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Hora de definiciones

La disponibilidad de los organismos financieros internacionales ‘por ayudar’ a México es tan burda como las presiones de los bancos por ‘auxiliar’ a los cuentahabientes

El plan de emergencia propuesto por el presidente Andrés Manuel López Obrador para hacer frente a la contingencia derivada de la confluencia, causal o casual, del agotamiento del modelo que se ha identificado como neoliberal, la pandemia y la debacle petrolera, debe ser entendido a cabalidad para tener el respaldo mayoritario de los mexicanos que, nuevamente, como a principios de la centuria pasada, están marcando nuevos rumbos en la consecución de los anhelos de libertad y justicia social.

El capitalismo fue definido con precisión por Max Weber en su obra El origen del capitalismo moderno, en la cual hace una amplia exposición de cada uno de los aspectos del tema que trata y explica las muy diversas variantes y expresiones que se han dado en cada época y lugar con respecto de la generación de riqueza a partir de las empresas (industria, comercio, servicios) que vienen a resolver problemas y a remediar necesidades de la gente, pero con fines de lucro. Habla del poder político al servicio del capital.

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Explica en al apartado del Mercantilismo que: “Mercantilismo significa la traslación del afán de lucro capitalista a la política. El Estado procede como si estuviera única y exclusivamente integrado por empresarios capitalistas; la política económica hacia el exterior descansa en el principio de aventajar al adversario, comprándole lo más barato posible y vendiéndole lo más caro que se pueda. La finalidad más alta consiste en robustecer hacia el exterior el poderío del Estado. El mercantilismo implica, por consiguiente, potencias formadas a la moderna: directamente mediante el incremento del erario público; indirectamente por el aumento de la capacidad tributaria de la población”. Todo para el capital.

La gran mentira histórica de la Matanza de Tlatelolco dio pie para la destrucción del proyecto emanado de la Revolución Mexicana, plasmado en la Constitución del 17 y cumplido por los gobiernos a partir de Lázaro Cárdenas que dieron al país la más prolongada etapa de paz, estabilidad y desarrollo en un mundo convulsionado por guerras, genocidios o oprobiosas dictaduras. Quienes incursionaron el mundo intelectual de la época saben que México era un fenómeno político que atrajo interés mundial.

Muchos son los autores que consideran que México fue el primer país que venció al capitalismo con sus propias cartas. Su crecimiento fue acelerado, siempre bajo la premisa de la justicia social, esto es, que todos participaran de los beneficios del desarrollo. Se crearon las empresas del Estrado con los estándares de producción más altos para competir con ventaja en el planeta. Mexicana de Aviación fue la primera línea aérea del mundo, tanto por su creación como una empresas de servicios aéreos, como por la proverbial calidad de sus servicios. Los autobuses Dina-Sultana rodaban por el globo.

La proyección de México y lo mexicano en los escenarios internacionales dominó la mayor parte del siglo XX en los tres grandes campos de la cultura humana: arte, ciencia y moral; tanto que en los tres fue galardonado con los Premios Nobel de la Paz, de Literatura y de Ciencias. El país recibió a las mentes más brillantes de la época que deseaban formar parte del, entonces sí, milagro mexicano. Pero, llegaron los neoliberales y dieron al traste con todo. El gobierno se puso al servicio del gran capital.

Como dice Weber: “El mercantilismo implica, por consiguiente, potencias formadas a la moderna: directamente mediante el incremento del erario público; indirectamente por el aumento de la capacidad tributaria de la población”. Empresas que no sirven a la gente, sino que se alimentan del presupuesto oficial canalizado con la complicidad de los gobernantes y pagado con las contribuciones cautivas de la población más desprotegida. El asalariado ni siquiera necesita hacer declaración, se le descuentan de manera automática sus impuestos, cuotas, aportaciones y otras cargas en las que el gobierno es cobrador.

Las presiones para que el país contrate deuda soberana y siga canalizando recursos a las empresas grades y medianas escudadas en la protección del empleo y los pequeños talleres familiares, son muchas y vienen de dentro y de fuera. La disponibilidad de los organismos financieros internacionales ‘por ayudar’ a México es tan burda como las presiones de los bancos por ‘auxiliar’ a los cuentahabientes.

Pero, no es tanto que haya resistencia a las decisiones de la administración pública; sino, que hay pavor de que el ejemplo cunda. Ya lo dijo Jean Luc Mélenchon: “Estamos en un momento clave de la historia y en este momento surge el caso mexicano: una cosa increíble, nunca vista en otra parte del mundo, un proceso de revolución ciudadana”.

El plan de AMLO es recuperar la esencia del ser mexicano: libre, solidario, fraterno. En ello debe contar con el apoyo de los hombres de buena voluntad.