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El dinero o la vida

Son muchas y muy dramáticas las explicaciones que se han dado ante la propagación del virus Covid-19 y sus efectos en el cuerpo humano.

Vienen a resultar extraordinarios los esfuerzos que realizan los potentados por mantener su riqueza y, en la medida de lo posible, acrecentarla con motivo de la pandemia que tiene en vilo a la humanidad. Ya existe una lamentable especulación con los medicamentos y servicios médicos de toda naturaleza, no únicamente los relacionados con la pandemia y se ha detectado la práctica deleznable del ocultamiento, acaparamiento y encarecimiento de los bienes de uso y consumo necesarios, sobre todo de alimentos.

No son escasos, aún en tiempos normales, los hombres que prefieren ir a la tumba que despojarse de sus caudales para curarse o tener un rasgo de misericordia y compasión. Pero, resultan millones los que ante la mayor prueba que ha debido sufrir el hombre como consecuencia de su irracional explotación de los recursos del planeta, no se arredran y quieren seguir sacando utilidades que agreguen ceros a sus ya abultadas cuentas bancarias. Ante la disyuntiva de ‘el dinero o de la vida’, optan por ésta para no perder aquel.

El dinero o la vida

Son muchas y muy dramáticas las explicaciones que se han dado ante la propagación del virus Covid-19 y sus efectos en el cuerpo humano. Por principio de cuentas, se dice que es mortal, esto es, que tiene la capacidad de crear cuadros mórbidos que complicados con otras deficiencias metabólicas conducen a una muerte lenta y angustiante porque, además de los dolores extremos, impide el acceso de aire a los pulmones y la extracción de oxígeno de éste. En un deceso por asfixia pero en un periodo prolongado.

Hasta el momento no hay un medicamento que haya probado ser efectivo en el tratamiento de la gente que ha resultado infectada por el virus, indetectable con los métodos tradicionales; por ello, lo que debe hacerse es aislar totalmente a los pacientes plenamente identificados y proporcionarles la asistencia necesaria para que su propio organismo luche y pueda ganar la batalla, inclusive con los ventiladores o respiradores mecánicos que suplen a los pulmones en la tarea de acopiar aire, extraer oxígeno y llevarlo a la sangre. El caso es que ese tipo de equipos no existen en cantidad suficiente porque no se requerían.

Quienes han logrado recuperarse porque eran individuos sanos, en excelentes condiciones físicas, con un sistema inmunológico funcional y fortalecido, narran que la odisea es terrible, tanto física como mental y espiritualmente. Los dolores son intensos y constantes, que el aislamiento y la soledad crean un estrés permanente que no puede ser desahogado de ninguna forma y la angustia de no saber cuál será el final, cómo se encuentra la familia, los amigos, el mundo entero, ¿quién lo contagió? y ¿a quienes llevó el virus?, no tiene salida. El drama se acrecienta en la medida en que surgen las carencias porque nadie estaba prevenido y el sistema productivo mundial, tan avanzado y eficaz, no estaba diseñado para un embate de la naturaleza de tal alcance. Todo se ha tenido que hacer a partir de la improvisación y no siempre se logran los resultados esperados. Mucha gente no ha logrado dimensionar esta tragedia.

Tan no logra entender que en la mayor parte de los países se están buscando las formas de reanudar las actividades económicas bajo los mismos patrones de producción y el mismo modo de proceder para con el ser humano y el planeta. Los comportamientos aberrantes e inicuos que han llevado a unos pocos a nadar en la abundancia extrema a costa de la miseria de las mayorías, que siguen muriendo de hambre con o sin pandemia, son los mismos porque no se ha escuchado el llamado del planeta a modificarlos.

La deshumanización de los sistemas de producción, que se manifiesta en tres sentidos: la irracional explotación del trabajador; la despersonalización del inversionista que ni siquiera sabe en dónde y en qué están invertidos sus capitales y por tanto no se siente ligado ni comprometido con el trabajador, el proveedor ni el consumidor; y el dinámico avance de la mecanización y la robotización de los procesos industriales, han tenido tan vertiginoso crecimiento que pronto lograrán sacar al obrero de la industria. 

Y, montados sobre sus pilas de billetes, como modernos Cresos, los potentados reclaman más apoyos y beneficios del Estado, esto es de la gente cuyas condiciones de vida han tenido que sacrificarse para que ellos tengan las talegas llenas. Y, para colmo del cinismo, piden los privilegios a nombre de los mismos que han sufrido sus embates: los trabajadores, con el cuento de que es necesario mantener operando la planta productiva y la generación de empleos. Ven la fuerza de la tormenta y no se hincan.

Los potentados no entienden y esperan sacar raja, ojalá que el resto de los mortales sí escuche los clamores de la madre Tierra.