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Entender y creer

Todo hombre quiere entender; no existe nadie que no lo quiera; pero no todos quieren creer

En su empeño conciliatorio entre la fe que dominó durante diez siglos la vida del ser humano, desde la caída de Constantinopla hasta el descubrimiento de América, y la razón rescatada por los promotores del Renacimiento, san Agustín, en su Sermón 43, hace una propuesta novedosa que viene muy al caso en estos días de aparente incertidumbre, en que brincan los ignaros como guisantes en el comal caliente y condenan lo que no son capaces de asimilar. Dijo: “Entiende para creer, cree para entender” ¡Simple!

A lo largo de su discurso, expresa el doctor, santo y padre de la Iglesia Católica que: “Resumiendo brevemente lo dicho, tenemos existencia como los maderos y piedras, vida como los árboles, sentidos como las bestias e inteligencia como los ángeles. Con los ojos distinguimos los colores, con los oídos los sonidos, con las narices los olores, con el gusto los sabores, con el tacto los calores, con el entendimiento las acciones. Fíjate. Todo hombre quiere entender; no existe nadie que no lo quiera; pero no todos quieren creer. Dice uno: ¿Tengo que entender para creer? Le respondo: Cree para entender”.

Entender y creer

Siguiendo por el rumbo de la fe, la Biblia dice (Mateo 22:1-14) que, luego de referir una de sus parábolas, Jesús sentenció que “muchos serán los llamados, pero pocos los escogidos”. Así sucedió con el cambio propuesto por el actual gobierno. Todos los mexicanos fueron convocados para ser parte de esa que ha sido reconocida universalmente como una revolución pacífica; muchos se montaron en el carro triunfal y se dijeron dispuestos a aportar sus habilidades y talentos para hacer realidad el rescate de los valores humanos.

Pero, al paso de la carreta han abjurado de su compromiso, y no ha faltado quien se llame a engaño y no tenga empacho en gritarlo a los cuatro vientos, tratando de hacer daño al proyecto denominado la Cuarta Transformación; pero, lo único que ha logrado es exhibir su pobreza de espíritu y su muy poca capacidad para entender el sentido de los tiempos. El proyecto de gobierno descansa en 3 ejes rectores: restaurar el imperio de la ley, erradicar la corrupción, la complicidad y la impunidad, y la justicia social.

La decisión del presidente Andrés Manuel López Obrador de no enfrascarse en pleitos tontos ni perder el tiempo en discusiones estériles, demuestra que las tareas derivadas de la alta responsabilidad que el pueblo le confió, han tomado la dinámica de un ferrocarril que difícilmente podrán parar las fuerzas de la reacción, amafiadas con los poderosos intereses afectados por la aplicación de la ley y la ruptura de las cadenas de complicidad. En algunos casos, hay la apariencia de error donde no lo hay. Eso confunde.

Por ejemplo, el más citado de los casos es el que se refiere a la producción de energía eléctrica con las nuevas tecnologías no contaminantes, como la eólica o la fotovoltaica. El gobierno no se opone, por el contrario, busca que haya un mayor crecimiento; pero, en condiciones tales que los beneficios sean superiores a los perjuicios y no al revés, como quedó planteado en los acuerdos firmados con gobiernos previos, en que no se tomaron en cuenta las experiencias amargas de otros países que han pagado un alto precio por no regular la concurrencia de productores inciertos, que orita dan mil y luego no dan nada.

Cuando haya mucho viento o sol, habrá una sobrecarga de energía eléctrica que pondrá en jaque a las redes y de distribución, con la posibilidad de afectar los equipos y sistemas de transformación y de regulación; cuando no haya viento ni sol, tendrán que entrar al quite las plantas que utilizan la quema de gas y petróleo para poder abastecer la demanda de los consumidores que quedarán al descubierto; así que hace falta regular el abasto. La ecuación es simple y la entiende quien no tenga las entendederas percudidas por intereses mezquinos.

Así pasa con la economía, con el sistema de salud, con la educación y todo lo demás que corresponde a la administración pública. Se está haciendo lo que se debe hacer con la mayor eficacia y oportunidad. Habrá quien, por convicción o interés personal, no está de acuerdo y está en su derecho; pero, que no se diga engañado, porque desde un principio se trazaron las metas para la recuperación del estado de derecho mediante el ejercicio del poder público al servicio de las mayorías. Más temprano que tarde, habrán de brillar nuevamente bajo el cielo del Anáhuac los rayos luminosos del sol de la justicia social.

México va a vanguardia; pero, no es el único pueblo de la tierra que está buscando dar marcha atrás a la obra depredadora del capitalismo salvaje, promovido por potentados enajenados que mientras más tienen más quieren. El daño que se ha hecho a la humanidad y al planeta es tanto, que ya no puede continuar, se entienda o no.