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Germán no pudo entender

La renuncia del director del Instituto Mexicano del Seguro Social, Germán Martínez Cázares, presentada a través de una larga carta en que hace una puntual exposición de los problemas que padece la institución, así como de los vicios que a lo largo de los años han venido a deteriorar la calidad de los servicios que presta y la atención que brinda a la población derechohabiente. El ya exfuncionario, no tuvo empacho en señalar la situación real de la institución creada en 1944.

Entre otros temas que deben ser conocidos a fondo por la opinión pública, señaló que: "Gobernar el Seguro Social, encarar sus difíciles retos, domar ambiciones y negocios, cobrar cuotas, ganar juicios, hacer trabajar a sus empleados, y erradicar la maldita corrupción que lo aflige, requiere un Director General fuerte, respaldado por todos, sin dudas, ni vacilaciones". Existe la convicción de que el presidente Andrés Manuel López Obrador le otorgó su confianza porque así lo consideraba.

Germán no pudo entender

Ahora que renuncia, asegura que no tuvo ese respaldo, sin el cual, efectivamente, no se pueden desatar los nudos gordianos que desde la entrega del poder político al poder económico en las épocas de Miguel de la Madrid y Carlos Salinas, se han venido creando, enredando y fortaleciendo para favorecer al capitalismo salvaje en contra del interés de la clase trabajadora, cuyo nivel de vida se ha venido deslizando como en un tobogán, sin que haya algo que detenga la pauperización.

Los atributos de Germán son de sobra conocidos. A la ingenuidad de sus primeras incursiones en la política con el sello panista, ha sucedido una consciencia social plena, enriquecida por la disciplina y la voluntad de servir; por ello se le consideró una acertada designación cuando su nombre fue mencionado como director del IMSS. Pero, ni eso ni su acrisolada decencia fueron suficientes para combatir con éxito a los demonios que se han apoderado del instituto. Los esquemas de corrupción se han desarrollado, se han fortalecido tanto que se requiere más que buena voluntad.

Al principio de su misiva, Martínez evidencia el tamaño del problema, cuando afirma que: "El IMSS redistribuye en sus servicios más de mil millones de pesos diarios. En un mes puede gastar más que la UNAM en un año. Desde cuidados prenatales hasta tratamientos paliativos antes de morir. Por eso, controlar en exceso esos recursos, que son de trabajadores y empresarios, sin racionalidad y sin apego a las normas del IMSS, puede acabar con esa dinámica de solidaridad social propia del Instituto". Mil millones de pesos diarios son mucha tentación para dejarla ir.

Y, claro que los tiburones del capitalismo de amigos que se practica en México no la han desaprovechado, tienen las garras metidas hasta lo más profundo. El entramado empresarial es tan complejo y diverso que resulta difícil encontrarle el hilo a la madeja; por ello resulta más fácil saber quiénes son los beneficiarios siguiendo las huellas del dinero, que se deposita en bancos propios para que no haya problemas. Se ve que en diez o quince años un perico-perro se atreve a competir con los más ricos del planeta, dueños de fortunas que vienen de varias generaciones.

Pero, la corrupción no sólo es en el ejercicio del presupuesto, sino en la mil y una mañas que se dan los empresarios para evadir sus obligaciones con el IMSS, tanto con la presentación de nóminas adulteradas, como con la inscripción de toda la parentela, cuates y hasta gato y perico como beneficiarios del régimen de seguridad social, que luego se prolongan con las prestaciones. La corrupción ha venido a resultar la sucesora de aquella mística que privó en la institución durante sus primeras décadas. Por ello, no quedan más que los huesos roídos por el capitalismo para que los de dentro también puedan hacer sus buscas, dejando al asalariado, que sí paga sus cuotas a querer o no, porque se les descuentan por nómina, en el más absoluto desamparo.

Quizá el error de Germán Martínez fue creer que el puesto de director le otorga un poder superior al de otros poderes por la autonomía de gestión de sus recursos; pero, se equivocó. Su tarea no era pedir más dinero a Hacienda, sino la de hacer pagar cuotas justas y legales al sector patronal, controlar los gastos que pudieren parecer excesivos y poner a trabajar a la gente con el ejemplo.