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La respuesta la dio Mill

A finales del siglo XVIII, se dio una vasta generación de nuevas ideas, especialmente en el campo de la filosofía, la política y la economía. Una de las mentes más brillantes de esa época fue la de John Stuart Mill, reputado filósofo y economista cuya principal aportación fue la diferenciación entre las leyes de la producción y de la distribución, atribuyendo a las primeras un carácter natural sin la intervención humana y a la otras un arreglo social por medio del cual los bienes y servicios llegaban al consumidor. 

Mill, fallecido el 8 de mayo de 1873, establece que: “Los requisitos de producción son dos: mano de obra y objetos naturales apropiados”. Sigue una discusión sobre la conexión del hombre con el mundo natural, y cómo el hombre debe trabajar para utilizar casi cualquier cosa que se encuentre en el mundo natural. Utiliza una gran variedad de imágenes, desde la costura de telas hasta el giro de las ruedas y la creación del vapor. El hombre ha encontrado una manera de aprovechar la naturaleza, crea la industria.

La respuesta la dio Mill

Cuando se mira el resumen de sus ideas políticas, económicas y jurídicas, se percibe un gran adelanto para su época. Quizá muchas de ellas fueron el germen de las revoluciones del siglo que lleva su sello. Entre las principales están: Positivismo y empirismo: el conocimiento se deriva de la experiencia por lo que necesariamente es limitado (no podemos observar todo, sólo una parte y sacar conclusiones). Libertad y principio del daño: todos los individuos deben ser libres de tomar las acciones que consideren pertinentes siempre y cuando no impongan daño sobre otros. Libertad de expresión: la libertad de expresar y discutir ideas es una condición necesaria para el progreso social. Aunque las ideas de otros no nos gusten, el debate ayuda a las personas a reconocer los fallos de sus ideas, abrirse a otros puntos de vista y a reforzar el adecuado razonamiento.

Democracia con respeto de las minorías: las sociedades deben crear mecanismos para limitar el poder de los gobernantes que solo buscan su propio beneficio. Asimismo, se debe proteger a las minorías de la tiranía de la mayoría, en donde se imponen ideas sólo por el número pero sin respeto a grupos minoritarios. No a la esclavitud: renegó de las ideas que supuestamente justificaban la esclavitud (inferioridad genética e intelectual). Feminismo: el sometimiento de la mujer constituye un modelo social obsoleto basado en perjuicios y que afecta gravemente el progreso social. Propiedad pública de los recursos naturales: el progreso económico no debe ser a costa de la sobrexplotación y posible extinción de los recursos naturales.

Como se ve, era un hombre de pensamiento evolucionado y con amplio sentido humanista. Entre sus estudios más reconocidos está el proceso de formación de los salarios, el valor de los bienes basándose en su utilidad y la relación real de intercambio. Mills también expuso la idea de un estancamiento del capitalismo por la reducción progresiva de los beneficios y propuso diversas medidas para la mejora de la distribución de los ingresos en la sociedad. Ya entonces se sabían que la acumulación era perniciosa.

El claro y contundente mensaje que John Stuart Mill envió a los empresarios mexicanos que en estos días claman y reclaman por un salvamento del gobierno, se resume en pocas palabras: “El capital, es el stock acumulado del producto del trabajo”. Luego, va explicando cómo las ganancias superlativas de las empresas no pertenecen por entero a los dueños de las empresas, por tanto no deben pasar a sus bolsillos; sino a un fondo que permita garantizar el pago de salarios y de los insumos requeridos para mantener en operación los sistemas de producción. ¡Nada de que empresarios ricos, empresas pobres!

“Para que la remuneración total de los trabajadores se les adelante en pagos diarios o semanales, debe existir por adelantado, y ser apropiado para el uso productivo un stock o capital mayor de lo que sería suficiente para continuar con la extensión de producción existente: mayor que cualquier monto de remuneración que los trabajadores deban recibir, más allá de lo que el interés propio de un prudente maestro de esclavos asignaría a sus esclavos”. Siendo un teórico de la economía clásica, Mill reconocía la gran importancia del trabajo en la producción y de la repartición justa y garantizada de sus beneficios.

Tan natural encontraba la relación de los factores de la producción, que no concebía la lucha de clases que años más tarde sería enunciada por Marx. Decía: “Confieso que no estoy encantado con el ideal de vida que sostienen aquellos que piensan que el estado normal de los seres humanos es el de luchar para seguir adelante; que pisotear, aplastar, codear y pisar los talones del otro que está en la fila es lo normal. La vida armónica en sociedad es más deseable a cualquier otra cosa que sean los síntomas desagradables de una de las fases del progreso industrial”.

Ojalá se escuchen sus palabras.