aparición las resistencias del conservadurismo que no se resignan a perder los privilegios mal habidos durante la noche obscura del neoliberalismo. Los potentados que acumularon enormes riquezas con el sudor del lomo de los trabajadores, la evasión de sus compromisos fiscales, la explotación inicua de los recursos naturales, y sus alianzas con políticos y gobernantes inmersos en la corrupción y la perfidia, se desgarran las vestiduras y se dicen prestos para defender sus 'conquistas' con triquiñuelas legaloides.

Algunos, los más importantes, han mostrado talento y astucia y se han acogido a las nuevas reglas del juego para seguir haciendo negocios; pero, ahora de manera abierta y apegada a derecho. Entienden que el dinero fácil y a manos llenas ya dejó de fluir y que ahora deberán cumplir cabalmente con los compromisos que se echen a cuestas. Fueron buenos ganadores a la hora de la jauja; se han mostrado buenos perdedores ante el cambio de las reglas del juego. Perdieron mucho de lo ganado; pero, no todo.

En cambio, los que no saben arreglar ni un café con leche aunque se proclamen como empresarios de polendas, han decidido echar su cuarto de espadas y jugar contras al gobierno; con su pan habrán de comerlo. Hasta ahora, la corrección de los yerros garrafales perpetrados por la mafia del Pacto por México, ha sido exitosa y de todas las escaramuzas ha salido airoso el régimen, cada vez más popular. De la misma manera que la Luna se alineó con Marte, los astros se han alineado para que México salga airoso, una vez más, de las escaramuzas de los conjurados para hacer resistencia al cambio y de las acechanzas de los enemigos del progreso y de la justicia. La economía, a pesar de los malos augurios de las plañideras de siempre, está bien apuntalada y, de cumplirse los planes y programas, saldrá muy fortalecida de la actual coyuntura. Los indicadores macroeconómicos lo demuestran y la gente lo sabe.

Dejar las inversiones productivas de muy brillante futuro para destinar los recursos a salvar empresas quebradas desde ante de la crisis, sería absurdo y hasta criminal; en cambio, garantizar una renta básica a los sectores desprotegidos de la sociedad permitirá estimular el consumo popular y con ello reactivar aquellos negocios que sean viables y productivos. La opción es tan racional como afectiva y habrá de dar frutos a muy corto plazo. De nuevo, como hace casi un siglo, ningún mexicano querrá irse de 'mojado'.

Hay y habrá muchas oportunidades para quienes sepan hacer negocios a la buena; no para los que han vivido permanentemente de la transa y la ilegalidad. Así lo han entendido los capitanes de empresa que se han sumado al esfuerzo de construir el México del siglo XXI en el marco de la ley y de los nuevos tiempos. Quienes no lo entiendan, quedarán como aquel rey moro Boabdil a la caída de Granada.