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Hora de sacar ‘las garras’

Muchas más cosas que las necesarias y no se diga que las de uso corriente, ocupan la mayor parte de los espacios de las casas habitación, independientemente de sus proporciones físicas, chicas o grandes

El prolongado confinamiento por la pandemia ha dado oportunidad más que suficiente para que cualquiera ponga la lupa sobre su entorno. Las prisas, ese acicate permanente del hombre moderno, impiden, generalmente, percatarse de lo que hay o existe dentro de los perímetros vivenciales. 

Muchas más cosas que las necesarias y no se diga que las de uso corriente, ocupan la mayor parte de los espacios de las casas habitación, independientemente de sus proporciones físicas, chicas o grandes.

Hora de sacar ‘las garras’

Es común achacar al bello sexo la costumbre de tener los guardarropas atestados de prendas que nunca se han usado y que fueron compradas en una ida a tal o cual tienda de moda, o en una súper oferta de los almacenes a donde fueron a surtir el mandado; pero, eso habría que verlo, porque si el clóset está hasta el tope, no puede decirse menos del patio trasero, donde se guardan los neumáticos viejos, las refacciones que todavía tienen vida útil y otras mil y una cosa que jamás van a tener uso en la práctica.

Que un perfume corriente, que una tablita, que la canastita para regalo, que la bolsa, que la corbata, que lo que sea; cosas que en una tienda pueden verse bonitas y están a disposición de quien la requiera; pero que en la casa son simple y sencillamente basura, que acumula polvo y mugre y con ello la posibilidad de las plagas domésticas que son parte de los posibles problemas de contaminación general. No se tiraron antes, quizá porque no se había notado; pero, ha llegado la hora y la oportunidad es calva.

El asunto es de tal magnitud que uno de los consejeros más afamados dentro del mundo femenino, Jonathan Daniel Pryce, ha escrito un decálogo muy útil con las siguientes recomendaciones: 1. Saca todo, 2. Cuestiónate sin piedad, 3. Lo que te hace feliz, 4. Segunda opinión, 5. Usa las redes sociales, 6. Recicla, 7. Tiempo de desecho, 8. Reutilizar, revender, reciclar, 9. Comienza el re-guardado y 10. Mantén una balanza. Estos consejos van dirigidos a las damas; pero no hay algo que impida que tenga aplicación también para los varones y, desde luego, para los párvulos de todas las edades y género.

Una vez que se ha agarrado vuelo, habría que ver también con otros objetos acumulables, como las novedades tecnológicas cuyo encanto no pasa de un año porque ya salieron los nuevos modelos; pero los viejos todavía funcionan a la perfección. Teléfonos, computadoras, juegos electrónicos, lanchas, motocicletas, automóviles, que ocupan grandes espacios físicos y monetarios y al chico rato ya no valen nada. El apego a los objetos es tanto o más pernicioso que el apego a las personas o al dinero.

En los textos que se refieren a la dependencia emocional con respecto de otra gente, se hace énfasis en que la situación idea es no poseer y que no te posean; es la mejor experiencia de libertad que se puede experimentar, porque sentir algo o alguien como propio siempre significa, de alguna forma, vivir al lado de la esclavitud. La dependencia es la que hace esclavos. Depender de la alabanza, el cariño o la atención de alguien hace que el ser humano deje de ser dueño de su propio destino para vivir el de otro.

Hay un texto de Paulo Coelho que dice: “Durante toda mi vida he entendido el amor como una especie de esclavitud consentida. Pero esto no es así: la libertad sólo existe cuando existe el amor. Quien se entrega totalmente, quien se siente libre, ama al máximo. Y quien ama al máximo, se siente libre. Pero en el amor, cada uno de nosotros es responsable por lo que siente, y no puede culpar al otro por eso. Nadie pierde a nadie porque nadie posee a nadie. Y esta es la verdadera experiencia de la libertad: Tener lo más importante del mundo sin poseerlo”. Ha corrido mucha tinta al respecto y quizá corra más.

Limpiar al clóset, deshacer los apegos, sí; pero y la más feroz de todas las compulsiones, la de riqueza, ¿cómo trascenderla? ¿Tirar el dinero, regalarlo a los pobres, hacer obras de caridad por todos los confines del planeta, abrazar causas nobles y dedicarles tiempo, dinero y talento? No. Ni siquiera es necesario atender el llamado de Jesús; “Abandona tu casa y sígueme”. La fórmula es sencilla, simple y eficaz: invertir para hacer el bien. Hacer caminos, obras de urbanización; promover las actividades culturales y artísticas; llevar alegría a los pueblos, como los antiguos juglares que corrían la legua.

Sería tonto y ridículo creer que la riqueza es mala o que los ricos deben repartir sus bienes entre los pobres; pero, sí es mezquino y aberrante que los grandes caudales se utilicen únicamente para generar más dinero, sin aportar algún beneficio de la humanidad en su conjunto. Rico y tacaño: miserable.

Quizá ha llegado la hora de sacar ‘las garras’, incluyendo las talegas.