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De senadores y seguidores

La frivolidad consiste en tener una tabla de valores invertida en la que la forma importa más que el contenido, la apariencia más que la esencia y el desplante más que las ideas. Mario Vargas Llosa

El origen de la Cámara de Senadores en México, está estrechamente vinculado a un personaje que habitó nuestra Ciudad Victoria a principios del siglo XIX, oficiando como párroco al tiempo que se preparaba intelectualmente para ser parte de una transformación política de gran calado. José Miguel Rafael Nepomuceno Ramos Arizpe, nacido en Coahuila, considerado uno de los hombres más brillantes de su tiempo, diputado ante las Cortes de Cádiz en España, diputado también en el Primer Congreso Constituyente de México, es  reconocido como Padre del Federalismo Mexicano y fue nombrado en 1847 Benemérito de la Patria. Hoy empiezo este texto en su memoria, destacando el valor de su pensamiento, que entre otros grandes aportes, le hicieron artífice del Senado Mexicano.

Conocido por sus profundos sentimientos hacia su tierra, de clara disposición democrática y liberal, Ramos Arizpe fue un hombre de acción y también de reflexión. Ideólogo de la Constitución Mexicana de 1824, pugnó por una asamblea bicameral defendiendo la creación de la Cámara de Senadores como una institución necesaria: sólida, democrática, legítima, comprometida; un espacio donde pudiera representarse el sentir de las regiones de nuestro territorio. Desde entonces, cada hombre, cada mujer que asume un escaño en la llamada Cámara Alta, representa los ideales de Ramos Arizpe, su anhelo de hacer de esa institución, garante de la soberanía y el bienestar nacional.

De senadores y seguidores

En mi memoria siempre, otro gran protagonista en la historia de la Cámara Alta: Belisario Domínguez. Muy pocos como él, con altura moral, dignidad y valor cívico a toda prueba. Nacido en Comitán Chiapas, se distinguió desde niño por su inteligencia y muy joven supo del valor de las palabras. Después de sus estudios de medicina en Francia, regresó a su tierra para hacer apostolado de la práctica médica. En ese contexto llegó a la presidencia municipal de su Comitán y después al Senado de la República, justo después de la Decena Trágica. Es ahí donde su voz resuena con valentía en palabras incendiarias en contra del usurpador Huerta. Cuando ya no le permiten la tribuna, imprime y reparte sus letras. Como respuesta, el 7 de octubre de 1913 es sacado de su casa, torturado y asesinado brutalmente. Se dice que cercenaron su lengua. Pero su muerte no fue en vano, pues precipitó la caída del traidor Huerta y dejó un referente de amor patrio, valor y dignidad.

Muchas personas y personajes han pasado por el Senado Mexicano. Algunos con presencia memorable, otros olvidados sin remedio o recordados sólo por sus escándalos. Pienso en ello ahora que un senador y su joven esposa están en boca de todos. Y vuelve el debate entre vidas públicas y vidas privadas. ¿Dónde está la frontera? ¿Y cómo hablar de frontera cuando son los mismos hombres públicos quienes exhiben sin pudor su vida privada? El “affaire de las costillitas” vía Instagram  nos hizo ver que el senador va desnudo, como el emperador del cuento. Las pantallas que lo ensalzaron, ahora lo muestran tal cual. Y prefiero no decir nada de su esposa, porque ella no es representante popular, aunque algunos la consideren “influencia” para sus vidas. Un millón de seguidores para presumir. Ufff. Lo evidente del vergonzoso caso es que en un país donde el machismo da cuenta de miles de víctimas, la conducta inconsciente del senador y su afán por exhibirla, es por decir lo menos, indignante.

La vida en las ventanas de tantas “parejitas mediáticas” que se unen buscando entre otras cosas, gananciales económicos y políticos. ¿Recuerda usted alguna? Pero no  tienen la culpa los fantoches, también el enjambre de seguidores que los elevan a los altares y los llevan a los escaños. Y eso merece reflexión, porque no es lo mismo la farándula que el servicio público. La banalización de la política es otra de las plagas de nuestro tiempo. Y el caso del senador es un ejemplo sin desperdicio. Por lucirse en vivo, reaccionó con el instinto, hablando sin razonar y enseñó lo más podrido de sus tripas. 

En ese contexto, “la sensatez ha dado paso a la idiotez”, dicen los expertos. Ahora se valora muy poco un discurso valeroso y un acto ejemplar como los de Belisario Domínguez, para aplaudir el traje bien cortado y los desplantes idiotas en vivo y directo. Las apariencias reemplazan las ideas, los ideales. Y luego nos asustamos de lo que estamos viendo y padeciendo. Como sociedad hemos sido corresponsables de la banalización de la política y de la entronización de personajes nefastos para la vida pública.

La falta de conciencia desnudó al senador. Y de eso todos debemos aprender. Los problemas de la nación son demasiado grandes para dejarlos en manos banales. Mientras escribo, recuerdo las palabras de Lola, quien conozco hace años y pasó ayer con su esposo pidiendo trabajo: No tenemos para comer, me dijo con lágrimas. Tal vez ellos nunca degusten unas costillas en vivo, pero en su pobreza tienen dignidad. ¿Entenderán eso los políticos faranduleros? Ojalá.