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Las órdenes superiores

En momentos críticos, todas las previsiones quedan cortas y, lo peor, no existe capacidad para una respuesta integral en que se atiendan al mismo tiempo demandas emergentes y los servicios ordinarios

Desde mediados de la centuria pasada, sociólogos y urbanistas lanzaron su voz de alerta en el sentido de que los grandes hacinamientos urbanos traerían, a mediano y largo plazo, una serie de problemas y conflictos que dañarían el tejido social y provocarían dificultades para atender los asuntos sanitarios, educativos, de vialidad y de sana convivencia social. A finales del siglo XX y principios del actual, se puso de moda acaparar tierras ejidales para crear zonas habitacionales en la modalidad de condominios.

Las manchas urbanas tuvieron un crecimiento tan acelerado como desordenado, con oferta de vivienda cada vez más pequeña y con servicios limitados. En las grandes urbes, donde se establecieron los más importantes polos de desarrollo industrial, comercial, de turismo y de servicios, se convirtieron pronto en concentraciones humanas tan densas que el roce personal es casi constante y el desplazamiento diario de millones de personas es prácticamente continuo. El Metro de la Cdmx mueve 4.6 millones cada día.

Las órdenes superiores

Durante el Foro Los Riesgos de las Grandes Ciudades, el urbanista Juan San Nicolás de la Universidad de Madrid, presentó su trabajo La prevención es el gran desafío de la protección civil, en el que presenta un panorama completo de la problemática que plantean los hacinamientos: "La prevención es el gran desafío de la protección civil; lo primero que plantea es la necesidad de analizar, identificar y situar el problema para, una vez definido el porcentaje de riesgo, tomar las medidas necesarias".

Esto nos lleva a considerar qué tipo de riesgo y de fenómenos pueden estar en el entorno urbanístico, lo cual requiere, en primer lugar, un debate a propósito de las verdaderas amenazas que existen sobre las ciudades; no sólo las conocidas (inundaciones, movimientos sísmicos, incendios), sino también las que provienen de las aglomeraciones de población para actividades lucrativas o de otro tipo; por ejemplo, las manifestaciones. "Todo lo cual conduce el diseño de las ciudades actuales hacia un planeamiento futuro, en la medida en que, recogida la información de todo este feed-back que nos dan los hechos históricos, podamos evitarlos en el futuro mediante la planificación urbanística, y del territorio, y el planteamiento de aquellos esfuerzos que sean necesarios sobre las infraestructuras ya existentes".

La capacidad de las concentraciones urbanas, según la tesis del ponente, puede tener un límite que ordinariamente se tiene cuidado de no rebasar y hasta es posible que se deje un margen de maniobra; pero la realidad, se ha visto recientemente con los ciclones y temblores, supera cualquier expectativa. En momentos críticos, todas las previsiones quedan cortas y, lo peor, no existe capacidad para una respuesta integral en que se atiendan al mismo tiempo demandas emergentes y los servicios ordinarios.

De hecho, la respuesta a las catástrofes ha sido reactiva, porque no se ha atendido la recomendación de quienes abogan por límites precisos cuantitativos y cualitativos del crecimiento poblacional y de su distribución territorial. Cada día surgen nuevos asentamientos residenciales en lugares tan remotos que resulta prácticamente imposible atender la demanda de servicios de sus pobladores y ni pensar en la atención de situaciones de emergencia. Como en el monte, los moradores deben rascarse con sus uñas.

En el mismo trabajo señalado, se explica que: " Los riesgos que afectan a los espacios donde se desarrolla el proceso urbanizador podrían dividirse en cuatro tipos fundamentales: los fenómenos naturales de carácter extraordinario (inundaciones, terremotos, etc.); los generados por el proceso urbanizador y el desarrollo de la actividad humana, de efecto búmeran, (deforestaciones, alteraciones de la regulación hídrica, etc.); los de riesgo de proximidad, y los desconocidos, por no haber antecedentes históricos". A esto último corresponde la pandemia que ha venido a paralizar al mundo. 

La vida después de la pandemia podría cambiar la dinámica de expansión de la mancha urbana y de la concentración humana en espacios cada vez más reducidos. Los agentes inmobiliarios dicen que ya ha habido un mayor interés en los suburbios entre las personas que viven en las grandes poblaciones, que han venido a ser el epicentro de la pandemia como la Ciudad de México aquí y Nueva York en los Estados Unidos, lo que puede llevar que más personas estén buscando viviendas unifamiliares a corto plazo.

Lo que no lograron las recomendaciones de los expertos, lo ha logrado el mandato superior de la naturaleza, que ha evidenciado los altos riesgos de vivir como se ha hecho a partir de la explosión inmobiliaria después de que se modificó la Constitución para que la propiedad social pasara a manos de particulares, que han logrado amasar pantagruélicas fortunas con el acaparamiento y la especulación.

Hasta hora se ha visto el problema desde el panorama habitacional; pero, está el más humano, que tiene que ver con el acceso al agua, la alimentación, la educación, la salud, la recreación y el deporte. En los conglomerados de alta densidad, se observan actualmente superplanteles con docenas de grupos de alumnos que cursan algún grado de educación en aglomeraciones de hasta cincuenta alumnos por aula, atendidos por un mentor cuyas capacidades no son ilimitadas por más que haga su mejor esfuerzo.

No hay forma de que las nuevas generaciones tengan una formación adecuada en espacios acotados que reflejan sus propias perspectivas. Los hacinamientos, esto es la falta de espacios personales, devienen en conductas antisociales invariablemente. Las normas de convivencia aplicadas por medio de la coacción no tienen buenos resultados y siempre habrá una respuesta que puede llegar hasta la violencia.

No que la gente sea violenta de por sí; pero, reclama su derecho a un espacio que acendre su acontecer individual. El coronavirus no viaja más de metro y medio. Tal vez esa sea la medida del espacio de que debe disfrutar cada persona, independientemente de los acercamientos voluntarios con quien desee.

Las órdenes superiores de la naturaleza no pueden desobedecerse, so pena de sufrir las consecuencias. Tal vez sea hora de escuchar y de atender.