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La gratitud

La difícil situación por la que atraviesa el país exige que las autoridades se muestren inflexibles en ese asunto

Sin lugar a dudas, la gratitud es el más bello sentimiento que da nobleza a la existencia humana. Es una de las más grandes virtudes; sin embargo, según el portal La mente es maravillosa: “El sentimiento de gratitud no corresponde a una de las emociones básicas. Todo lo contrario. Para experimentarla se requieren una serie de procesos complejos en la mente. No todo el mundo puede experimentar gratitud. Es una virtud reservada para los espíritus más elevados y para las inteligencias mejor desarrolladas”.

Esta novedosa y profunda definición debida a la pluma de Edith Sánchez, viene a explicar el por qué muchos de los hombres de bien, con una sólida formación profesional y una holgada posición social y económica, no se sienten comprometidos con su entorno y, en muchas y muy lamentables ocasiones, se revisten de un impenetrable broquel que los aísla del mundanal ruido y de las quejas y lamentos de la muchedumbre hambrienta, desposeída y desprotegida. Son una versión ordinaria del Gigante egoísta.

La gratitud

El diccionario de lengua española, dice que gratitud es un: “Sentimiento de estima y reconocimiento que una persona tiene hacia quien le ha hecho un favor o prestado un servicio, por el cual desea corresponderle”. En esta ocasión, el significado semántico no corresponde con precisión al sentido más amplio del concepto. Cuando el espíritu se enriquece con la emoción de la gratitud, ésta deja de ser exclusiva y dirigida hacia quien hizo un favor; se convierte en un sentimiento general y generalizado.

Se convierte en un Gracias a la vida, la magnífica canción de Violeta Parra que tan entrañablemente cantaba Mercedes Sosa: “Gracias a la vida que me ha dado tanto. Me dio dos luceros, que cuando los abro/ Perfecto distingo lo negro del blanco/ Y en el alto cielo su fondo estrellado/ Y en las multitudes el hombre que yo amo...”. El sentimiento de gratitud es invasivo y contagioso y crea cadenas de afecto que se van multiplicando; van rompiendo sentimientos y actitudes negativas que esclavizan al hombre.

La gratitud no implica pagar a otro u otros las atenciones recibidas; cuando así ocurre entra en otros campos del quehacer humano y está más ligada a la correspondencia y al sentido de la justicia. Esta gran virtud se realiza al margen de la voluntad manifiesta de las personas; sin embargo, no puede estar al margen de las decisiones personales. Con mucho más frecuencia que lo deseable, el sentimiento de gratitud sufre represión cuando se imponen en la gente los apetitos compulsivos propios del egoísmo.

En esta época de la historia que ha tocado vivir a México y a los mexicanos, es muy evidente que existe lo que se ha dado en llamar la ‘mafia del poder’, devenida de la cena aquella que organizó Salinas para subastar la riqueza nacional acumulada durante 50 años de gobiernos revolucionarios a cambio de una aportación inicial de 25 millones de dólares. Desde entonces, 30 familias son dueñas de todo, coludidas con los gobiernos del periodo neoliberal, que fue de saqueo inaudito. Le tiraban a todo lo que se moviera.

Poco a poco, con mucha inteligencia y mucha energía, se han ido deshaciendo entuertos y enderezando cuchos. Se avanza lento, pero con paso firme en la restauración del estado de derecho y la aplicación cabal y pareja de la ley. En estos momentos, las escaramuzas son porque los potentados se niegan a pagar los impuestos que la Constitución y sus leyes secundarias imponen a quienes tienen actividades lucrativas. Quizá sea necesario acudir a los tribunales; pero, todos tendrán que liquidar sus adeudos.

La difícil situación por la que atraviesa el país exige que las autoridades se muestren inflexibles en ese asunto. Más, mucho más, cuando lo que se cobra son las contribuciones del año pasado, que vienen a corresponder a los ingresos que tuvieron las empresas en tiempos de jauja, cuando lo perros se amarraban con longaniza. Cumplido este compromiso, habrá que ver que medidas se pueden tomar con respecto a las alcabalas en los tiempos de la pandemia, cuando han debido pararse todas las actividades.

Lo chistoso es que a los magnates que no quieren pagar sus impuestos, se han sumado profesionistas que hicieron su carrera en las universidades públicas del país sin que les costara un peso, y luego un postgrado, estudios de especialización y diplomados diversos en el extranjero, otra vez con cargo a la administración pública, que pagó sus becas sin chistar. No son gente ignorante ni mal intencionada.

Quizá no han podido abrigar en su corazón esa excelsa virtud de la gratitud y por ello tratan de no contribuir a que otros puedan acceder a los estudios superiores y a las maestrías y doctorados en tierras lejanas.