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El poder de la alegría

Desde el 2010, cada 1 de agosto se celebra el Día Mundial de la Alegría, que fue instaurado por iniciativa del colombiano Alfonso Becerra en el Congreso de Gestión Cultural celebrado en Chile

En uno de sus libros, el autor plantea una pregunta interesante que en sí misma abre posibilidades infinitas de interpretación y de desenlace: "Papi -preguntó la pequeña-, ¿de qué se ríen los pobres?". Viene al caso hoy que se celebra el Día Mundial de la Alegría, ese sentimiento sublime y liberador que, como dijo Benjamín Franklin: "La alegría es la piedra filosofal que todo lo convierte en oro", y que, además no cuesta y está a disposición de todo aquel que la quiera con el simple hecho de pretenderla.

Desde el 2010, cada 1 de agosto se celebra el Día Mundial de la Alegría, que fue instaurado por iniciativa del colombiano Alfonso Becerra en el Congreso de Gestión Cultural celebrado en Chile.

El poder de la alegría

Esta fecha puede servir para reflexionar sobre la importancia de tener presente ese sentimiento en cada momento de la vida y obtener los frutos extraordinarios de su poder transformador y liberador. El rey Salomón mismo expresó que: "El corazón alegre hace tanto bien como el mejor de los medicamentos".

Bien puede decirse que la alegría es una manifestación de poder vital. Beethoven, el compositor que abrió su alma a la humanidad para que lo vieran por dentro a través de sus obras, presentó el 7 de mayo de 1824, en el Teatro de la Corte Imperial de Viena, su Novena Sinfonía en Re menor, Op. 125, que luego sería conocida como Coral, con un cuarto y último movimiento para ser interpretado por coro y solistas basándose en la Oda a la Alegría del poeta Friedrich Schiller. A partir de ahí se le conoce como el Himno a la Alegría y ha trascendido el tiempo, las lenguas y los espacios para llevar fiesta a la gente.

"¡Oh amigos, dejemos esos tonos!/ ¡Entonemos cantos más agradables y llenos de alegría!/ ¡Alegría! Alegría!

¡Alegría, hermoso destello de los dioses,/ hija del Elíseo!/ Ebrios de entusiasmo entramos,/ diosa celestial, en tu santuario./ Tu hechizo une de nuevo/ lo que la acerba costumbre había separado;/ todos los hombres vuelven a ser hermanos/ allí donde tu suave ala se posa.

Aquel a que la suerte ha concedido/ una amistad verdadera,/ quien haya conquistado a una hermosa mujer,/ ¡una su júbilo al nuestro! Aún aquel que pueda llamar suya/ siquiera a un alma sobre la tierra./ Más quien ni siquiera esto haya logrado,/ ¡que se aleje llorando de esta hermandad!", (fragmento del original en alemán).

Curiosamente, la alegría no es un estado anímico exento de dificultades, turbaciones y sufrimiento; sino un poder que los trasciende y que eleva el valor de la existencia humana por cuanto conduce al amor y este a la liberación de los apegos y las mezquindades que permiten apreciar el brillo del oro, pero no la luz tierna y esperanzadora de cada amanecer. Beethoven, sordo, supo percibirlo en los versos de Schiller cuando convoca a cada uno a unir el júbilo personal al júbilo colectivo, o que se aleje llorando.

Científicamente se ha comprobado, inclusive en experimentos con vacas, que la alegría torna a los seres más productivos, más empáticos, más compasivos. Una persona alegre rinde más, tiende a estar más sano, a superar las dificultades, y a provocar alegría en las personas que tiene alrededor; a hacer el bien de manera desinteresada. La alegría se multiplica exponencialmente, de ahí la importancia de compartir la alegría para que más personas se contagien de este sentimiento, uno de los más hermosos.

El carácter espontáneo de la alegría puede observarse con facilidad en los niños, cuando convocan, con la mayor de las simplezas a "vamos a jugar". No importa a qué, cómo o dónde; sino, el hecho de que dos o más chicos se unen en un propósito común: vivir momento de gozo, de alegría, lo mismo con una pelota, un bote para patear, una cuerda para saltar o un árbol al que trepar. La alegría de los peques se manifiesta en risas, carcajadas, gritos, saltos, brazos alzados al cielo, payasadas, carantoñas y muecas.

Ordinariamente, para los adultos es más complicado. Primero tienen que abandonar la seriedad de sus rostros adustos, abrir la posibilidad de contagiarse de la alegría, aceptarla y gozarla en plenitud, sin importar lo demás. Porque, por desgracia, la alegría no puede decretarse, aunque sí fingirse, lo que es el mayor de los absurdos, casi un crimen perpetrado contra una de las manifestaciones más genuinas. Si la mayor alegría es la alegría de vivir, entendida a plenitud y cabalidad, entonces, fingirla es traicionarse a sí mismo.

Con motivo de una subasta de objetos de Albert Einstein, el científico más conocido y popular del siglo XX, se publicó, en octubre de 1917, un episodio gracioso en la vida del genio. Resulta que una nota que Einstein le dio a un mensajero en Tokio porque no tenía monedas para darle propina, salió a luz tras 95 años y fue subastada en Jerusalén. Corría el año 1922 y el físico nacido en Alemania, famoso por su Teoría de la Relatividad, se encontraba de gira por Japón, ofreciendo conferencias. Había sido informado recientemente de que iba a ser galardonado con el premio Nobel de Física y su fama, más allá de los círculos científicos, iba en aumento.

Un mensajero japonés llegó al Imperial Hotel de Tokio para entregarle a Einstein un mensaje. Einstein no quiso que el mensajero se fuera con las manos vacías, así que le escribió dos notas a mano en alemán, diciéndole: "Quizás si tienes suerte estas notas acaben siendo mucho más valiosas que una simple propina". En la primera nota, escrita en un folio con el membrete del Imperial Hotel Tokyo, puso: "una vida sencilla y tranquila aporta más alegría que la búsqueda del éxito en un desasosiego constante".

En la otra, en una hoja de papel, dijo simplemente: "Donde hay un deseo, hay un camino". No hay una coincidencia de criterios entre los estudiosos de la obra de don Alberto que lleven a concluir que lo que escribió sea producto de sus reflexiones filosóficas profundas, o una salida airosa para gratificar a quien le había llevado importante mensaje; pero, hay quienes aseguran que son un resumen de su pensamiento acerca de la felicidad. A fin de cuentas, valen porque son de su puño y letra.

Cabe señalar que si la alegría es una vía de liberación y de amor, entonces las antípodas de la felicidad artificial a que invita la cultura narcisista y consumista, no deja de ser un engaño. ¡Feliz Día de la Alegría!