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Elegir para vivir

Lo más difícil de aprender en la vida es qué puente hay que cruzar y qué puente hay que quemar. -Bertrand Russell

Pocas cosas provocan más frustración en la vida que reconocer una mala elección; saber que no fuimos capaces de elegir para vivir mejor. Y cuando hablo de elegir puede ser un pensamiento, una profesión, un trabajo, una casa, un amigo, un marido, una esposa, un gobernante, un camino. Todo el tiempo estamos eligiendo, lo mismo una marca de shampoo que un alimento, un vestido, un viaje, una forma de vida. No hay día que pase sin hacer elecciones, desde las más pequeñas hasta las fundamentales y todas van definiendo lo que somos.

Elegir, siempre elegir. Vea usted sino cuántas y cuáles han sido y son las elecciones hechas en su vida. En un solo día estamos eligiendo a cada momento: La ropa, el desayuno, el camino, la llamada, el lugar, la lectura, la música, el encuentro, la actividad, el descanso. Elegimos y decidimos, ambas acciones están enlazadas, pero hay de elecciones a elecciones. Porque no es lo mismo elegir el vestido de la boda que la pareja con quien se compartirá la vida. Ni elegir un mueble para la cocina que un gobernante para la nación.

Elegir para vivir

En ese sentido, es necesario reflexionar acerca de cómo elegimos y decidimos  porque de eso depende el rumbo de nuestra vida. Y a veces las elecciones que parecen más intrascendentes pueden traer consecuencias. En lo personal, recuerdo muy bien el día que elegí sin pensar ir descalza sin atender el piso mojado a cerrar el portón de casa, provocando una caída que casi me cuesta la vida. Piense usted cuántas cosas hacemos mecánicamente, sin pensar, por impulso y termina causándonos daño.  Elegir una comida que nos enfermará, o peor aún, una relación tóxica que nos perjudica, o una batalla improbable de ganar.

Así de simple o así de complicado resulta el proceso de elegir. “El problema de la elección es el problema de la vida entera” dijo George Perec. Nada más cierto. Cuántas veces hemos oído  tristes lamentos por haber escogido mal a la pareja, el trabajo, el amigo, el gobierno. Porque cuando hablamos de elecciones, también debemos tomar en cuenta que hay algunas capaces de cambiar el rumbo de un territorio entero. En la dimensión colectiva de nuestra libertad personal, el voto se significa en un poder inmenso e irrenunciable. Votar es elegir.  Y esa elección puede traernos malestar o bienestar, el agua o la carencia.

Y luego está el azar, ese factor ajeno a nuestra voluntad, pero también decisivo. El caprichoso azar como diría Serrat, que nos lleva hacia una persona, la embestida de un carro, un rayo fulminante, el número ganador de la lotería. Eso que no elegimos sino que tal vez nos elige. Deambulamos por el azar como un laberinto, dice Savater, “el divino laberinto de los efectos y las causas” del que habló el enorme Borges. Y cómo no será decisivo, si hasta nacimos por azar, dice el sabio Montaigne. Ese espermatozoide entre millones que fecundó un óvulo para hacer florecer la vida. La familia de sangre que no elegimos y sin embargo amamos.

Con todo, la historia nos enseña que las decisiones humanas son fundamentales y transformadoras. Este septiembre recordamos a Hidalgo y Morelos, a tantos que con ellos eligieron la libertad y decidieron emprender una lucha para alcanzarla; de esa elección libertaria surge nuestra nación. Pero no sólo los grandes personajes tienen capacidad de cambiar la ruta; también las pequeñas acciones siembran transformaciones. Acciones que se derivan de pensamientos. Porque tal vez hay cosas que no podemos elegir, pero lo que pensamos depende sólo de nosotros. En el jardín de la mente, los buenos pensamientos dan buenos frutos, los malos sólo dan podredumbre. 

En fin. No sé cómo a usted le habrá ido con sus elecciones de vida. Creo que todos hemos fallado y acertado. Pero lo mejor es que siempre se puede recomenzar. Cada mañana nos depara la ilusión de un principio, decía bien Borges. Elegir la bondad, el amor, la solidaridad, el valor, la honestidad, la alegría, la libertad, depende de nosotros. Elegir la pantalla o el paisaje. Cruzar o quemar el puente. Elegir la vida a pesar de la muerte. Mientras escribo pienso en Francisco Toledo, el artista que eligió la conciencia para retratar el horror y la belleza. El creador inconforme que habitó el duelo de la violencia nacional, pero eligió también construir; lo mismo ejemplo que museos, escuelas y un fascinante jardín etnobotánico donde el talentoso oaxaqueño vuela todavía sobre los cactus y las iguanas.

Toledo eligió sembrar y sus frutos siguen vivos. Ojalá cada uno de nosotros aprendamos a elegir el mejor camino para vivir. Lo dice bien Saint-Exupéry: “El mundo entero se aparta cuando ve pasar a una persona que sabe a dónde va”.