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La razón de la riqueza

La solución posible está en hacer algo diferente, como lo vienen planteando quienes apuestan por las inversiones sostenibles y rentables, y por la justa distribución de los beneficios que se produzcan

Las fórmulas antiguas y modernas para enfrentar la triple crisis derivada del fin del neoliberalismo, la lucha en contra de la corrupción en sus múltiples manifestaciones y la pandemia del coronavirus, no han tenido los resultados esperados porque nunca la riqueza acumulada tuvo tan peregrina justificación.

Pelear el puesto de hombre más rico del planeta con el poder de la destrucción y del avasallamiento, no tiene precedente alguno en un mundo que conoció a Alejandro Magno, Atila, Gengis Kan, Napoleón.

La razón de la riqueza

En el acceso al edificio principal del Rockefeller Center, entre la Quinta y la Sexta Avenida de Nueva York, está grabado en piedra el versículo de Isaías 33.6: “Y reinarán en tus tiempos la sabiduría y la ciencia”. Adentro, en el living, en espera de alguno de los 60 ascensores, puede verse una proyección de la historia de este emblemático conjunto arquitectónico que fue definido en su tiempo como una ciudad vertical, y conocer la razón de su construcción en plena recesión. Explica el valor del dinero.

Como ese ejemplo, hay obras portentosas por todos los confines de la tierra que dan sentido al hecho de ser rico. El pensamiento de los filósofos griegos permanece anclado en la esencia misma del ser humano y de tarde en tarde es traído al presente por mentes brillantes que entienden que la riqueza sólo es justificable en la medida en que pueda ser instrumento para la evolución de la vida en el planeta. Ir en sentido contrario, atentando en contra del ser humano y de su único hábitat, es tan tonto como atroz.

Por poner un ejemplo a modo que pudiera compararse con el Rockefeller Center, la construcción del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México en el lecho del lago de Texcoco, era un proyecto colosal y hubiera sido muy bueno si los propósitos que lo animaron no hubieran sido tan perversos y deleznables. Cualquier persona con medianos conocimientos técnico que no tuviera intereses en él, sabía que era una idea que no iba a funcionar nunca y que sólo sería un pretexto más para favorecer a unos cuantos.

Quienes tienen memoria podrán recordar del Paso Interoceánico Multimodal que construyó con crédito externo el presidente José López Portillo para unir en pocas horas los puertos de Coatzacoalcos, Ver. y Salina Cruz, Oax. Fue una obra magnífica, con grúas de enorme capacidad construidas ex profeso en Alemania, ferrocarriles con ocho vías, tendido eléctricos de 440, muelles y dársenas para miles de toneladas de carga que se movía por medio de contenedores. Todo eso se pudrió, sólo la deuda quedó.

La presidencia de la Sra. Janet Yellen al frente del Sistema de la Reserva Federal de los Estados Unidos fue de los pocos períodos en que se ha entendido la distorsión de la acumulación de la riqueza sin un propósito ulterior; por ello propugnó siempre porque el dinero dejara de producir más dinero y fuera canalizado a inversiones productivas que generaran el círculo virtuoso de inversión-producción-empleo-contribuciones. Ese ciclo de la economía norteamericana es lo que ha evitado el desastre total.

El propósito de la riqueza es generar abundancia. La distribución de esa abundancia es lo que genera las diferencias de las políticas económicas; pero, en términos generales, cuando hay equidad se logra el mayor bienestar general y, por ende, el progreso de los grupos sociales. Pero, si el propósito de la obtención de recursos es la simple acumulación, entonces se producen perturbaciones que no siempre terminar bien, dado que ningún ser vivo ha logrado evitar la costumbre de comer, al menos cada día.

México y el mundo vivieron los estragos de la avaricia y la tacañería de unos cuantos potentados en colusión con el gobierno para acumular riqueza por medio de la explotación de los trabajadores y de las riquezas del planeta, sin importar el daño que se hacía a cada uno. Mantener los salarios por debajo del costo de los alimentos básicos, además de ilegal fue inmoral; pero, ni los avaros ni los tacaños tuvieron necesidad de echar a perder la digestión,porque el sistema institucional estaba para protegerlos a cambio de migajas.

Todas las teorías económicas que buscan encontrar soluciones en las viejas fórmulas de rescatar a los bancos y a las empresas tronadas, y con ello favorecer a las colosales fortunas estériles y ociosas, ya no funcionan. No pueden funcionar en un mundo que agotó sus posibilidades de seguir soportando tanta saqueo. El dinero fácil en manos irresponsables, ha sido un craso error de los tiempos modernos.

La solución posible está en hacer algo diferente, como lo vienen planteando quienes apuestan por las inversiones sostenibles y rentables, y por la justa distribución de los beneficios que se produzcan.