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Le fallan a Maky

Sería difícil saber si es a propósito o por simple irresponsabilidad y desidia; pero, la realidad es que la comunidad reynosenses, lejos de sentirse favorecida con el ambicioso programa de obras que ha emprendido la alcaldesa, Maky Ortiz de Peña, se siente molesta, agredida, afectada por el desorden que provocan por todos los rumbos de la geografía citadina la apertura de zanjas en el pavimento, el cierre de calles y la obstrucciones de la vialidad un día aquí, otro allá, sin ton ni son.

Es indudable que la gran tarea que se ha echado a cuestas la presidenta municipal, con el apoyo del gobierno del estado, era necesario, casi resultaba imperativo por el notable retraso y abandono que ha tenido el municipio de Reynosa desde tiempos inmemoriales. 

Le fallan a Maky

Ahora, por fin, se está atendiendo el problema de los caídos, de la obstrucción del drenaje, de la falta de pavimento o las malas condiciones en que se encontraba el mismo; pero, deja mucho que desear la forma en que se está llevando a cabo, sin un ordenamiento regulatorio que mitigue el impacto de las obras.

Qué hay necesidad de hacer más, ganando tiempo al tiempo, imposible de negarla; pero, ya lo dijo el gran corso antes de iniciar sus legendarias batallas: "Despacio, que voy de prisa". Qué enorme ganancia se tendría si se cumplieran con los protocolos básicos en la construcción de obra pública: que fuera suficientemente publicitada en medios y en el sitio y lugares aledaños, de tal manera que los viandantes sepan con la suficiente anticipación que no van a poder circular por tal lugar.

Además, que se implementara y se diera máxima publicidad a un plan de circulación alternativa para que los automovilistas sepan cómo llegar a su destino con la mínima afectación en tiempo y recursos. Desde hace meses y en este mismo momento, es necesario dar un rodeo tan grande para llegar al centro de la ciudad, que, con un poco de licencia, equivaldría a dar otra vuelta completa del lugar de partida al de destino; pero, además, circulando por zonas casi devastadas.

Hay un axioma indiscutible que asegura que lo bueno no sólo tiene que ser bueno; sino, además parecerlo. Si por fin, se están atendiendo las demandas de la población y las necesidades de la comunidad, resulta imperativo que ello se haga con las mejores prácticas en la ejecución de las obras públicas, buscado la menor afectación de los usuarios, que, finalmente, son los que pagan con sus impuestos esos trabajos que corresponde administrar de la mejor manera al gobierno.

Una de las recomendaciones esenciales para los políticos que quieren trascender, es que conozcan a sus comunidades, que se den frecuentes baños de pueblo, no sólo para saber lo que la gente piensa de ellos y de su administración, sino para vivir en carne propia los problemas que se dan en cada lugar, como esa dificultad para transitar por las calles de Reynosa, abiertas nomás al garete y, para acabarla de amolar, con la posibilidad de que los viandantes caigan en algún pozo abierto.

Darse una vuelta por la urbe; pero, por sus propios medios, sin esa corte de aduladores que le muestran lo poco rescatable y le aseguran al oído que es muy querida y admirada. Puede que lo sea y lo sería más si se encargara de jalar las orejas a sus colaboradores que están provocando la irritación popular por su falta de consideración y su desprecio para quienes están obligados a servir porque para ello cobran buenos emolumentos. Todavía tiene tiempo la alcaldesa de hacer las rectificaciones y tomar las medidas que sean necesarias para hacer un gobierno ejemplar.

Los funcionarios municipales que están haciendo las cosas mal no tienen el pretexto de que no hay recursos ni apoyo por parte de la presidenta municipal; pues por todos los rumbos de la comunidad se ha propalado la buena nueva de colosales inversiones, tanto propias del municipio como por aportaciones del gobierno del estado. 

Las obras se están haciendo y es posible que se estén haciendo bien; pero, donde aparece el conflicto es en la falta de planeación y de una adecuada difusión para que las molestias a la ciudadanía sean mínimas y no redunden en tan altos costos en tiempo y dinero, por los inexplicables rodeos que se tienen que dar de forma sorpresiva.

Si lo bueno es bueno, lo mejor es mejor. A final de cuenta, nunca lo cortés ha quitado lo valioso.