Editoriales > ANÁLISIS

El joven reformador

Por su formación propia, entendía la importancia de la vocación en la carrera del maestro, por ello fue siempre un crítico severo de quienes asumen el magisterio como simple forma de ganar el pan

A los 32 años de edad recibió el nombramiento de director general de Educación en el estado, con la encomienda de llevar a cabo una profunda transformación de la enseñanza para que ésta respondiera y correspondiera a los retos que planteaban los nuevos tiempos, cuando aún no se apagaba el fuego de la metralla que costó la vida de casi dos millones de mexicanos. Para sacar adelante tan importante y tan delicada tarea, se rodeó de lo mejor que había en el campo de la pedagogía, muchos alumnos de Sierra.

Por su formación propia, entendía la importancia de la vocación en la carrera del maestro, por ello fue siempre un crítico severo de quienes asumen el magisterio como simple forma de ganar el pan, sin ese valioso elemento que es el amor por los niños y el interés en su educación para que logren desarrollar cabalmente todas sus facultades para bien propio y de los demás. Justo Sierra dejó una educación con ciertas pretensiones, imbuida de las teoría pedagógicas europeas, que no compaginó con la Revolución.

El joven reformador

En cumplimiento de tales propósitos, es que el general carrancista Luis Caballero Vargas, nombrado gobernador y comandante militar del Estado de Tamaulipas, en 1914, tuvo a bien entregar la Dirección General de Educación al profesor normalista Lauro Aguirre Espinosa, quien de inmediato propuso un plan afincado en tres premisas fundamentales: mayores exigencias en la formación de los maestros, más pedagogía y menos administración y educación basada en la experiencia cotidiana de los párvulos.

Quizá una de las propuestas más notables del Profr. Lauro Aguirre es que se suprimiera la dirección de las escuelas y que las decisiones en materia educativa para las nuevas generaciones fueran tomadas en un consejo de personas involucradas en el tema: maestros, médicos, trabajadores sociales, padres de familia y autoridades civiles. Proponía, además, menos horas dentro del aula y más en actividades que tuvieran alguna relación con la vida comunitaria: talleres, agricultura y jardinería, deportes, cultura.

Como primera providencia, convocó a Tamaulipas a varios de los más brillantes compañeros que había tenido en la Escuela Normal Nacional: Alfredo E. Uruchurtu, Guillermo Padilla, Galación Gómez, Manuel Ramírez, Lucio Tapia Bustamante, Epigmenio García, Matías S. Canales, pioneros que dieron un gran impulso y sentaron las bases para la educación en Tamaulipas. La idea común era que el método expositivo carece de valor en tanto que no aporta ninguna experiencia vivencial al educando.

A la caída de del gobernador Luis Caballero, el maestro Aguirre debió salir del estado para hacerse cargo de tareas relacionadas con la educación en Guanajuato y otros estados, hasta que retornó a la Ciudad de México (Alfredo E. Uruchurtu fue asesinado en Ciudad Victoria). 

En 1925 fundó la Escuela Nacional de Maestros para dar un fuerte impulso al normalismo en el país y profesionalizar el ejercicio del magisterio. Pugnó por unificar los criterios educativos para la formación de una conciencia nacional.

Durante el Congreso Constituyente de Querétaro, uno de los temas más discutidos fue el de la educación y los constituyentes recibieron la influencia del pensamiento de Aguirre, que pugnaba por que el estado proveyera educación, no simple instrucción. Aseguraba que en primer lugar, la palabra enseñanza, si bien implica a la vez que la idea de instrucción, la de educación; ésta se contrae casi exclusivamente a la cultura intelectual, mientras que la palabra educación comprende la cultura de las facultades todas del individuo; y si se trata de promover la cultura general, valiéndose principalmente de la escuela primaria, cuyo objeto es desarrollar armónicamente la naturaleza del niño, en su triple modo de ser, físico, moral e intelectual, único medio de formar de él un hombre cabal. (Art. Tercero).

Como director de la Escuela Nacional de Maestros, propuso que la misión era preparar al maestro para que pudiera guiar al educando durante su formación, apoyándolo en su desarrollo y en el proceso de asimilación de sus capacidades intelectuales; creyendo que sólo así se conseguiría una sólida formación científica-pedagógica y una pródiga vocación profesional. Por lo tanto, consideró fundamental que el prototipo de maestro tuviera un amplio conocimiento tanto de sus pupilos como de los medios didácticos y pedagógicos básicos. Lo que les permitiría a los docentes orientar a los alumnos con el fin de lograr su realización integral, ser conscientes de sus aptitudes y su aplicación en beneficio propio y de la sociedad en general. 

El ilustre maestro don Lauro Aguirre Espinosa falleció el 4 de abril de 1928 en la Ciudad de México, a los 46 años de edad.