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Asomaron las orejas

Cada industria, cada comerciante, cada prestador de servicios tendrá que dar la cara a sus clientes, a sus proveedores y a sus trabajadores

La tenaza con la que se amaga a las autoridades constitucionales está compuesta, de un lado, por las fuerzas políticas que hasta recientemente habían resultado favorecidas con el ejercicio corrupto del poder y, del otro, por los empresarios emanados del pacto con Salinas, quienes durante los regímenes neoliberales tuvieron manga guanga para medrar a sus anchas con ofertas fantásticas, imposibles de cumplir, la pauperización de los salarios de los trabajadores y el escamoteo de los impuestos al fisco.

Ayer apareció en escena ese personaje siniestro que fue secretario de Trabajo del becario de ingrata memoria, Javier Lozano, para avalar la descalificación de las autoridades sanitarias encargadas de lidiar con el problema de la pandemia, que hizo su tocayo Alatorre. Sus escasas prendas intelectuales no le permiten entender que cuando se ronda con sabandijas la discreción se convierte en una virtud y no resistió la tentación de salir a escena mostrándose como parte de las embestidas de la derecha a la 4T.

Asomaron las orejas

Cabe señalar que Javier Lozano fue identificado por Zhenli Ye Gon como la persona que dejó en su casa los más de 200 millones de dólares en efectivo, como lo había hecho en otros muchos lugares del país, a fin de tenerlos a la disposición para costear a grupos paramilitares que derrocaran al gobierno en caso de que perdiera el candidato de su partido. Al ser balconeado Lozano dijo que acudiría a las cortes de Estados Unidos para aclarar la 'difamación' en su contra, nomás que le advirtieron que allá no juegan.

Algunos gobiernos locales que no tienen las manos muy limpias, están utilizando la pandemia de Covid-19 para llevar agua a su molino y han emprendido una campaña mediática de descalificación y crítica con montajes simplones en que aparece una enfermera, un grupo de familiares de pacientes y hasta cómicos de la legua y conductores de programas noticiosos quejándose de los servicios médicos y hospitalarios. No puede decirse que no haya problemas; eso es imposible luego de 30 años de saqueo y de abandono. Lo que hay orita es resultado de lo que se hizo antes; con las pruebas a la vista ni 'pa´onde'.

Por citar sólo un ejemplo, en el 2010, durante el auge petrolero con precios arriba de los cien dólares por barril y una producción superior a los tres millones de barriles de crudo diarios, que se exportaban porque nunca se construyeron las 3 refinerías prometidas, el gasto social del gobierno federal era de únicamente el 11.3 por ciento, muy por debajo de Argentina, 27.8%; Brasil, 26.4% y Chile, 25.2%. Pero, además, se creó el Seguro Popular para que los estados operaran un grueso presupuesto de salud.

Esas partidas descentralizadas se acabaron, ya no se permiten gastos sin control ni sentido, y son lo que pelean los políticos de oposición como Alarcón y sus cuates, casi todos cortados por el mismo patrón. Haciendo efectivo el viejo y conocido refrán que asegura que a río revuelto, ganancia de pescadores, han echado su cuarto de espadas, aliados al gran capital, creen que pueden hacer talco al proyecto de retorno al imperio de la ley.

Para mayor abundancia, de acuerdo a la Ley General de Salud, Art. 77 bis 13, de 2012, el Seguro Popular se costea con recursos de tres fuentes: las aportaciones solidarias se integran con los fondos concurrentes del gobierno federal y los gobiernos estatales. Las de los estados, por persona afiliada debe corresponder, por lo menos, a la mitad de la cuota total, lo cual permite que los estados aporten más si lo desean. La federal por persona debe representar, por lo menos, una y media veces el monto de las aportaciones totales y definida para cada entidad federativa se determina mediante la fórmula señalada en el Reglamento de la Ley General de Salud en Materia de Protección Social en Salud: 1) número de familias beneficiarias, 2) necesidades de salud aproximadas mediante dos variables: probabilidad de muerte infantil y probabilidad de muerte en adultos, 3) aportaciones adicionales de las entidades y 4) desempeño de los servicios de salud. 

Por el otro lado, en plena decadencia del modelo neoliberal, que tanto daño ha hecho al hombre y a su único hábitat, los ahijados de Salinas se empeñan en mantener los privilegios que les permitieron amasar fortunas inimaginables con la explotación extrema de los recursos naturales, del ser humano sometido a condiciones rayanas en la esclavitud y con la resistencia a cumplir sus compromisos con el Estado. Antes decían que no pagaban impuesto porque los políticos todo se robaban; ahora que la corrupción se combate frontalmente, tampoco, dizque para proteger la planta productiva y el empleo. 

Además de obtusos, viven fuera de la realidad pues cualquier estudiantes de Ciencias Económicas y Sociales puede decirles que el apogeo de la globalización ha llegado a su fin. Un sistema económico basado en la producción a escala mundial y en largas cadenas de abastecimiento se está transformando en otro menos interconectado; el modo de vida impulsado por la movilidad incesante agotó sus posibilidades. A partir del fin de neoliberalismo y la globalización, cada región deberá aprovechar sus fortalezas para salir avante. La competencia ya no será con salarios miserables e ínfima calidad, sino con calidad, precio y tiempo de abasto.

Cada industria, cada comerciante, cada prestador de servicios tendrá que dar la cara a sus clientes, a sus proveedores y a sus trabajadores. Ya no podrá excusarse tras los membretes de organizaciones de corte fascista en que una cúpula de potentados es soportada por millones de artesanos y marchantes que viven al día. Tampoco podrán argüir cuestiones de competencia y competitividad en mercados abiertos porque demostrado está que esos no existen, como tampoco existe el gran mito de la libre concurrencia.

A los intereses inconfesables de los políticos de oposición que gozaron del jauja de la corrupción y de los potentados que se hicieron de mulas a la mala con la complacencia de regímenes a modo, se opone el interés de las mayorías de este país que ya llegaron al límite de su tolerancia, no por dejados sino por prudentes. Como en el Primer Imperio, como en el Segundo y como en la Revolución, cuando el tigre dormido despierta, nada puede detenerlo.