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La cosecha fatídica

Uno de los magnates más importantes se ha pronunciado en contra de la caridad como si ésta consistiera en regalar el dinero propio quedándose pobre

Tradicionalmente se ha tomado al egoísmo humano como la principal base argumental de la teoría económica moderna basada en la natural propensión a maximizar constantemente el propio beneficio, lo que llevaría a reducir la realidad teórica y operativa de la economía y, consecuentemente, a prever sus movimientos, así como los efectos intencionados o no de sus acciones; pero, al avanzar la idea de que la economía no es una ciencia exacta que responda a determinados patrones, también se vieron otros causales.

Visto a profundidad, la excesiva acumulación de la riqueza en unas cuantas manos, generalmente tan inútiles como estériles dado que no son capaces de arreglar un café con leche o de producir algo, no se debe al egoísmo exacerbado; más bien hay que reconocer que obedece a falta de sentimientos positivos y exceso de emociones negativas. Uno de los magnates más importantes se ha pronunciado en contra de la caridad como si ésta consistiera en regalar el dinero propio quedándose pobre. Eso desemboca en miedo.

La cosecha fatídica

La ausencia de empatía, esto es: la capacidad plena de percibir, compartir o inferir los sentimientos, pensamientos y emociones de los demás, basada en el reconocimiento de otros como iguales, es decir, como individuos semejantes con mente propia, y el miedo absurdo de que cualquier otra persona tenga intenciones de despojar de los bienes y aún de los males que se han logrado acumular por la buena o por la mala, es lo que conduce a la avidez y, posteriormente a la avaricia y la codicia, que son veneno puro.

Por ello, para ayer ya se contabilizaron 20 millones de seres humanos infectados por el Covid 19 en todo el planeta, con la escalofriante cifra de más de 728 mil muertes por la enfermedad respiratoria, que ha superado el rango superior de los decesos anuales por influenza, sin que se tenga registro de una pandemia de tal magnitud en ningún momento previo de la historia. Viene a ser paradójico que la cuarta parte de los enfermos se registre en la nación más poderosa que haya existido.

Todo parece indicar que el ser humano es víctima de sus propios pecados. En los Estados Unidos se tomó la determinación de desacreditar los esfuerzos de la Organización Mundial de la Salud y de organismo afines, dejando de contribuir en las tareas de erradicar el padecimiento y remediar los estragos que ha provocado universalmente. En México, una pandilla de ignorantes y malintencionados ha buscado de manera afanosa afectar el desempeño de las autoridades sanitarias, sin más propósito que el de supurar odio.

El 24 de abril de este año, la OMS y otros organismo emitieron la propuesta del Acelerador del acceso a las herramientas contra la Covid-19, que declara: “Sobre la base de la visión de un planeta protegido contra el sufrimiento humano y las devastadoras consecuencias sociales y económicas que acarrea la COVID-19, un grupo inicial integrado por actores mundiales en la esfera de la salud (la Fundación Bill y Melinda Gates, la CEPI, la Alianza Gavi para las Vacunas, el Fondo Mundial, el UNITAID, la Wellcome Trust y la OMS), así como por asociados del sector privado y otras partes interesadas, hemos decidido poner en marcha un proyecto de colaboración sin precedentes, de carácter mundial y por un periodo de tiempo limitado, cuyo objetivo es acelerar en todo el mundo el desarrollo y la producción de nuevas tecnologías sanitarias esenciales para hacer frente a la COVID-19, así como el acceso equitativo a las mismas”. Una idea magnífica; una solución integral, justa y accesible para la pandemia.

Pero, viene a resultar que ayer mismo, cuando se llegó a los 20 millones de enfermos, el secretario general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, declara que existe una gran brecha global y que la organización ha logrado recaudar apenas el 10% del financiamiento necesario. Agregando que sólo para las vacunas, se necesitarán más de 100 mil millones de dólares, en el entendido de que su distribución será generalizada y a costos accesibles para la población más vulnerable. Ese es el costo de la vida.

Advirtió Adhanom que: “Los próximos tres meses presentan una ventana de oportunidad crucial para escalar el impacto del acelerador ACT para el impacto global. Sin embargo, para aprovechar esta ventana, tenemos que ampliar fundamentalmente la forma en que financiamos el acelerador ACT y priorizar el uso de nuevas herramientas. Existe una gran brecha entre el acelerador y los fondos disponibles”.

Desafortunadamente, la humanidad está cosechando lo que ha sembrado. Primero, las embestidas de promoción del egoísmo, luego las de afectación a la empatía entre la gente. La cosecha es de muerte.


Fortino Cisneros Calzada

Fortino Cisneros Calzada

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