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La narrativa narcogótica

El concepto nació entre los comunicadores que siguen el juicio del Chapo Guzmán en la Corte de Brooklyn, luego de escuchar las declaraciones previas de los abogados del indiciado y las exposiciones de los testigos protegidos. Se trata de crónicas que tienen muchos de los elementos del estilo gótico de finales de la Edad Media, esencialmente son complicadas, muy imaginativas, trasversales en el tiempo, eclécticas en el modelo.

La idea viene a afianzarse con la serie televisiva Narcos: México, creada y producida por Carlo Bernard y Doug Miro a partir de la serie original Narco, que estaba enfocada al narcotráfico en Colombia. En ésta, el actor mexicano de proyección internacional Diego Luna hace el papel de Miguel Ángel Félix Gallardo, fundador del cártel de Guadalajara, con el cual, el tráfico de drogas evoluciona a una empresa multinacional.

La narrativa narcogótica

De la misma manera que las colosales catedrales góticas vinieron a quitar solemnidad a los recintos sagrados, austeros y toscos; el tema del trasiego de estupefacientes se ha apoderado de los espacios mediáticos, tanto en la prensa escrita, como en la radio, la televisión y la web. Asuntos de la mayor relevancia, se dejan de lado para publicar lo que dijeron los protagonistas del juicio que se libra en Nueva York, haciendo una apología de la violencia tremenda que se desató en la lucha por el control de plazas.

Primero fueron las declaraciones del abogado Jeffrey Lichtman, quien aseguró al jurado que: “el verdadero jefe del cártel de Sinaloa no es el Chapo, de 61 años, sino su co-acusado Ismael el Mayo Zambada, de 70 años, que nunca pasó un día en prisión y sigue prófugo, y que ha pagado al actual y al anterior presidente de México (..) cientos de millones de dólares en sobornos”. A Peña Nieto y al becario de ingrata memoria.

Eso desató una bomba que inmediatamente fue desmentida; pero que, si se hace necesario, tendrá que ser investigada en los Estados Unidos, donde son muy fijados. Posteriormente, Jesús Zambada García dictó una auténtica cátedra de historia al dar cuenta de cómo se fueron conformando los cárteles en México; cómo surgieron las rivalidades, inclusive cómo pereció el cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, y luego las venganzas entre los diversos grupos, que llevaron al asesinato de Ramón Arellano Félix. A Guzmán “No hubo nada que le diera más placer que matar a Ramón Arellano”.

Luego relató que cada mes, durante más de una década, había pagado personalmente 300 mil dólares en sobornos a una amplia plantilla de funcionarios mexicanos. Como recolector financiero del cártel, Zambada admitió haber sobornado a militares, a las policías municipal y federal, a las autoridades de puertos marítimos y aeropuertos, a los funcionarios de la Procuraduría General e incluso a representantes de la Interpol.

Agregó, que, luego de la fuga del Chapo en el 2001, en cuanto estuvo fuera del alcance de las autoridades, él y su hermano condujeron al jefe al centro de Ciudad de México, el territorio que ellos controlaba en nombre del cártel. Había organizado que la policía los escoltara, pero Guzmán de pronto se puso nervioso cuando una patrulla y una motocicleta frenaron repentinamente. Por lo que le dijo: “No te preocupes, es nuestra gente. Están aquí para protegernos”. Todo ello contado como una historia de párvulos.

Por lo que hace a la serie televisiva, durante una entrevista que le hizo El País, diario de España, el protagonista principal, Diego Luna, dijo que su caracterización como el fundador del cártel de Guadalajara se debía a que este personaje: “Es opuesto a Escobar. El tipo entendía el valor de la discreción. Era un empresario, no el lugar común del narcotraficante extravagante. Este cuate tenía algo muy claro, iba un paso adelante y logró lo que nadie creía posible: sentar a la mesa a todos, crear un sistema. Una cosa de la serie que me parece importante es que muestra que hasta él trabajaba para otros. Nos hicieron creer que eran buenos y malos, policías y ladrones, y aquí es un sistema del que participaban todas las esferas de poder”, claro sin glorificarlo.

Más tarde declara que: “Respondo por la que yo hice. A mí no me parece que se glorifique. Muestra un mundo oscurísimo al que no quiero pertenecer. Pero ese perfil siempre interesa. Los personajes dispuestos a cruzar una línea que tú y yo no cruzaremos nunca. Mientras no se les retrate con el arco de un héroe, estás haciéndolo bien. Humanizamos el trayecto de Félix, porque es importante que no tenga una dimensión, que sólo sea malvado. Le mueve lo mismo que a todos: amor, dolor, rencor, celos, amistad, libertad... Incluso se cuestiona su negocio. Pero invitar al público a participar, no. Es terrorífico”.

Más bien, es narcogótico, una expresión que corresponde a la adaptación idiomática de la época, tan confusa, tan transversal en el tiempo y tan sintética en las formas.