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Los buitres se mudan

Se está volviendo una costumbre perniciosa atribuir los afectos de la geopolítica en la economía nacional, atribuyendo lo mal que va el país y lo peor que se pondrá a breve plazo a la elección de los candidatos de Morena, la cancelación del proyecto del NAICM y la posibilidad de llamar a cuentas a la banca extranjera que opera en México; pero, nada se dice del efecto de las transas del capitalismo salvaje que ha mudado de presa.

Ayer mismo se anunció que de acuerdo con datos del Banco de México, el país tuvo un octubre negro por la enorme salida de flujos de capital provenientes del exterior, sobre todo de los dirigidos a la compra de valores de deuda emitidos por el Gobierno Federal, debido a varios factores de índole externo, paro también debido a la tensión originada por la cancelación del proyecto del nuevo aeropuerto en Texcoco, Edomex.

Los buitres se mudan

La salida de capitales se fijó en alrededor de 11 mil 237 millones de dólares de bonos del gobierno en manos de inversionistas extranjeros. Luego se explica que el único país de los mercados emergentes que registró salidas durante ese período fue México, donde se retiraron 214 millones de dólares de fondos que cotizan en bolsa dedicados a los activos de ese país. Pero, después se dice que una buena cantidad se fue a Brasil.

Remata el informe reconociendo que es posible que López Obrador no sea el único factor que haga caer los activos mexicanos. El presidente entrante de Brasil, Jair Bolsonaro, le está empezando a agradar a los inversionistas en medio de sus planes para vender compañías estatales, reformar el sistema de pensiones y reducir el déficit fiscal, lo que podría atraer fondos de otros mercados emergentes. Va por la Amazonia.

En un interesante reportaje de El New York Times, se asegura que: “Ahora Brasil eligió a Jair Bolsonaro como presidente, figura de ultraderecha que promueve la eliminación de las tierras indígenas protegidas. Que ha prometido reducir la vigilancia de leyes ambientales, a las que califica de obstáculo al crecimiento económico, y ha dejado muy claras sus intenciones para la Amazonía. Dijo: ‘Donde hay tierra indígena, hay riqueza debajo’. Mucho antes de la victoria de Bolsonaro, los descendientes de las tribus originales que poblaron la Amazonía, la selva tropical más grande del mundo, ya eran vulnerables a mineros, leñadores y agricultores que habían talado a niveles que los activistas advierten son insostenibles”.

En las tierras vírgenes de la Amazonia, donde viven tribus que respetan la naturaleza y la vida, ya han sido talados cientos de kilómetros de bosque pese a que ahí se prohíbe la actividad industrial a gran escala. De acuerdo con un análisis hecho con imágenes satelitales por The Global Forest Watch, de 2006 a 2017, la Amazonía brasileña ha perdido más de cuatro millones de hectáreas de selva virgen donde habitan especies únicas de flora y fauna y donde aún existen seres humanos pegados a la tierra, de la que obtienen sus frutos para la sobrevivencia; pero, sin explotarla.

Las excavadoras, dragas y mangueras de alta presión, arrasando y destruyendo kilómetros de tierra a lo largo del río, contaminando el agua, envenenando a los pescados; son, en general, una amenaza al estilo de vida de quienes habían habitado en la zona amazónica desde hace miles de años. En poco más de diez años, se ha perdido un territorio equivalente a los estados de Nueva York, Vermont, Nuevo Hampshire, Nueva Jersey y Connecticut juntos. Y ahora, van por lo que aún queda.

La Amazonia es considerado el pulmón del mundo, por tanto, la afectación que se haga a su ecosistema no sólo afecta a las tribus salvajes y a los brasileños, sino a todos los que en esta planeta viven y trabajan.

Entonces, que no se diga que los capitales se van porque aquí les hicieron el feo; se van porque les esperan nuevas ganancias superlativas a costa del planeta, dejando a los magnates aborígenes con sus sueños guajiros.